LA PUENTE DORMIDA
Por Antonio Esteban González
Recordé, cuando llegó a mis manos
esta fotografía, una lección de Gramática
-Gramática Española y no “gramática parda”- de mis
años de niño en la escuela, bajo la autoridad de don Paco Santos, el maestro.
Decía la Enciclopedia de José
Dalmáu Carles que uno de los accidentes del nombre era el género, que nos indicaba el sexo de las
personas, de los animales y el que se atribuye a las cosas y que los géneros
eran: masculino, femenino, neutro, epiceno, común y ambiguo y como soy curioso
por naturaleza recurrí al Diccionario Ideológico de la Real Academia Española
de la Lengua, de don Julio Casares y comprobé que la palabra “puente” es de
género ambiguo. Es decir tiene el género de las cosas inanimadas que unas veces
se consideran de género masculino y otras de género femenino, como el mar o la
mar; el calor o la calor, palabra, ésta, muy usada en nuestra zona y, no tanto
el puente o la puente.
Como curiosidad diré que el
epiceno se usa en nombres de animales que
con un mismo artículo designan los dos
sexos: el ratón, la mosca, el lagarto o la codorniz.
Y, lo que son las cosas -me he dado cuenta ahora- que una simple cuestión gramatical ha dado pie
para poner pie -valga la redundancia- al artículo sobre el puente -o la puente-
de esta semana.
Lo de dormido o dormida, porque
el adjetivo debe concertar con el sustantivo, viene dado por el nombre que, en
este caso es femenino. Creo que ha quedado suficientemente aclarado el título
que, por otra parte, suena muy bien.
La foto tiene algunos años y nos
muestra una panorámica distinta del rio Cúa que, tal vez no sea recordada por
muchos, pero es nostálgica y ahí está.
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