DOS
PAREJAS. DOS
Por Antonio Estaban González
Y, además, dos parejas guapas, -subrayo el adjetivo- como se dice ahora que la palabra está casi
pasada de moda o se usa en las revistas
de corazón para referirse a personajillos de moda. Recuperar esta palabra
trae nostalgia de un ayer lejano que -¡ay¡-
no volverá.
Eran -decía-
dos parejas guapas que no se sorprendían porque el fotógrafo los
eternizase en una de esas fotos que todos tenemos en nuestros álbumes y yo, a
veces, me pregunto si este ayer no causa
pena -y la causa- y si alguna lágrima furtiva no aparece -y aparece-
en los ojos nostálgicos de todos porque
ese ayer no lo podemos olvidar ni
cambiar y que, aun pudiendo olvidarlo o cambiarlo, tal vez no lo hiciéramos.
En la foto, cuatro
amigos. Dos de ellos llegaron al altar; los otros dos, no y, no sé muy bien si,
por falta de ganas o por amor a la libertad o porque no era ese su destino.
La pareja que unió sus
amores, como se decía antes, son Gelo -Gelo, el de Berta- y Berta -Berta,
la de Gelo. O sea, Gelo, el de Aniceto y Berta la de Amanda.
La otra pareja es Olga,
que, más tarde emigraría a Brasil con sus padres y Manolín, hijo de Manolo
Martínez y de Dulcinia Saavedra.
A decir verdad y en
palabras de quienes la conocieron, Olga era una morena espectacular, aunque
pequeñita, que puso mariposas en el corazón de muchos jóvenes de la villa, pero
prefirió a Manolín que era más simpático y resultón.
Habría que preguntarse si
Olga dejó destrozado el corazón de Manolo. ¿Sí…? ¿No…?. Él lo sabe, pero no nos
la va a decir. (Tal vez no nos lo diga porque encontró en Mercedes la mitad de
su naranja y Olguita es hoy una sombra difusa en su vida).
Ahí queda la foto que es
un sueño de nostalgia que, seguramente, Olga, Berta y Manolo soñarán.
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