domingo, 22 de octubre de 2017

Cacabelenses por el universo: Déborah López Lobato en Tokio



 
Déborah posando con uno de sus proyectos
A las hojas de este cuaderno he ido trayendo a jóvenes talentos cacabelenses con la intención de demostrar que los tenemos y muy buenos. Chicos y chicas salidos de nuestras aulas que, en pocos años y gracias a sus capacidades y estudio, son ya profesionales muy destacados.

Hoy reanudo la sección "Cacabelenses por el universo" con Déborah. Hacía mucho tiempo que estaba detrás de ella, pero, por unas u otras causas, la cita se retrasaba. Y es que no es sencillo –lo entenderéis enseguida- citarse con esta arquitecta. Viene y va de un continente a otro, cruza océanos, vive en Tokio, expone en París, viaja a Nueva York…en fin, pura vitalidad difícil de frenar (así era ya desde pequeña).

(Quizá algunos lectores no reconozcáis en principio a Déborah López Lobato. Los mayores no encontraréis dificultad en situarla familiarmente si os digo que hija de César y nieta de María Jesús y Lirio (q.e.p.d). Su madre es Pili, hija de Carmen que vive en el Campo de San Isidro)

Como decía unas líneas más arriba, sigue mostrando una fuerte vitalidad y continúo viendo en ella, como diríamos en lenguaje coloquial, a la encantadora polvorilla que conocí en sus primeros años escolares. Es una buena conversadora que se extiende en las respuestas para precisar bien lo que considera más importante. Y consecuencia de eso es esta charla, quizá un poco extensa para lo acostumbrado en este cuaderno, pero que merece leerse hasta el final para conocer mejor al personaje.

-Cómo se inicia en ti la vocación de arquitecta. ¿Hubo algo que te impulsó…o fuiste descubriéndola poco a poco?
-Hace unos meses, Steven Holl (un arquitecto muy conocido americano) nos preguntaba en su oficina de Nueva York la razón por la cual decidimos estudiar Arquitectura. A su pregunta, yo respondí que fue debido a una visita a Mérida, donde la imagen del interior del Museo de Arte romano del arquitecto Rafael Moneo se quedó grabada en mi memoria. Él me alentó a escribir una carta contándole esto a Moneo –son amigos-, aunque todavía no lo he hecho. Lo cierto es que no tenía ni idea de en qué me metía cuando comencé arquitectura, y puedo decir que ahora mismo no creo que pudiera haberme dedicado a otra cosa. Me encantaban Física, Matemáticas y Química, sin embargo, podía estar horas y horas dibujando, además me interesaba el diseño, el arte y la representación. Por otro lado, dos compañeras del colegio de Andorra, un año mayor comenzaron arquitectura, vi en qué consistía la carrera, parecía que era muy práctico y que era una disciplina que aglutinaba un conocimiento técnico, humano y social. Me gustaba, y en casa todos me apoyaron. 
 
Con los típicos cerezos en flor de Japón
- ¿Dónde decides matricularte y por qué? ¿Qué es lo que más te gusta de tu carrera?
-Tras finalizar primero de Bachillerato, tenía en la cabeza comenzar arte, mi visita a Mérida aquel verano fue la revelación para decantarme por Arquitectura, sin embargo, acababa de abrirse un nuevo programa en la Universidad Europea de Madrid para estudiar ambas carreras a la vez Me motivaba la posibilidad de estudiar un programa nuevo; además, consideraba que había una línea de trabajo inexplorada que se podía desarrollar entre ambas disciplinas, y que durante los tres últimos años he investigado en profundidad.
A diferencia de otras carreras, donde teniendo los apuntes, pero sin ser necesaria la asistencia continua, eres capaz de aprobar asignaturas, la doble licenciatura de Arquitectura y Bellas Artes que estudié, se basaba en la asistencia diaria.

-Las clases, las prácticas, las horas de estudio…debieron suponerte mucho esfuerzo…
- Fueros unos años de muchísimo trabajo, muchas horas sin dormir. Recuerdo que al principio comenzamos en la misma clase, el mismo programa, más de 50 personas. Al final, entre los que lo dejaron y los que se quedaron atrasados, sólo quedamos ocho chicas. Teníamos que desarrollar en clase proyectos arquitectónicos, esculturas, pinturas, instalaciones, detalles constructivos, calcular estructuras…todo ello hizo que en mis años universitarios no hubiera demasiadas fiestas. 

-Pero también tuviste tiempo para viajar mucho durante aquellos años. ¿Qué te reportaba profesionalmente?
Los primeros veranos me los tomé con tranquilidad. Además de venir a Ponferrada, Carracedo y Cacabelos, comencé a viajar: Brasil, Japón, China, Alemania, Italia,  Estados Unidos, Corea del Sur, Inglaterra… como estudiante de arquitectura- Entendí desde muy pronto la importancia de visitar edificios, no sólo para entender dimensiones o proporciones, pero también para ser capaz de percibir las sensaciones que esos edificios despertaban en mí.
Una de las cosas más sorprendentes que me sucedió en uno de estos viajes fue encontrarme con una cacabelense en el centro de Nueva York: Marta la de muebles Uría, fue una sorpresa muy agradable, aunque no me he vuelto a encontrar con nadie de nuestro pueblo en otros viajes.

-Estás preparando el doctorado y has hecho un máster. ¿Por qué Tokio?
Lo primero es que Japón tiene unos arquitectos de mucha calidad, que diseñan unos espacios increíbles y que tienen una sensibilidad especial. Sin embargo, y aun teniendo esto en cuenta, esa no fue la razón por la que decidí irme allí. 
Mi relación con la arquitectura se desarrolló desde mis primeros años a partir de la tecnología, la percepción sensorial, la relación con prácticas artesanales y las tipologías edificatorias antiguas. Mis profesores en la carrera eran muy jóvenes, y fomentaban la utilización de nuevos programas y nuevas herramientas. Por otro lado, la realización del proyecto final de carrera supuso un punto de inflexión, mis tutores daban clase en la Architectural Association (de Londres) y tuve la posibilidad de estar expuesta a un tipo de docencia y temario diferente, decidí que necesitaba irme fuera estudiar un máster. Había estado durante 7 años en Madrid y conocía lo que se hacía, era el año 2012 en plena crisis económica, y las oficinas de arquitectura finalizaban obras que tenían de años anteriores o empezaban a cerrar o trasladarse al extranjero.
 
Congreso de ETSAM con Déborah como ponente
Insisto en el porqué de Japón, pero Déborah necesita extenderse un poco más…
Tracé un plan de actuación: mejorar el inglés, buscar becas y solicitar la entrada a masters. Estuve en Londres 6 meses con clases diarias y preparando varios test de inglés que necesitaba para acceder a los programas de máster en universidades extranjeras. Finalicé un poco antes de lo esperado, por lo que entre una etapa y otra, intenté trabajar para un arquitecto francés, mi héroe desde segundo de carrera, François Roche, no es una estrella, ni tampoco es conocido fuera del ámbito académico, no ha construido demasiado, pero sus proyectos han hecho emerger infinidad de programas de investigación, desde fachadas vegetales, a la implantación de cultivos hidropónicos en arquitectura, o hasta la utilización de brazos robóticos industriales (comúnmente utilizados en el sector de la automoción pero que él introdujo por primera vez en arquitectura). François acababa de trasladar su oficina a Bangkok; así que, después de evaluar mi portfolio, me invitó a visitar su oficina y a probar varios meses a trabajar allí. Una vez que hube finalizado, continué con mi plan para solicitar becas y acceder a masters en el extranjero: SCI-ARC, Stuttgart y AA de Londres  agregando a la lista la Universidad de Tokio. Fui aceptada en todas ellas, y simultáneamente seleccionada para becas cada una con unas condiciones y cuantías.

-Y te decantas ¡por fin! por la capital nipona.
-En Tokio todo encajó a la perfección, tanto mi pareja (Hadin Charbel es estadounidense de Los Ángeles y ascendencia libanesa) como yo. Habíamos decidido estudiar un máster, queríamos una beca que nos diera una cierta independencia económica, y finalmente en Tokio todo cuadró (lo académico y lo económico), ambos en la misma situación

-Un mundo muy diferente al que te enfrentabas en aquel momento.
-Sin saberlo, luego me he dado cuenta que, aunque la cultura española y la cultura japonesa son completamente diferentes, hay ciertos aspectos que guardan mucha relación: una población cada vez más envejecida, poco apoyo a las mujeres para continuar evolucionando profesionalmente compatibilizando el trabajo con la maternidad y una economía basada en la construcción, donde las prácticas artesanales y constructivas antiguas se pierden diariamente.  Cada vez menos personas jóvenes se sienten atraídas por la construcción, y si se hace se carece de los conocimientos técnicos. Todo ello me ha ayudado a entender lo que hago con una aplicación futura cuando regrese a España… (si eso sucede, que por el momento no parece).

-Es sorprendente, pese a tu juventud, los premios y becas que has conseguido en tan poco tiempo. Eso no es fruto de la nada, tu intenso trabajo está detrás de ese envidiable currículo que posees .
El pasado año me presenté a varias convocatorias algunas de manera individual otras en equipo, varias de ellas salieron bien, y cada una de ellas ha aportado, o aporta cosas diferentes.
Este último año hemos recibido más de lo esperado, pero me gustaría resaltar que preparar competiciones supone salir de la rutina, nos hace trabajar con más intensidad, estar pendiente de cómo evoluciona la sociedad, obliga a no acomodarse. Además, todo funciona si te llevas algún premio y si tienes trabajo que te permite seguir funcionando. Lo negativo es el desgaste, es agotador, pero creo que ambas cosas es lo que nos motiva a continuar.  
Trabajo de Déborah y Hadin exhibido en Tokio y París

-¿Qué han significado la beca Mombukagakusho y el premio Real Size Thinking Competition?
En el caso de la beca Mombukagakusho  (MEXT Scholarship) para estudiar el doctorado, supone un premio al trabajo realizado en el máster durante los dos últimos años. Me permite continuar con la investigación que comencé, además de poder vivir en Japón y comenzar a dar clases en la Universidad de Tokio durante los próximos años.

En la competición Real Size Thinking Competition 2016, donde presenté con mi compañero Hadin Charbel nuestra tesis fin de máster, Tokyo in(di)visible, primero quedamos seleccionados (se seleccionaron 4 propuestas en todo Japón), lo que nos permitió construir nuestro proyecto en 2.4m x 2.4m x 2.4m. Se nos dio un presupuesto lo suficientemente generoso para poder poner en práctica un sistema estructural innovador, que incorporaba unos productores de niebla accionados por el viento exterior. Nuestra idea era generar un espacio exterior entendido como un filtro para la polución en el aire que permitiera la práctica de Hanami. Una vez construido, finalmente quedamos segundos, pese a que nos llevamos una decepción tremenda, porque esperábamos ganar, nuestro proyecto fue seleccionado posteriormente para otra exhibición en Tokio. 

-Del Viejo y Nuevo Mundo tampoco os podéis quejar…
-Ya, el pasado año también recibí el Premio Luz y Arquitectura a los más innovadores Proyectos Fin de Carrera de Arquitectura de España y Portugal, con mi proyecto final de carrera. Fue muy gratificante que un jurado de reconocido prestigio premiara mi trabajo, además de tener la posibilidad de exponerlo y publicarlo. El premio, además de tener dotación económica otorgaba una visita a Eindhoven (Holanda) para visitar las instalaciones de la compañía Philips patrocinador de la cátedra, que aún tengo pendiente de realizar. 
Por otro lado, el pasado año Hadin y yo tuvimos la grandísima suerte de ser seleccionados para presentar nuestra investigación desarrollada durante el primer año de máster a la conferencia internacional ACADIA, bajo el título The Human Touch in Digital Fabrication. Estuvimos presentando en la Universidad de Michigan, en Ann Harbor (Detroit), ante profesionales de mucho prestigio en este campo y se trató de una vivencia muy estimulante.
Exposición en el Centro Pompidou de París

-¿Te costó adaptarte a la vida japonesa?
Sí, aunque he visitado varios países, posiblemente Japón sea el lugar donde más me ha costado adaptarme. Dado que me he centrado en mi trabajo no he aprendido japonés, lo que ha imposibilitado el acceso a muchas cuestiones de la cultura japonesa. Creo que es una pena, pero habría sido imposible realizar el máster tan intensamente si estudiaba japonés.
Otra cuestión que resultó muy complicado al principio fue la clara diferencia hombre - mujer, soy consciente de que desarrollo mi trabajo en una disciplina históricamente masculina, pero hasta que llegué aquí no había notado un trato diferente. Soy muy directa, y tiendo a dar mi opinión, siempre quiero participar en todo, y me gusta tener un papel relevante en el proyecto en el que trabajo.  Y eso el primer año fue bastante duro, no encontraba el punto de equilibrio entre el exceso de respeto que se practica aquí y la motivación que por mi carácter me salía. Era la única arquitecta con licencia para construir en el curso de máster; sin embargo, con frecuencia se aceptaban mis aportaciones a los proyectos, pero a la hora de la ejecución los trabajos que se me adjudicaban no me resultaban estimulantes, gratificantes... A día de hoy, la única que ha cambiado he sido. Desistí en intentar ser excesivamente correcta, y decidí hacer y trabajar como siempre he hecho, ser clara y honesta en lo que no estaba dispuesta a hacer, y por el momento, ha funcionado.   
 
La cacabelense disfrutando de un paseo por Tokio

-¿Qué añoras más de España?
De España añoro todo. Mi familia, por supuesto, lo que más. Las visitas son cada vez más espaciadas, entre 9 meses y un año, pero cuando llego a Barajas ya se me levanta el ánimo de nuevo….
En lo referente a la cultura española lo que más echo de menos es la interacción, hablar, opinar. Algunos dirán que somos gritones, pero yo ahora mismo estoy en una cultura donde no hablas con la gente que te rodea. Siempre cuento la misma historia, pero imagínate un lunes a las 8 de la mañana en el metro en Tokio, los vagones abarrotados de gente y no se oye ni una palabra (literal).

-¿Qué es lo que más valores de tu estancia en Japón?
Lo que más valoro es haber encontrado un lugar donde puedo desarrollar mis ideas. El sistema que se da en la Universidad de Tokio a través de laboratorios, algo así como lo que sería una cátedra en España, me interesa porque el trabajo que producimos se desarrolla entre academia, investigación y práctica. También trabajamos con empresas constructoras (Takenaka, Shimizu, Kajima), muy conocidas a nivel mundial, ellos están interesados en participar y fomentar la investigación en la Universidad. Posiblemente esto es bastante sorprendente si lo comparamos con España: en Japón se percibe la gratitud que los antiguos alumnos sienten hacia la universidad, por ello, una vez finalizado, cuando consiguen trabajar en una gran empresa, o incluso tener la suya propia, quieren mostrar su agradecimiento apoyando a la universidad en investigaciones o conferencias.
Por otro lado, la cultura japonesa es completamente diferente, muy compleja y secretista y cada día descubro cosas nuevas.


 
Visitando la Alhambra de Granada hace ya unos años

-Retrocedamos en el tiempo. Cuéntame un poco cómo fueron tus primeros años en el Colegio de Cacabelos. No sé exactamente cuándo marchaste a Ponferrada.
Ahora que lo pienso -y estoy segura de que esto no es demasiado común- a mí me encantaba ir al colegio, me gustaba aprender, y hacer deberes. Tuve una infancia muy intensa, un no parar, al principio vivía justo en frente del Colegio de Cacabelos, donde tenemos nuestra casa familiar, y donde todavía viven mi abuela y mis tíos, por ello, aunque después nos mudamos, siempre iba a jugar al patio del colegio. También practicaba baloncesto en el pabellón, además de asistir a la escuela de música donde se daban clases en el mismo espacio. Es decir, mi infancia se desarrolló en “las escuelas”. 
Allí fue donde te tuve como profesor, en segundo de primaria, recuerdo que te reías porque te decía que no tenía suficientes deberes… (Se ríe y yo doy fe de su ansia por aprender. Siempre me pedía trabajo para hacer en casa y más los fines de semana).
No sé si todavía sucede, pero entonces, nuestra relación con los profesores era muy cercana, conocían a toda nuestra familia, por lo que se crearon vínculos que duran hasta la actualidad. Además, dado que mis padres trabajaban, también me quedaba en el comedor, donde recuerdo con muchísimo cariño a las cocineras; bueno, como nosotros las llamábamos, “las cocis”, posiblemente ellas, junto con mis abuelas por supuesto, sean la razón por la cual, aun viviendo en Tokio, cocino con frecuencia platos de cuchara.
Aunque siempre he estado mucho por Cacabelos, porque pasaba las vacaciones, y porque gran parte de mi familia sigue allí, mi último curso en el Colegio de Cacabelos fue en quinto de primaria, creo que tenía once años, mi profesora en aquel momento era Nati, quien siempre nos alentaba a trabajar de manera creativa en los títulos de cada tema, la tipografía, los colores, eran cosas muy sencillas, pero fomentaba nuestra creatividad. Me acuerdo de aquel año y me da la risa, tuve una clase muy heterogénea y divertida, en aquel momento coincidieron muchos trastos en la misma aula. Nati tuvo muchísima paciencia… 
 
Participando en
-Después fuiste al Álvaro...y a continuación ya marchaste fuera de España
Lo cierto es que antes de irme al Álvaro, estuve en las Concepcionistas y luego en La Asunción. Como te comentaba, tuve una infancia muy intensa con muchos cambios…en Ponferrada mi vida dio un giro radical; tenía nuevos amigos, nuevo equipo de baloncesto, pero las relaciones eran diferentes, por lo que me centré en el baloncesto y en el esquí. Dado que Juanjo –Mourelo- era el director del Álvaro de Mendaña- comencé allí tercero de la ESO, pero en cuarto surgió la posibilidad de comenzar el bachillerato en un internado en Andorra a través de un programa de estudios que me permitía compatibilizarlo con el esquí. En aquel momento mi padre me alentó a salir fuera, dado que pensaba que sería bueno que estuviera en un entorno donde se hablara francés, además de la experiencia de conocer a gente diferente.
En mi caso, mi padre siempre me ha dicho que tengo que salir, mi madre lo opuesto, siempre me quiere en casa…pero yo como dice mi abuela he salido viajanta… (vuelve a reír).
-¿Fue difícil esa etapa? Lejos de la familia, un mundo nuevo…¿Cuál fue la mayor dificultad para superar los primeros tiempos?
Te diré que no, no lo recuerdo difícil para nada. Siempre me han gustado los cambios, suponen un reto, salir del ambiente en que te desenvuelves con seguridad ayuda a conocerte a ti mismo y a evolucionar. En aquella época no lo entendía así, simplemente me sentía bien viajando, pero con el paso de los años, he podido comprender que necesito tener cambios a mi alrededor que me obliguen a estar activa constantemente.  Además, todos en mi familia lo llevaban bien, bueno, ahora están totalmente acostumbrados, puede que fuera porque ellos también viajaron cuando tuvieron que emigrar a Suiza y a Francia. Posiblemente el único que en su día no lo entendía fuera mi hermano que tenía cinco años. Sí, posiblemente eso fuese lo más duro.
Mi etapa en Andorra fue diferente a lo que esperaba, en vez de aprender francés, aprendí catalán, y en vez de centrarme en el esquí de competición, me centré en dibujo, física, química y matemáticas. Me imagino que allí comenzó mi interés por arquitectura…

-Desde tan larga distancia cómo ves a tu pueblo, qué recuerdas más a menudo de Cacabelos, si eres morriñosa…
Hay dos momentos al año que no quería perderme cuando era pequeña y que me encantan porque para mí simbolizaban fiesta, familia y disfrute. Uno es la matanza en diciembre, el frío, la niebla, el olor a humo, estar por la huerta con ropa de trabajo, e ir a toda carrera a la panadería de Pablo y que Pili me diga a ver dónde voy con esas pintas que casi no me reconoce, disfrutar a lo grande. La otra es Cacabelos durante el verano y la vendimia, en el río o en la piscina, la fiesta de San Roque (que se ha quedado ya en muy poca cosa), o la de la Cooperativa, salir por la noche...
Por otro lado, el año pasado después de perder a mi abuelo comencé a valorar algo en Cacabelos que siempre había visto más como un defecto que como una virtud; una comunidad donde todos te conocen, tener a tantísimas personas apoyándote en los momentos duros, no sucede en otros lugares, y desde luego, no sucede en Tokio, en una metrópolis de más de 34 millones de habitantes, con otra cultura y otra religión. Cacabelos es un pueblo donde todos nos conocemos, y eso, estando tan lejos de mi hogar, es algo que valoro mucho y que no creo que vaya a tener en ningún otro lugar del mundo.

-Háblame un poco de tus proyectos. ¿Has o habéis pensado estableceros en algún lugar determinado? ¿España podría ser vuestro destino?
Este año, por primera vez, he empezado a plantearme el volver a España. Se trata de algo a largo plazo, de momento el próximo año estaré en Tokio, tengo la beca para otros dos años, pero no descarto ninguna opción.
En lo referente a mi trabajo, este año ya se presenta bastante completo. Por un lado acabo de comenzar a dar clases a un grupo de alumnos de primer curso de máster, lo que me está permitiendo adquirir una experiencia en docencia muy valiosa. Además, en el laboratorio estoy intensamente involucrada en un pabellón que vamos a construir para exponer en el Centre Pompidou de París. Se trata de un trabajo en equipo en el que participo en la dirección artística, conceptual, en la construcción y en la producción audiovisual.
En términos generales la exposición trata sobre impresión en 3 dimensiones y nosotros presentamos Drawn in Place, (algo así como dibujado en el lugar), donde mediante 3d doodlers que hemos construido, dibujamos una estructura colgante que comenzó a estar abierta al público el 15 de marzo. Por ello, tengo que visitar París en Febrero y Marzo.
Por el otro lado y relacionado con mi doctorado, visité Zúrich a finales de marzo, como parte del programa de intercambio cultural que la Universidad de Tokio y la ETH de Zúrich tienen convenido. Dado que nuestro doctorado en tecnología y diseño computacional es nuevo en Tokio, nos entrevistaremos con ellos para ver cómo planteamos el programa, además de ver sus instalaciones, conocer sus investigaciones e intercambiar opiniones.
También formo parte de las entrevistas que se dan como parte del programa de intercambio entre la SOA (School of Architecture) de Princeton y la Univ. de Tokio. Esta vez nos tocan arquitectos japoneses (en noviembre fue en Nueva York), y por fin, alguna arquitecta… durante los dos últimos años hemos estado entrevistando a arquitectos de renombre, Steven Holl, Tom Mayne, Bernard Tschumi, Fumihiko Maki, Hiroshi Hara, Arata Isozaki, sin embargo, todos varones eran arquitectos, ninguna mujer arquitecta.
En el ámbito profesional, es el momento de comenzar nuevos proyectos. Hadin y yo hemos decidido abrir nuestra oficina de arquitectura, con la que inicialmente participaremos en competiciones y prepararemos los encargos que vayan surgiendo. El pasado año fue un año de recoger frutos, éste toca sembrar, así que estoy ansiosa por comenzar nuevas aventuras y ver cómo evolucionamos. 

¿Qué decía al principio? ¿Es o no es una polvorilla?
Con la intensidad que imprimes a todo lo que haces, esas nuevas aventuras evolucionarán muy bien.  ¡Mucha suerte!

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