Ángel como vendedor ambulante
La tradición oral de nuestra
familia cuenta que lo que motivó a Ángel a irse de su aldea cuando era joven
fue el hecho de no ver un futuro prometedor si se quedaba. Se decía que en esa
comarca había la costumbre del mayorazgo, es decir, en una familia de
labradores, al hijo mayor le correspondía la mayor parte de la herencia y al
resto de los hijos les correspondía una cuantía menor, la llamada herencia
legítima, de la que podían disfrutar en caso de que salieran de la casa, bien
porque se casaran o emigraran y que en el caso de las mujeres era la dote
cuando se casaban. Si los hermanos menores permanecían en la casa quedaban a
expensas del mayor sin disfrutar de su legítima, prácticamente como criados.
Ángel, que tenía hermanos mayores, no aceptó la situación de segundón y se fue.
En aquel tiempo (años treinta y
cuarenta del siglo XIX) ya habría un cierto incremento de la actividad
económica y del comercio en Galicia y supongo que también en esa comarca de
Ulloa, pues las autoridades promovieron medidas que buscaban la liberalización
de la economía. Ángel pudo ver en Palas de Rei y en otras villas cercanas, o
incluso en Lugo o en Santiago, otra manera de vivir que la monótona y servil
vida en su pueblo. Esto y, como acabo de decir, el verse prácticamente como un
criado del hermano mayor para el resto de su vida pueden haber sido las causas
que lo llevaron a salir de su pueblo cuando era un joven. De todos modos, en
Galicia la emigración venía de lejos: temporeros que iban a la siega en
Castilla y Andalucía o gente que se establecía en ciudades como Madrid, Sevilla
o Cádiz, en donde había oportunidades de trabajo. Eran segundones los que
salían de la casa, bien para obtener una ganancia que iba para la casa, o bien
para establecerse por su cuenta.
La gente mayor de nuestra familia
hablaba de la estancia de Ángel, el Carretón, en Granada y de que allí ya se
dedicaba al comercio. ¿Cómo fue un joven del interior de Galicia a parar en
Granada? Es posible que saliera de su aldea para ir a trabajar, como señalaba
antes. En aquella época muchos jóvenes gallegos emigraban a Andalucía en donde
se pagaban, en comparación con Galicia, buenos sueldos. Unos iban para
conseguir unos ingresos extras para la casa; otros, trabajando varios años,
conseguían un dinero que les permitía fundar una familia en su tierra y algunos
ya buscaban una nueva vida en la tierra de acogida.
Cabe también la posibilidad de
que Ángel fuera a una ciudad tan distante desde su pueblo para hacer la mili y
que, cuando acabó el servicio militar, de alguna manera, empezó a comerciar con
objetos de uso cotidiano en las casas: cuerdas, alpargatas, vajilla, clavos,
agujas, etc. Desde Granada capital se desplazaría a los pueblos cercanos a
vender. Al final se hizo con un carretón y alguna caballería para tirar de él.
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| Mercado de la Alcaicería de Granada, aspecto actual |
No sé cuánto tiempo permaneció en Granada en
este plan.
Tampoco sé a qué edad Ángel se
fue de Vilar, es de suponer que cuando era un joven de veintitantos años. Ni sé
el tiempo que pasó en Granada, debieron ser varios años. Pero en los relatos
familiares se contaba que, estando en Granada, el Carretón pensó en casarse y
se acordó de una muchacha que iba a pastorear con él cuando eran niños. Decidió
volver a su pueblo para pedirle matrimonio si aún estaba soltera.
Y, como lo pensó, así lo hizo.
Regresó a Vilar de Donas con el firme propósito de casarse. Un camino largo
desde Granada a Galicia en aquel carro que le serviría también de casa, por
aquellas carreteras y caminos de la España de mediados del siglo XIX.
Aprovecharía su paso por pueblos y ciudades para vender la quincallería que
llevaba en el carro.
Cuando llegó a su pueblo, la
pastora todavía estaba soltera. Ángel le propuso matrimonio y ella, y sus
padres, aceptaron. La boda fue en junio de 1865, cuando ya Ángel tenía 35 años.
La novia se llamaba Ángela Iglesias, también de Vilar de Donas, y tenía unos 30
años en la fecha de la boda. Nunca oí que el matrimonio volviera a Granada.
A partir de entonces formaron una
pareja de vendedores ambulantes. Me los imagino yendo de feria en feria en el
carretón, carro grande y cubierto, que, además de portar las mercancías que
iban vendiendo (quincallería de la que se utilizaba en las casas), les servía
de casa y en él también llevaban los enseres de un hogar humilde. Era una vida
errante. En el carretón dormían, cocinaban cuando había mal tiempo; alimentaban
y cuidaban a las caballerías que tiraban de la carreta; paraban en algún
riachuelo para lavar la ropa…
Mi padre nos decía que, cuando
llegaban a una feria, abrían un lateral del carretón y este lateral hacía las
veces de mostrador.
Mis mayores nos contaban que Ángela y Ángel
iban por las ferias vendiendo, pero no nos informaron de las zonas que
recorrían. Como acabaron instalándose en Cacabelos, es de suponer que
visitarían las ferias de pueblos de nuestra provincia y de la de Lugo, de donde
ellos eran. A lo mejor también iban a pueblos de otras provincias limítrofes con la de León y la de Lugo,
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| Calle Santa María e Iglesia de la Plaza de Cacabelos. Así sería a finales del XIX |
como puede ser el
Barco de Valdeorras. Es posible que, en almacenes de ciudades más importantes,
como Lugo o Astorga, se proveyeran de las mercancías que luego iban a vender en
las ferias y mercados o que fueran comprando a particulares objetos que ellos
luego revendían.
Pero la vida de ambulantes de la
pareja no duró más que un año. Ángela quedó encinta, así que decidieron dejar
la vida nómada y convertirse en sedentarios. El lugar elegido para establecerse
fue Cacabelos, quizá elegido porque estaban por aquí cuando a Ángela se le
acercaba el momento de dar a luz; y, a lo mejor, el hecho de que Cacabelos
fuera un pueblo con comercio y buenas ferias también influyó en la
elección.
Contaba mi padre que un día,
viniendo el matrimonio a una de las ferias de Cacabelos, los dos sentados en el
pescante del carretón, Ángel paró el carromato en el alto de San Bartolo y,
mirando hacia Cacabelos y su valle, le dijo a su mujer:
― Escoita, xa está ben d’ir d’un
lao pra outro como pelegrinos sen fogar. E
mais agora que imos ter un fillo. Este sitio éche muy bonito, ten
comercio, podemos ficar aquí e criar aos nosos fillos.
Como lo pensaron, así lo
hicieron, quedaron en Cacabelos.
Continuará…
Roberto Carballo González