jueves, 6 de marzo de 2014

Enterramos la sardina, pero seguimos en carnaval


Los dos acólitos entonando preces sobre la carroza fúnebre de la sardina


Una sensación extraña experimentábamos los cacabelenses esta pasada tarde del Miércoles de Ceniza al celebrar el entierro de la sardina. Esa sensación estaba motivada porque la tradición manda concluir los festejos carnavalescos con esa disparatada ceremonia y sin embargo este año no hemos celebrado aún el desfile del martes, suspendido hasta el domingo por la lluvia.
Con la caída de las primeras sombras de la noche fueron llegando a la Plaza Mayor gran cantidad de viudas y viudos desconsolados para acompañar a la sardina en su último paseo por la calles del pueblo. En una elegante y (casi)discreta carroza realizó este postrer viaje con el auxilio espiritual de dos fervorosos acólitos-no  confundir con colitos-que no cesaron de pregonar plegarias por su alma.
El dolor marca el rostro de esta pobre viuda
Por una vez en mucho tiempo-y toco madera-las únicas gotas que humedecieron el asfalto de las calles procedían del mar de lágrimas que resbalaban por las mejillas de los piadosos y doloridos cacabelenses asistentes al sepelio. Seguramente los exiliados estaréis informados de las múltiples borrascas que han azotado esta tierra los últimos meses. ¿Veinte, treinta, cuarenta, cincuenta…días lloviendo? Ya hemos perdido la cuenta. La historia aquella de nuestro antepasado Noé con su arca y el  Diluvio Universal de cuarenta días con sus cuarenta noches lloviendo fue unha mexada de can (en galego que é máis doce) si la comparamos con la vivida aquí desde el pasado mes de diciembre.
Una vez finalizado el itinerario del cortejo llegó el momento de decir adiós a la parrocha, pero no enterrándola, como sería lo natural. En Cacabelos, bien acomodada sobre una plataforma en llamas,   se arroja al Cúa para que sus turbulentas aguas la guíen a un mundo mejor.
Y ya se sabe: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Todos los asistentes regresaron a la Plaza Mayor para dar buena cuenta de decenas de quilos de sardinas asadas-estas de verdad, de carne y espinas-con la ayuda de unos buenos tragos de mencía para endulzar las penas. Penas que no son muchas porque aún no llegó el final de la fiesta: el próximo domingo se celebrará por la tarde el desfile suspendido ayer.
Tres generaciones de afligidos cacabelenses
La tradición seguirá porque la semilla está brotando

Héctor saboreando la sardina con sus abuelos
Las sardinas no se asan solas. En la foto tres de los "culpables"

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