miércoles, 3 de junio de 2020

Bodegas Guerra pudo instalarse en Brasil por mediación de Manolo Cacagüés




Entrada a las bodegas desde la actual Avenida de la Cosntitución

Se nos fue en silencio la pasada noche en casa de su hija Inés, tranquilo como lo era él en vida. El dichoso coranovirus apartó a Manolo de hacer su vida en Cacabelos los últimos meses, donde le gustaba salir cada mañana y cada a tarde para charlar con los amigos ante una copa de mencía que cataba a pequeños sorbos mientras transcurría la conversación.

Esta pandemia también trajo la suspensión del fútbol y, en consecuencia, la posibilidad de ir al bar para ver los partidos del Real Madrid. Compartíamos mesa y afición con su tocayo Manolo el profe del Instituto. Cuando aún vivía Daisy, ella nos acompañaba entretenida con un periódico si el partido se disputaba por la tarde. Las grandes noches de los martes o miércoles en que se jugaba alguna eliminatoria de la Champions, acudía a la cita así cayeran chuzos de punta. Con comentarios mesurados y gesto sereno observaba los partidos a pesar, muchas veces, de las incidencias del juego y de los clamores que le rodeaban.  Y aún más sereno se mostraba si el encuentro era disputado entre los merengues y el Celta de Vigo, también su equipo del alma: Hoy tengo el corazón dividido, solía decirnos en esas ocasiones.

En uno de los descansos de un partido, hace dos años, nos contó su mediación con las autoridades de la ciudad brasileña de San Roque en el Estado de Sao Paulo para instalar allí una filial de la Bodegas Guerra de Cacabelos. Manolo vivía en ese país americano donde se casó y tuvo sus dos hijos: María Inés y José Manuel. A su regreso a España le dio tiempo a ser Alcalde una temporada en aquellos años de la Transición.

Encabezamiento de una de las cartas remitidas desde Bodegas Guerra de Cacabelos

Nos enseñó las cartas que recibía de don Antonio Díaz, el propietario de las bodegas, interesándose mucho por el proyecto y nos explicó las gestiones directas con el Alcalde de aquella lejana localidad que se sumaba de buen ánimo al mismo. Incluso apareció una rica madrileña amiga de don Antonio con intereses en San Roque que aportaba el capital necesario. El empresario cacabelense, según uno de los documentos, tendría el 50% como socio industrial. 

Era el año 1960. Quizá las propias dificultades que asomaban ya en la bodega matriz y la exigencia de tener que trasladarse a Brasil, se puede decir que obligaron a don Antonio a rechazar el plan.

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