MISA TEMPRANA
Por Antonio Esteban González
Ellas venían de misa tempranera No era, no, la misa del
alba, aquellas misas entre dos luces, al amanecer con las campanas repicadas a
mano y el velo, las mujeres, ocultando o casi el rostro adormilado y con
vestidos de manga larga, sin escote. Y medias ya que no podían, las mujeres ir
a la iglesia sin medias. Estaba mal visto y el párroco de turno, lo prohibía.
No volvían, Loles
y Nena, la de Pitareco, de la misa del
alba o misa del amanecer. Venían, sí,
de una misa temprana, pero, no, de la del alba. A estas misas acudían los
feligreses -las feligresas- devotas
-naturalmente- a rezar, llevando,
en la mano, los misales pesados que, a
veces, eran un inconveniente a la hora de mojar los dedos en la pila del agua
bendita, mientras bisbiseaban: “Por este agua bendita que tomo en mis manos,
sean perdonados mis delitos y pecados”, lo que suponía que uno era pecador
empedernido, pero, a pesar de todo, uno
-una- mojaba dos dedos en la
pileta y se santiguaba como era habitual y, eso, seguramente, era lo que habían
hecho Loles, la “Cholas” y Nena, la de “Pitareco” quienes, a la salida, se iban
a casa a preparar la comida del domingo
-si era domingo- o a sus labores,
como decían los carnés de identidad en los que había que especificar la
profesión de la mujer, en un tiempo en que las mujeres casi no tenían
profesión. O sea: sus labores o las labores propias de su sexo.
La foto de esta semana puede ser de los años sesenta, a
tenor del traje de chaqueta de Loles, entallado. Nena, la de “Pitareco” vestía
más sencillamente con calcetines blancos y zapatos sin tacón.
La foto es una foto sencilla -hecha por Quico, el “Curioso”, de un tiempo
ido que, además sirve para recordar a dos vecinas del pueblo y que, además, nos
muestra, al fondo, un paisaje que ya no existe.
Recordar es vivir de nuevo lo vivido. Recordemos, pues.
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