miércoles, 4 de julio de 2018

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCCX)




YA NO ESTÁN TODOS LOS QUE ESTÁN…

 Por Antonio Esteban González

He retorcido   -gramaticalmente hablando-  la frase con la que encabezo, esta semana, IMÁGENES Y RECUERDOS DE CACABELOS, repitiendo, por dos veces el término están. Me explico: quiero decir que ya no viven   -ya no están entre nosotros en este mundo enloquecido que nos ha tocado vivir-  algunas de las personas que se dejan fotografiar por Isidro González Canóniga en la Plaza Mayor, un domingo cualquiera, mientras gozaban de los últimos soles del otoño o los primeros de una primavera esperanzadora.
A ellas y a ellas los vemos en armonía fotográfica, como no podía ser por menos, ya que, desde siempre, eran amigos, aunque ninguno de ellos matrimonió con ninguna de ellas. (Santiaguín lo hizo con Gracianita y Luciano con una moza maragata y el resto de ellas encontró acomodo -la que casó-  en otros lugares).
Arriba, de izquierda a derecha, vemos a Enedina que se unió en matrimonio con Tomás Folgueral,  a Marujina, que lo hizo con Ezequiel, a Nice, nieta del boticario Garrido, que está soltera y a Marisa Palacios que en Logroño regentaba una importante zapatería y también allí vivió con su marido.
Abajo -de izquierda a derecha-  vemos a Tere Garnelo, a Tesa, la de “Romanones” que aún vive en La Coruña a Milagros  -ya desaparecida-  que fue mi pareja de baile una tarde Pascua entre los viejos y copudos olmos del Santuario y que me dijo que era la sobrina de don Andrés, el “Valenciano” y vemos, también, a Ana Mary Bastida, nieta de don César Garnelo, que como Marisa Palacios también regentó una zapatería en Vigo.
Con fotos como esta   -del álbum de Nice Cela-   recordamos otros tiempos y otras modas porque todo cambia y lo que fue ayer, ya no es hoy. Fotografías como esta  son como espejos sin azogue y nos vemos en ellas, tal y como éramos.
Una foto nostálgica con la que recuperamos el ayer de nuestra villa, un ayer que se nos ha ido poco a poco de las manos como el agua por un cedazo y con la que escribimos, fotográficamente hablando, la historia de Cacabelos.

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