miércoles, 25 de mayo de 2011

El comercio de Burgueño I

Hace pocas fechas se inauguraba un nuevo establecimiento dedicado a cafetería en el lugar que antiguamente ocupaba el comercio de la familia Burgueño. Se trata de la Cafetería Siglo XIX que mantiene parte de la decoración del emblemático local.

Al visitar el nuevo establecimiento mi memoria retrocedió unas décadas . Volví a ver a doña Emilita y a su hermano, Ignacio(“Inacito” le llamaban muchos), despechando telas y otras mercancías similares tras el largo mostrador.

(Sería interesante hacer algún día un pequeño estudio del por qué o del cómo los cacabelenses otorgaban el tratamiento del don o el doña. Dos hermanos en igualdad de condiciones: él, Inacito, y su hermana, doña Emilita.¡Toma del frasco!)

Doña Emilita, alta, delgada, caminaba erguida, con la cabeza alta, gastaba siempre zapatos con un tacón altísimo(al menos así me parecían entonces a mí) y los paseó con elegancia prácticamente hasta su fallecimiento cuando ya “calzaba” unos buenos años en cada pie. Antes de doblar la esquina de los soportales y poder verla, ya sabía que se aproximaba por el característico sonido de su taconeo.

Ignacio gastaba, ¿qué gastaba?, gastar, gastar...lo que se dice gastar, gastaba poco. Ni si quiera las suelas de los zapatos. Su vida se centraba en el comercio. Bajaba del primer piso a la tienda y en ella permanecía en horario de mañana y tarde. Solía acudir a misa, pero sólo necesitaba cruzar la calle para llegar a la iglesia.. Las tardes de los jueves, cuando el comercio cerraba entonces por descanso, se iba al Casino, acaparaba y colocaba los periódicos unos sobre otros e iniciaba una lenta lectura que duraría toda la tarde. El resto de los clientes ya sabían que los jueves, si querían leerlos, tendrían que hacerlo por la mañana o una vez hubiese dada buena cuenta de ellos Ignacio.

El trayecto más largo solía realizarlo los domingos cuando jugaba en casa la U.D. Cacabelense. Salía de su casa casi siempre apoyado en un paraguas aunque no lloviera o no amenazase hacerlo. Recorría los soportales hasta llegar a la esquina de la Relojería Marcos y desde allí se encaminaba hasta el campo de fútbol, situado entonces en el lugar ocupado por el Colegio y Pabellón Deportivo.

Durante los noventa minutos que dura un partido Ignacio sufría la metamorfosis más espectacular que pude observar en una persona por aquellas fechas. Ignacio en su vida cotidiana era una persona muy reservada, muy serio, introvertido, poco hablador, y si hablaba, solamente lo imprescindible. ¡Ay! Pero en los partidos que disputaba su querida Unión Deportiva Cacabelense, la pasión transformaba su comportamiento cotidiano. Gritaba, alzaba los brazos, enseñaba amenazante el paraguas al linier, al árbitro, a algún jugador visitante(quizá hubiese alguna otra razón llevar paraguas sin tener en cuenta la meteorología), insultaba y se movía continuamente a lo largo de una de las bandas del campo increpando a diestro y siniestro. Más de una vez apuntando con el paraguas un lugar sobre el césped gritó al árbitro:

-¡Aquí! ¡Aquí te vamos a hacer la fosa!

Finalizado el partido regresaba a casa solo, más o menos cabizbajo según hubiese sido el resultado, quizá respondiendo a algún saludo con apenas un gesto. Regresaba a la normalidad.

(Continuará)

2 comentarios :

  1. José Antonio Rodriguez Alba29 de junio de 2011, 13:24

    Recuerdo 2 cosas sobre los Burgueño: 1) Que recibían cartas de Chile y Dña. Emilita me daba los sellos.... eran como tesoros para mi. Al estar la tienda de mi madre (Mercería Lupe)tan enfrente me quería mucho.
    2) Mi padre me contó que al padre de los Burgueño le mató un Sr. de Quilós de un tiro en el Café América antes de la guerra. Al parecer las actividades bancarias del Sr. Burgueño padre tenían algo que ver. Era lo que llamaríamos un prestamista para los habitantes del Bierzo que querían ir a América en la decada de los años 20 y 30 del siglo XX.
    ..
    Dña Emilita era realmente refinada y muy amable pero su hermano posiblemente tenía algún problema y con los niños era bastante gruñón. Quizás es por esto por lo que no se le conocía como Don Ignacio; ya se sabe que en aquella época la gente y los niños en particular éramos un poco crueles.
    A la muerte de su padre al parecer no pudieron hacer frente a los acreedores y sólo les quedaba (sólo relativamente) la casa, con 2 pisos y muy señorial y la tienda de tejidos con su largo mostrador y en la esquina de la casa la tienda de los padres de Mayita.
    Para mis ojos infantiles la casa era enorme.
    Un abrazo.
    José Ant. Rodríguez Alba.

    ResponderEliminar
  2. Qué bonita la historia de los hermanos Burgueño, con colofón de José Antonio "el de Lupe". Qué entrañable, qué recuerdos! Efectivamente, "Inacito" era un poco refunfuñón con los niños y doña Emilita, toda una señora. Gracias
    Cacabelense

    ResponderEliminar