Juan delante de la bandera de Baviera que tiene izada en su finca de Cacabelos |
No es complicado encontrar a Juan. Vive sus rutinas como un
cacabelense más, sobre todo la de la partida a las cartas después de comer. Una
mirada tras la cristalera del Avenida 33 te permitirá contemplar varias de las
tradicionales partidas a las cartas que disputan los clientes habituales de ese
bar, uno de los últimos que acogen feligreses
con afición al naipe. En una de las mesas destacará, sin duda, su estampa de
amplia complexión y pelo blanco.
Es Juan el Alemán que desde 1.990 decidió fijar su
residencia en Cacabelos y sumarse al censo para compartir la vida con su mujer
definitivamente aquí.
Llegó por primera vez a esta tierra en el corazón del Bierzo en
1975. Cinco años atrás había conocido a una española, Mery
Fernández Gallardo, en Augsburgo, la capital administrativa del distrito con ese mismo
nombre.
-Me gustó, estaba bien,
me responde lacónico Juan a la pregunta sobre sus primeras impresiones al llegar
a Cacabelos.
Los viajes desde aquel año se sucedieron durante su vida
laboral tres veces al año hasta el citado 1990, cuando, ya ambos jubilados ,
deciden vivir definitivamente en España y eligen Cacabelos. Primero alquilan un
piso.
-El de Chuchas, y al
año siguiente, el uno de mayo, compramos la casa y el terreno.
(Juan se refiere al piso que les alquiló Chuchas, la viuda de
Antonio García, en la Avenida de la Constitución, justo al lado de la que fue
la casa materna de Mery. Posteriormente se trasladaron a la finca de la
Carretera de Arganza)
Con dos de sus hermanos en su infancia |
Atrás quedaba una infancia y juventud muy difíciles. Juan
vivió en la Alemania de los terribles años de la II Guerra Mundial y los no
menos penosos años posteriores. En su Weiden in der Oberpfalz natal, ciudad de Baviera, vivió con su familia. Su
padre había perdido un brazo en la guerra: -Pasamos
muchas necesidades, éramos seis niños en casa. Tenía diez años cuando me
mandaron a una aldea a cuidar vacas. Estuve tres años. Lo mejor es que comía
muy bien, había de todo en el pueblo. Y aprendí más en la calle que en la
escuela. En la escuela del pueblo era el mejor, pero cuando volví al colegio de
Weiden, era el peor. Cuenta Juan para explicar las carencias que había
también en el mundo de la enseñanza en el medio rural y el absentismo escolar
obligado por el trabajo de los niños.
Con catorce años entra de aprendiz en una fábrica a la que
suceden otras hasta finalizar en Osram, una de las dos mayores fabricantes de la
industria de la iluminación creada en 1906.
-No creas que era en
principio mi preferida. El que me buscó para entrar, convenció primero a Mery.
Juan llegó a ser un cotizado especialista en soplar el vidrio
y elaborar bombillas de 20.000 W para grandes plazas, aeropuertos, etc.
-Fabricamos lámparas
que valían tanto como un Mercedes. Las soplábamos entre dos, recuerda orgulloso.
No fue Cacabelos el
primer destino que Juan conoció en España. Su condición de especialista le
trajo a Santander enviado por su empresa para enseñar a fabricar una bombilla
especial a operarios en una filial española.
-Allí aprendí español.
La empresa me llevó a una academia. A los tres meses el director me dijo ¿hablamos
en español o alemán?
Aprendí pronto a hablar
español. Y me sirvió para conocer a Mery: un amigo y yo fuimos a una fiesta a
casa de una alemana. Allí estaba Mery y otras españolas. Mi amigo me dijo: ¿hablamos
con las españolas? Hablamos y ya ves.
Habla perfectamente español y usa, claro está, muchas
expresiones bercianas. Su integración es total, incluso supera ya a muchos
nativos que han abandonado algunas costumbres o usos cotidianos. Le gusta
elaborar sus propias mermeladas (muy buenas, puedo dar fe), embotar salsa de
tomate y pimientos, vino…
-Me gusta la comida
española. En casa comemos todo al estilo español como lo hace Mery. Me gusta
mucho el pescado, en Alemania se come poco. Comí las primeras gambas en Nápoles
durante unas vacaciones en 1956.
Juan y Mery con otros familiares en Alemania |
Le pregunto por sus primeras amistades en Cacabelos.
-Enseguida formé parte
de una panda. Éramos doce. Salíamos a tomar vinos, asábamos sardinas,
preparábamos botillo con cachelos…sí, me gustó mucho esta vida de Cacabelos.
Como comentaba al principio, es muy frecuente ver a Juan
echando una partida de cartas en el Avenida 33. Actualmente Cacabelos no es ya
el pueblo donde los juegos de envite tenían su pequeño paraíso, pero lo fue. Y
Juan aún pudo disfrutarlo…y padecerlo en sus primeros años de nuevo
cacabelense.
-Aprendí a jugar “a la
putada”. También jugué al julepe. En Alemania se juega, pero es distinto,
incluso las cartas.
Empecé en el Venecia
¡abajo! (La
exclamación tiene sentido porque el
sótano del Venecia fue casi un casino clandestino del Chicago de Alcapone a
finales de los años 20 del siglo pasado. Debería contarse su historia, que la
tiene).
La primera vez que
jugué el gilé me “limpiaron” 35.000 pesetas. Era una buena cantidad entonces.
Fue Pedro (¿Molinero?), se aprovechó bien de mí.
Poco tiempo después ya no sería posible porque se convirtió
en un avezado jugador.
Le encuentro en su casa despejándose de la siesta –como no-
al calor de unos leves rayos de sol tumbado en su sofá preferido y la bandera
de Baviera enfrente izada en su mástil. Hablamos de lo popular que es en Cacabelos
y la magnífica adaptación al pueblo y sus costumbres a pesar de llegar ya
mayor. Mery escucha y finalmente apostilla:
-Nací aquí –en Cacabelos-, viví aquí y ahoa resulta que la gente me identifica como la
mujer de Juan el alemán.
Le pregunto cómo se
encuentra y responde serena y lentamente mirando todo lo que en esos momentos
le rodea, su casa, su huerta, su jardín:
-Me encuentro muy bien.
Y cierto debe
ser por lo satisfecho que parece haber quedado al decirlo Johann Lederer. Entre
nosotros, Juan el Alemán.
Siempre que volvemos al pueblo de vacaciones, lo que más nos motiva a regresar de nuevo son las personas especiales con las que te encuentras por las calles o en las cafeterías que transmiten bondad y alegría; dos de esas personas son Juan y Mery o si se prefiere Mery y Juan. Como siempre, excelente y entrañable el reportaje Carlos. Muchas gracias!!
ResponderEliminarJuan y Mery son dos personas estupendas y entrañables. Un beso para los dos.
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