A las hojas de este
cuaderno he ido trayendo a jóvenes talentos cacabelenses con la intención de
demostrar que los tenemos y muy buenos. Chicos y chicas salidos de nuestras
aulas que, en pocos años y gracias a sus capacidades y estudio, son ya
profesionales muy destacados.
Hoy reanudo la sección "Cacabelenses por el universo" con
Déborah. Hacía mucho tiempo que estaba detrás de ella, pero, por unas u otras
causas, la cita se retrasaba. Y es que no es sencillo –lo entenderéis enseguida-
citarse con esta arquitecta. Viene y va de un continente a otro, cruza océanos,
vive en Tokio, expone en París, viaja a Nueva York…en fin, pura vitalidad
difícil de frenar (así era ya desde pequeña).
(Quizá algunos lectores
no reconozcáis en principio a Déborah López Lobato. Los mayores no encontraréis
dificultad en situarla familiarmente si os digo que hija de César y nieta de
María Jesús y Lirio (q.e.p.d). Su madre es Pili, hija de Carmen que vive en el Campo de San Isidro)
Como decía unas
líneas más arriba, sigue mostrando una fuerte vitalidad y continúo viendo en
ella, como diríamos en lenguaje coloquial, a la encantadora polvorilla que conocí
en sus primeros años escolares. Es una buena conversadora que se extiende en
las respuestas para precisar bien lo que considera más importante. Y
consecuencia de eso es esta charla, quizá un poco extensa para lo acostumbrado
en este cuaderno, pero que merece leerse hasta el final para conocer mejor al
personaje.
-Cómo se inicia en ti la vocación de
arquitecta. ¿Hubo algo que te impulsó…o fuiste descubriéndola poco a poco?
-Hace unos meses, Steven Holl (un arquitecto muy conocido americano)
nos preguntaba en su oficina de Nueva York la razón por la cual decidimos
estudiar Arquitectura. A su pregunta, yo respondí que fue debido a una visita a
Mérida, donde la imagen del interior del Museo de Arte romano del arquitecto
Rafael Moneo se quedó grabada en mi memoria. Él me alentó a escribir una carta
contándole esto a Moneo –son amigos-, aunque todavía no lo he hecho. Lo cierto
es que no tenía ni idea de en qué me metía cuando comencé arquitectura, y puedo
decir que ahora mismo no creo que pudiera haberme dedicado a otra cosa. Me
encantaban Física, Matemáticas y Química, sin embargo, podía estar horas y
horas dibujando, además me interesaba el diseño, el arte y la representación.
Por otro lado, dos compañeras del colegio de Andorra, un año mayor comenzaron
arquitectura, vi en qué consistía la carrera, parecía que era muy práctico y
que era una disciplina que aglutinaba un conocimiento técnico, humano y social.
Me gustaba, y en casa todos me apoyaron.
- ¿Dónde decides matricularte y por qué? ¿Qué es lo que más te gusta
de tu carrera?
-Tras finalizar primero de Bachillerato,
tenía en la cabeza comenzar arte, mi visita a Mérida aquel verano fue la
revelación para decantarme por Arquitectura, sin embargo, acababa de abrirse un
nuevo programa en la Universidad Europea de Madrid para estudiar ambas carreras
a la vez Me motivaba la posibilidad de estudiar un programa nuevo; además,
consideraba que había una línea de trabajo inexplorada que se podía desarrollar
entre ambas disciplinas, y que durante los tres últimos años he investigado en
profundidad.
A diferencia de otras carreras, donde teniendo los apuntes, pero sin
ser necesaria la asistencia continua, eres capaz de aprobar asignaturas, la doble
licenciatura de Arquitectura y Bellas Artes que estudié, se basaba en la
asistencia diaria.
-Las clases, las prácticas, las horas de estudio…debieron suponerte
mucho esfuerzo…
- Fueros unos años de muchísimo trabajo,
muchas horas sin dormir. Recuerdo que al principio comenzamos en la misma
clase, el mismo programa, más de 50 personas. Al final, entre los que lo
dejaron y los que se quedaron atrasados, sólo quedamos ocho chicas. Teníamos
que desarrollar en clase proyectos arquitectónicos, esculturas, pinturas,
instalaciones, detalles constructivos, calcular estructuras…todo ello hizo que
en mis años universitarios no hubiera demasiadas fiestas.
-Pero también tuviste tiempo para viajar mucho durante aquellos años.
¿Qué te reportaba profesionalmente?
Los primeros veranos me los tomé con tranquilidad. Además de venir a
Ponferrada, Carracedo y Cacabelos, comencé a viajar: Brasil, Japón, China,
Alemania, Italia, Estados Unidos, Corea
del Sur, Inglaterra… como estudiante de arquitectura- Entendí desde muy pronto
la importancia de visitar edificios, no sólo para entender dimensiones o
proporciones, pero también para ser capaz de percibir las sensaciones que esos
edificios despertaban en mí.
Una de las cosas más sorprendentes que me sucedió en uno de estos
viajes fue encontrarme con una cacabelense en el centro de Nueva York: Marta la
de muebles Uría, fue una sorpresa muy agradable, aunque no me he vuelto a
encontrar con nadie de nuestro pueblo en otros viajes.
-Estás preparando el doctorado y has hecho
un máster. ¿Por qué Tokio?
Lo primero es que Japón tiene unos arquitectos de mucha calidad, que
diseñan unos espacios increíbles y que tienen una sensibilidad especial. Sin
embargo, y aun teniendo esto en cuenta, esa no fue la razón por la que decidí
irme allí.
Mi relación con la arquitectura se desarrolló desde mis primeros años
a partir de la tecnología, la percepción sensorial, la relación con prácticas
artesanales y las tipologías edificatorias antiguas. Mis profesores en la
carrera eran muy jóvenes, y fomentaban la utilización de nuevos programas y
nuevas herramientas. Por otro lado, la realización del proyecto final de
carrera supuso un punto de inflexión, mis tutores daban clase en la
Architectural Association (de Londres) y tuve la posibilidad de estar expuesta
a un tipo de docencia y temario diferente, decidí que necesitaba irme fuera
estudiar un máster. Había estado durante 7 años en Madrid y conocía lo que se
hacía, era el año 2012 en plena crisis económica, y las oficinas de
arquitectura finalizaban obras que tenían de años anteriores o empezaban a
cerrar o
trasladarse al extranjero.
Insisto en el porqué de Japón, pero Déborah necesita extenderse un
poco más…
Tracé un plan de actuación: mejorar el inglés, buscar becas y
solicitar la entrada a masters. Estuve en Londres 6 meses con clases diarias y
preparando varios test de inglés que necesitaba para acceder a los programas de
máster en universidades extranjeras. Finalicé un poco antes de lo esperado, por
lo que entre una etapa y otra, intenté trabajar para un arquitecto francés, mi
héroe desde segundo de carrera, François Roche, no es una estrella, ni tampoco
es conocido fuera del ámbito académico, no ha construido demasiado, pero sus
proyectos han hecho emerger infinidad de programas de investigación, desde
fachadas vegetales, a la implantación de cultivos hidropónicos en arquitectura,
o hasta la utilización de brazos robóticos industriales (comúnmente utilizados
en el sector de la automoción pero que él introdujo por primera vez en
arquitectura). François acababa de trasladar su oficina a Bangkok; así que,
después de evaluar mi portfolio, me invitó a visitar su oficina y a probar
varios meses a trabajar allí. Una vez que hube
finalizado, continué con mi plan para solicitar becas y acceder a masters en el
extranjero: SCI-ARC, Stuttgart y AA de Londres agregando a la lista la Universidad de Tokio.
Fui aceptada en todas ellas, y simultáneamente seleccionada para becas cada una
con unas condiciones y cuantías.
-Y te decantas ¡por fin! por la capital
nipona.
-En Tokio todo encajó a la perfección, tanto
mi pareja (Hadin Charbel es estadounidense de Los Ángeles y ascendencia
libanesa) como yo. Habíamos decidido estudiar un máster, queríamos una beca que
nos diera una cierta independencia económica, y finalmente en Tokio todo cuadró
(lo académico y lo económico), ambos en la misma situación.
-Un mundo muy diferente al que te enfrentabas en aquel momento.
-Sin saberlo, luego me he dado cuenta que,
aunque la cultura española y la cultura japonesa son completamente diferentes,
hay ciertos aspectos que guardan mucha relación: una población cada vez más
envejecida, poco apoyo a las mujeres para continuar evolucionando
profesionalmente compatibilizando el trabajo con la maternidad y una economía
basada en la construcción, donde las prácticas artesanales y constructivas antiguas
se pierden diariamente. Cada vez menos
personas jóvenes se sienten atraídas por la construcción, y si se hace se
carece de los conocimientos técnicos. Todo ello me ha ayudado a entender lo que
hago con una aplicación futura cuando regrese a España… (si eso sucede, que por
el momento no parece).
-Es sorprendente, pese a tu juventud, los premios y becas que has
conseguido en tan poco tiempo. Eso no es fruto de la nada, tu intenso trabajo
está detrás de ese envidiable currículo que posees .
El pasado año me presenté a varias convocatorias algunas de manera
individual otras en equipo, varias de ellas salieron bien, y cada una de ellas
ha aportado, o aporta cosas diferentes.
Este último año hemos recibido más de lo esperado, pero me gustaría
resaltar que preparar competiciones supone salir de la rutina, nos hace
trabajar con más intensidad, estar pendiente de cómo evoluciona la sociedad,
obliga a no acomodarse. Además, todo funciona si te llevas algún premio y si
tienes trabajo que te permite seguir funcionando. Lo negativo es el desgaste,
es agotador, pero creo que ambas cosas es lo que nos motiva a continuar.
Trabajo de Déborah y Hadin exhibido en Tokio y París |
-¿Qué han significado la beca Mombukagakusho
y el premio Real Size Thinking Competition?
En el caso de la beca Mombukagakusho (MEXT Scholarship) para estudiar el doctorado,
supone un premio al trabajo realizado en el máster durante los dos últimos
años. Me permite continuar con la investigación que comencé, además de poder
vivir en Japón y comenzar a dar clases en la Universidad de Tokio durante los
próximos años.
En la competición Real Size
Thinking Competition 2016, donde presenté con mi compañero Hadin Charbel
nuestra tesis fin de máster, Tokyo
in(di)visible, primero quedamos seleccionados (se seleccionaron 4
propuestas en todo Japón), lo que nos permitió construir nuestro proyecto en
2.4m x 2.4m x 2.4m. Se nos dio un presupuesto lo suficientemente generoso para
poder poner en práctica un sistema estructural innovador, que incorporaba unos
productores de niebla accionados por el viento exterior. Nuestra idea era
generar un espacio exterior entendido como un filtro para la polución en el aire
que permitiera la práctica de Hanami. Una vez construido,
finalmente quedamos segundos, pese a que nos llevamos una decepción tremenda,
porque esperábamos ganar, nuestro proyecto fue seleccionado posteriormente para
otra exhibición en Tokio.
-Del Viejo y Nuevo Mundo tampoco os podéis
quejar…
-Ya, el pasado año también recibí el Premio Luz y Arquitectura a los más
innovadores Proyectos Fin de Carrera de Arquitectura de España y Portugal, con
mi proyecto final de carrera. Fue muy gratificante que un jurado de reconocido
prestigio premiara mi trabajo, además de tener la posibilidad de exponerlo y
publicarlo. El premio, además de tener dotación económica otorgaba una visita a
Eindhoven (Holanda) para visitar las instalaciones de la compañía Philips
patrocinador de la cátedra, que aún tengo pendiente de realizar.
Por otro lado, el pasado año Hadin y yo tuvimos la grandísima suerte
de ser seleccionados para presentar nuestra investigación desarrollada durante
el primer año de máster a la conferencia internacional ACADIA, bajo el título The
Human Touch in Digital Fabrication. Estuvimos presentando en la Universidad de
Michigan, en Ann Harbor (Detroit), ante profesionales de mucho prestigio en
este campo y se trató de una vivencia muy estimulante.
Exposición en el Centro Pompidou de París |
-¿Te costó adaptarte a la vida japonesa?
Sí, aunque he visitado varios países, posiblemente Japón sea el lugar
donde más me ha costado adaptarme. Dado que me he centrado en mi trabajo no he
aprendido japonés, lo que ha imposibilitado el acceso a muchas cuestiones de la
cultura japonesa. Creo que es una pena, pero habría sido imposible realizar el
máster tan intensamente si estudiaba japonés.
Otra cuestión que resultó muy complicado al principio fue la clara
diferencia hombre - mujer, soy consciente de que desarrollo mi trabajo en una
disciplina históricamente masculina, pero hasta que llegué aquí no había notado
un trato diferente. Soy muy directa, y tiendo a dar mi opinión, siempre quiero
participar en todo, y me gusta tener un papel relevante en el proyecto en el
que trabajo. Y eso el primer año fue
bastante duro, no encontraba el punto de equilibrio entre el exceso de respeto
que se practica aquí y la motivación que por mi carácter me salía. Era la única
arquitecta con licencia para construir en el curso de máster; sin embargo, con
frecuencia se aceptaban mis aportaciones a los proyectos, pero a la hora de la
ejecución los trabajos que se me adjudicaban no me resultaban estimulantes, gratificantes...
A día de hoy, la única que ha cambiado he sido. Desistí en intentar ser excesivamente
correcta, y decidí hacer y trabajar como siempre he hecho, ser clara y honesta
en lo que no estaba dispuesta a hacer, y por el momento, ha funcionado.
-¿Qué añoras más de España?
De España añoro todo. Mi familia, por supuesto, lo que más. Las visitas
son cada vez más espaciadas, entre 9 meses y un año, pero cuando llego a
Barajas ya se me levanta el ánimo de nuevo….
En lo referente a la cultura española lo que más echo de menos es la
interacción, hablar, opinar. Algunos dirán que somos gritones, pero yo ahora
mismo estoy en una cultura donde no hablas con la gente que te rodea. Siempre
cuento la misma historia, pero imagínate un lunes a las 8 de la mañana en el
metro en Tokio, los vagones abarrotados de gente y no se oye ni una palabra
(literal).
-¿Qué es lo que más valores de tu estancia en Japón?
Lo que más valoro es haber encontrado un lugar donde puedo desarrollar
mis ideas. El sistema que se da en la Universidad de Tokio a través de
laboratorios, algo así como lo que sería una cátedra en España, me interesa
porque el trabajo que producimos se desarrolla entre academia, investigación y
práctica. También trabajamos con empresas constructoras (Takenaka, Shimizu,
Kajima), muy conocidas a nivel mundial, ellos están interesados en participar y
fomentar la investigación en la Universidad. Posiblemente esto es bastante
sorprendente si lo comparamos con España: en Japón se percibe la gratitud que
los antiguos alumnos sienten hacia la universidad, por ello, una vez
finalizado, cuando consiguen trabajar en una gran empresa, o incluso tener la
suya propia, quieren mostrar su agradecimiento apoyando a la universidad en
investigaciones o conferencias.
Por otro lado, la cultura japonesa es completamente diferente, muy
compleja y secretista y cada día descubro cosas nuevas.
-Retrocedamos
en el tiempo. Cuéntame un poco cómo
fueron tus primeros años en el Colegio de Cacabelos. No sé exactamente cuándo
marchaste a Ponferrada.
Ahora que lo pienso -y estoy segura de que esto no es demasiado común-
a mí me encantaba ir al colegio, me gustaba aprender, y hacer deberes. Tuve una
infancia muy intensa, un no parar, al principio vivía justo en frente del
Colegio de Cacabelos, donde tenemos nuestra casa familiar, y donde todavía
viven mi abuela y mis tíos, por ello, aunque después nos mudamos, siempre iba a
jugar al patio del colegio. También practicaba baloncesto en el pabellón,
además de asistir a la escuela de música donde se daban clases en el mismo
espacio. Es decir, mi infancia se desarrolló en “las escuelas”.
Allí fue donde te tuve como profesor, en segundo de primaria, recuerdo
que te reías porque te decía que no tenía suficientes deberes… (Se ríe y yo doy fe
de su ansia por aprender. Siempre me pedía trabajo para hacer en casa y más los
fines de semana).
No sé si todavía sucede, pero entonces, nuestra relación con los
profesores era muy cercana, conocían a toda nuestra familia, por lo que se
crearon vínculos que duran hasta la actualidad. Además, dado que mis padres
trabajaban, también me quedaba en el comedor, donde recuerdo con muchísimo
cariño a las cocineras; bueno, como nosotros las llamábamos, “las cocis”,
posiblemente ellas, junto con mis abuelas por supuesto, sean la razón por la
cual, aun viviendo en Tokio, cocino con frecuencia platos de cuchara.
Aunque siempre he estado mucho por Cacabelos, porque pasaba las
vacaciones, y porque gran parte de mi familia sigue allí, mi último curso en el
Colegio de Cacabelos fue en quinto de primaria, creo que tenía once años, mi
profesora en aquel momento era Nati, quien siempre nos alentaba a trabajar de
manera creativa en los títulos de cada tema, la tipografía, los colores, eran
cosas muy sencillas, pero fomentaba nuestra creatividad. Me acuerdo de aquel
año y me da la risa, tuve una clase muy heterogénea y divertida, en aquel
momento coincidieron muchos trastos en la misma aula. Nati tuvo muchísima
paciencia…
-Después fuiste al Álvaro...y a
continuación ya marchaste fuera de España…
Lo cierto es que antes de irme al Álvaro, estuve en las Concepcionistas
y luego en La Asunción. Como te comentaba, tuve una infancia muy intensa con
muchos cambios…en Ponferrada mi vida dio un giro radical; tenía nuevos amigos,
nuevo equipo de baloncesto, pero las relaciones eran diferentes, por lo que me
centré en el baloncesto y en el esquí. Dado que Juanjo –Mourelo- era el
director del Álvaro de Mendaña- comencé allí tercero de la ESO, pero en cuarto surgió
la posibilidad de comenzar el bachillerato en un internado en Andorra a través de
un programa de estudios que me permitía compatibilizarlo con el esquí. En aquel
momento mi padre me alentó a salir fuera, dado que pensaba que sería bueno que
estuviera en un entorno donde se hablara francés, además de la experiencia de
conocer a gente diferente.
En mi caso, mi padre siempre me ha dicho que tengo que salir, mi madre
lo opuesto, siempre me quiere en casa…pero yo como dice mi abuela he salido viajanta…
(vuelve a
reír).
-¿Fue
difícil esa etapa? Lejos de la familia, un mundo nuevo…¿Cuál fue la mayor
dificultad para superar los primeros tiempos?
Te diré que no, no lo recuerdo difícil para nada. Siempre me han
gustado los cambios, suponen un reto, salir del ambiente en que te desenvuelves
con seguridad ayuda a conocerte a ti mismo y a evolucionar. En aquella época no
lo entendía así, simplemente me sentía bien viajando, pero con el paso de los
años, he podido comprender que necesito tener cambios a mi alrededor que me
obliguen a estar activa constantemente. Además,
todos en mi familia lo llevaban bien, bueno, ahora están totalmente
acostumbrados, puede que fuera porque ellos también viajaron cuando tuvieron
que emigrar a Suiza y a Francia. Posiblemente el único que en su día no lo
entendía fuera mi hermano que tenía cinco años. Sí, posiblemente eso fuese lo
más duro.
Mi etapa en Andorra fue diferente a lo que esperaba, en vez de
aprender francés, aprendí catalán, y en vez de centrarme en el esquí de
competición, me centré en dibujo, física, química y matemáticas. Me imagino que
allí comenzó mi interés por arquitectura…
-Desde
tan larga distancia cómo ves a tu pueblo, qué recuerdas más a menudo de
Cacabelos, si eres morriñosa…
Hay dos momentos al año que no quería perderme cuando era pequeña y
que me encantan porque para mí simbolizaban fiesta, familia y disfrute. Uno es
la matanza en diciembre, el frío, la niebla, el olor a humo, estar por la
huerta con ropa de trabajo, e ir a toda carrera a la panadería de Pablo y que
Pili me diga a ver dónde voy con esas pintas que casi no me reconoce, disfrutar
a lo grande. La otra es Cacabelos durante el verano y la vendimia, en el río o
en la piscina, la fiesta de San Roque (que se ha quedado ya en muy poca cosa),
o la de la Cooperativa, salir por la noche...
Por otro lado, el año pasado después de perder a mi abuelo comencé a
valorar algo en Cacabelos que siempre había visto más como un defecto que como
una virtud; una comunidad donde todos te conocen, tener a tantísimas personas
apoyándote en los momentos duros, no sucede en otros lugares, y desde luego, no
sucede en Tokio, en una metrópolis de más de 34 millones de habitantes, con
otra cultura y otra religión. Cacabelos es un pueblo donde todos nos conocemos,
y eso, estando tan lejos de mi hogar, es algo que valoro mucho y que no creo
que vaya a tener en ningún otro lugar del mundo.
-Háblame un poco de tus proyectos.
¿Has o habéis pensado estableceros en algún lugar determinado? ¿España podría
ser vuestro destino?
Este año, por primera vez, he empezado a plantearme el volver a
España. Se trata de algo a largo plazo, de momento el próximo año estaré en
Tokio, tengo la beca para otros dos años, pero no descarto ninguna opción.
En lo referente a mi trabajo, este año ya se presenta bastante
completo. Por un lado acabo de comenzar a dar clases a un grupo de alumnos de primer
curso de máster, lo que me está permitiendo adquirir una experiencia en
docencia muy valiosa. Además, en el laboratorio estoy intensamente involucrada
en un pabellón que vamos a construir para exponer en el Centre Pompidou de
París. Se trata de un trabajo en equipo en el que participo en la dirección
artística, conceptual, en la construcción y en la producción audiovisual.
En términos generales la exposición trata sobre impresión en 3
dimensiones y nosotros presentamos Drawn in Place, (algo así como dibujado en
el lugar), donde mediante 3d doodlers que hemos construido, dibujamos una estructura
colgante que comenzó a estar abierta al público el 15 de marzo. Por ello, tengo
que visitar París en Febrero y Marzo.
Por el otro lado y relacionado con mi doctorado, visité Zúrich a
finales de marzo, como parte del programa de intercambio cultural que la
Universidad de Tokio y la ETH de Zúrich tienen convenido. Dado que nuestro doctorado
en tecnología y diseño computacional es nuevo en Tokio, nos entrevistaremos con
ellos para ver cómo planteamos el programa, además de ver sus instalaciones,
conocer sus investigaciones e intercambiar opiniones.
También formo parte de las entrevistas que se dan como parte del
programa de intercambio entre la SOA (School of Architecture) de Princeton y la
Univ. de Tokio. Esta vez nos tocan arquitectos japoneses (en noviembre fue en
Nueva York), y por fin, alguna arquitecta… durante los dos últimos años hemos
estado entrevistando a arquitectos de renombre, Steven Holl, Tom Mayne, Bernard
Tschumi, Fumihiko Maki, Hiroshi Hara, Arata Isozaki, sin embargo, todos varones
eran arquitectos, ninguna mujer arquitecta.
En el ámbito profesional, es el momento de comenzar nuevos proyectos. Hadin
y yo hemos decidido abrir nuestra oficina de arquitectura, con la que
inicialmente participaremos en competiciones y prepararemos los encargos que
vayan surgiendo. El pasado año fue un año de recoger frutos, éste toca sembrar,
así que estoy ansiosa por comenzar nuevas aventuras y ver cómo evolucionamos.
¿Qué decía al
principio? ¿Es o no es una polvorilla?
Con la intensidad
que imprimes a todo lo que haces, esas nuevas aventuras evolucionarán muy bien. ¡Mucha suerte!
Preciosa entrevista, me ha emocionado.
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