DE
MERIENDA
Eran otros tiempos. En
todos los aspectos, eran otros tiempos y si hoy los mozos salen de vinos, antes,
las gentes, hombres, mayormente, se reunían en torno a una mesa bien abastecida
de viandas, a merendar. No eran cenas ni comidas. Eran meriendas en las que se
hablaba de todo lo divino y de todo lo humano -es un decir- porque había tiempo para ello.
Las mujeres, a veces, se
enfadaban y decían a los maridos aquello de “¿Dónde vas con tus amigotes?” porque, para ellas, los amigos de
sus maridos no eran amigos, eran amigotes.
Ellos se reían socarronamente, pero iban a merendar, como podemos ver en esta
foto. Y merendaban bien porque, además de la botella de vino, se ve, a la
derecha, una de licor y, en el centro de la mesa, una pata de cabrito.
Y estos amigos, después
de apurar la última copa, llegaban a casa; se tumbaban en la cama resoplando hasta
que el nuevo día los despertaba para que acudiesen a sus quehaceres.
Y ahí los tienen: Carín,
que sirve vino a Agustín, el “Castillo”; Kiko, el “Sereno” porque, por si no lo
saben nuestros lectores, hubo un tiempo en el que existía el oficio de sereno, que era el hombre que abría las
puertas, con una llave maestra, a los que habían perdido las llaves y que
decía, con voz cantarina aquello de “Las
doce y serenooooo…”.
También está un tío de Camila,
que se lleva algo a la boca y Javier Lago, padre de Luis Lago, el dominico, con
un puro en la boca y Casiano que fue un popular barbero de Cacabelos, cuando
los barberos eran más bien barberos y no peluqueros.
Es de suponer que la merendola como se le llamaba, en aquel
entonces, a estas reuniones de amigos, terminase bien y que, a una hora
oportuna, estuviesen en sus casas porque, casi siempre, uno de los contertulios
decía: “Bueno, muchachos, ahora, cada
mochuelo a su olivo”. Y se iban.
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