martes, 16 de septiembre de 2025

Historia de la gente. Origen de una familia de Cacabelos (III)

 


Muerte de Ángela. Encuentro con Petra.

Estando ya en Cacabelos Ángel y Ángela, en 1866, un año después de casados, Ángela dio a luz una niña en el mes de julio y le pusieron de nombre Manuela, María Manuela. La cría no debió nacer muy sana, pues una señora tuvo que hacerle un bautismo de socorro antes del bautismo oficial en la parroquia (tendrían miedo a que muriera). Ángela, la madre, murió unos meses después del parto, en enero de 1867, murió y fue enterrada en Cacabelos.  En la partida de defunción se registra que murió a consecuencia de una fiebre tifoidea y una erisipela fleginomosa, es posible que esta última es lo que hoy se llama erisipela flemonosa; las dos son enfermedades infecciosas. En aquel tiempo la fiebre tifoidea era todavía endémica en España.

Así que Ángel se vio solo con una niña de meses. Podemos hacernos una idea de su tristeza y desilusión. Contaban nuestros mayores que decidió irse de Cacabelos y dejar a la niña a cargo de una familia del pueblo. Él siguió de vendedor ambulante con su carro. Es de suponer que de vez en cuando volviera al pueblo a ver a su hija y a pagarle a los que la cuidaban por su crianza. No es raro que para estas visitas aprovechara días en los que había feria en nuestro pueblo. 

No debía de haber pasado mucho tiempo desde la muerte de Ángela, cuando el Carretón empezó a relacionarse con Petra, la que sería su segunda mujer. Ella residía en Ponferrada, aunque esto no se contaba en la narración oral de la familia. Lo que sí se decía era que ella estaba de cocinera en una fonda, siempre creí que la fonda era en Cacabelos, pero, los documentos que ahora tenemos la dan como residente en Ponferrada.  Ángel y Petra acabaron casándose, lo hicieron en la iglesia parroquial de Cacabelos en mayo de 1869, ella tenía 28 años y él 39 (Petra para casarse lo tuvo que hacer con el consejo favorable del director de la Casa de Expósitos, el orfanato de Ponferrada, pues había sido una niña de inclusa).

Fue probablemente después de la boda cuando Ángel se estableció definitivamente en Cacabelos como comerciante. La gente del pueblo ya lo conocería de cuando venía con su carro a vender, así que, cuando instaló una tienda fija, todo el mundo en el pueblo la empezó a llamar tienda del Carretón. De esta manera a él le quedó el apodo de Carretón y a todos sus descendientes nos conocen todavía hoy con el apodo de los carretones.

 

Petra, la niña de la inclusa

La historia de Petra, como la de Ángel, siempre nos dejó fascinados cuando la narraba mi padre. Según él, un día en el que el cura de Congosto iba a tocar las campanas que anunciaban la misa de la mañana encontró a la entrada del campanario a un bebé recién nacido. Ese bebé era Petra. Mi padre y la tía Ricarda insistían en que la niña venía envuelta con buenas ropas, lo que dio lugar a pensar que la niña era hija de una mujer rica, hija no deseada.

Algunos de la familia especulan que Petra era la hija de una muchacha perteneciente a una familia adinerada de Ponferrada en aquella época. Parece que esa información la sacaron de la abuela Ricarda (hija de Petra), a mi padre no le oí contar nada sobre cuál era la familia de la niña. También oí que la niña era hija de un maestro al que la familia adinerada rechazó por no ser de su clase social y obligaron a su hija a abandonar la criatura y, según la versión de mi familia, lo hicieron en el campanario de la iglesia de Congosto.

También se decía que, siendo ya Petra una mocita, su padre iba con su esposa por Ponferrada y la vieron. El hombre le confesó a su mujer que la mocita era hija suya y la mujer quiso adoptarla. Le propusieron a la muchacha la adopción, pero Petra contestó que, si de niña no la habían querido, ahora de mayor no los necesitaba para nada.

 Mi padre aseguraba que el cura de Congosto, con ayuda de una mujer del pueblo, crio a la niña y le procuró el aprendizaje de un oficio, el de cocinera.

Todo esto, la aparición en la iglesia de Congosto, el cura y la historia de la familia adinerada, se vino abajo cuando averigüé, con la partida de matrimonio de Petra y Ángel y con el registro de la Casa Cuna (hospicio de Ponferrada) de una niña llamada Petra Pascuala, que la historia no era así. La niña había aparecido en los soportales de una casa de Ponferrada.

 

Puente viejo de Ponferrada y antigua iglesia de San Pedro a principios del siglo XX

La siguiente fotografía es la del registro de ingreso de Petra en la Casa Cuna de Ponferrada:

 


No es fácil de leer el texto, pongo su transcripción a continuación, conservando la ortografía de entonces:

 

Petra Pas-       Como a las 6 y media de la mañana del dia veinte

cuala               y tres de Octubre de mil ochocientos cuarenta y uno

            un hijo de Mateo Lopez Sobrado de esta vecin-

           dad llamo por el ama y por el torno se dio una

                                    niña recien nacida embuelta en un pañal, un re-

               tazo de coberton y dos fajas de seda color de

               ceniza todo viejo. Dicha niña fue hallada se

               gun manifesto aquel en los soportales de la casa

               de D. Esteban Fernandez Carus. No traía papeleta ni

               otra señal.

 

Firma: Pedro Pombriego

 

Cuando un niño era entregado en la Casa Cuna se registraba en un libro y se le asignaba un número, a Petra le correspondió el 3.072 y pasó a ser la Expósita 3.072. Como se ve, la niña no apareció en la iglesia de Congosto y no se dice en este registro de entrada que fuera encontrada por un sacerdote, aunque lo de Congosto y lo del cura tiene una explicación que daré más adelante. D. Esteban Fernández Carús fue administrador de la Casa Cuna unos años más tarde, es posible que, cuando ingresaron a Petra, ese señor ya tuviera relación con la institución y la persona que la abandonó en los soportales supiera de esa relación.

Como se ve en el caso de Petra, en el libro quedaba detallada toda la información que se tenía sobre el hallazgo y la entrega de la criatura. Ángel Morales Álvarez en su libro sobre la Casa Cuna señala que esta minuciosidad era con vistas a que, si había una posterior reclamación del expósito por parte de su madre o de la familia, no hubiera lugar a confusión. En el registro de entrada se detalla el tipo de ropa en la que venía envuelto, el color y el estado (en el caso de Petra se señala todo viejo), si una persona hacía la entrega se dejaba constancia de su nombre y apellidos, la edad de la criatura, el lugar en el que apareció, la hora de la entrega, cualquier marca o indicación como escapularios o medallas, cualquier marca o falta en el cuerpo del niño, o heridas o signos de malnutrición, falta de atención, etc. (en el registro de Petra sólo se dice que no traía papeleta ni otra señal).

Había muchos niños que venían con una papeleta entre las ropas que los envolvían. En ella se señalaba si el expósito ya estaba bautizado (cosa importante en la época) y con el nombre que se deseaba que fuera registrado. Así, en caso de una futura reclamación por sus padres o familia, sería fácil identificarlo. Ángel Morales dice que, para una mejor identificación, en el bautismo se solían poner nombres compuestos y de uso poco frecuente (el caso de Petra, Petra Pascuala, parece que responde a esta pauta).

Petra fue bautizada el mismo día que ingresó en la casa de expósitos. Fue bautizada por un sacerdote de la parroquia de la Encina y el bautizo se hizo sub conditione, pues no se sabía si ya estaba bautizada cuando fue abandonada.

Es de suponer que la niña, recién nacida, fue amamantada desde el primer momento por alguna de las nodrizas del hospicio. Estas nodrizas eran mujeres que recientemente habían dado a luz. La Casa Cuna se informaba, muchas veces con ayuda de los curas de los pueblos, de jóvenes sanas que estuvieran dispuestas a prestar este servicio, por el que se les pagaba un corto estipendio.

 

Edificio que albergaba la Casa Cuna de Ponferrada a mediados del siglo XIX (calle del Hospital de la Reina). La ventana circular daba al torno.

 La foto es de hace pocos años.


Una curiosidad: la primera niña que ingresó en el hospicio de Ponferrada era de Cacabelos. Se llamaba Francisca Antonia. El ingreso fue en marzo de 1775. (Información sacada del libro de Casimiro Bodelón Sánchez “UNA OBRA SOCIAL OLVIDADA. Casa-cuna de Ponferrada (1775-1932)”)

La administración del centro procuraba contratar a familias para que en su casa criaran a los niños a cambio de una paga. En estas familias, la mujer debía de ser capaz de amamantar a la criatura durante la época de lactancia y así se escogían mujeres que tuvieran un hijo en edad de lactancia y pudieran amamantar a dos niños, o que su hijo lactante hubiera fallecido recientemente (algo que se daba con cierta frecuencia en la época) o que hubiera destetado al suyo y pudiera todavía dar leche. Estas familias seguían con la crianza del expósito hasta una cierta edad. Las familias para la crianza solían ser de los pueblos y la Casa Cuna disponía en esos lugares de personas (el cura, el maestro, el alcalde o alguna persona de bien) que informaban sobre mujeres que pudieran estar en situación de criar a un niño, además un médico dictaminaba si la mujer estaba en condiciones físicas e higiénicas para llevar a cabo ese cometido. 

En el caso de Petra, unos días después de su ingreso en la casa de expósitos fue dada para su crianza a una señora de Congosto (y aquí aparece Congosto en la historia de Petra), Josefa Fernández, por un salario de 20 reales mensuales. En el registro que tiene Petra en la institución se observan cuentas de pagos que se hacen a esa familia. Parece ser que la cría estuvo con esa señora hasta la edad de 9 años. Se supone (así se establece en las condiciones que requería la Casa Cuna) que la familia crio a la niña como si fuera hija propia. El que se criara como hija propia no sería impedimento para que a la niña la pusieran a trabajar con una corta edad. En Congosto, por esa época, durante los meses de invierno había un maestro probablemente pagado por el concejo, pero no era habitual que a las niñas se las mandara a la escuela. No sé si nuestra bisabuela sabía leer y escribir, pero, si se parecía a su hija Ricarda, no había humano que la engañara. 


Un torno como el que podía haber en el hospicio de Ponferrada para dejar los niños, de tal manera que no se viera a la persona que lo dejaba.

Cuando Petra iba a cumplir nueve años, en julio de 1850, un cura fue a recogerla a la Casa Cuna. La niña, que no sé si estaría todavía con la familia de Josefa Fernández en Congosto (las últimas cuentas con la familia que vienen en su registro son de 1849) o estaría en el edificio del hospicio, fue entregada al cura Luis María Delgado (y aquí aparece el cura en la historia de Petra), que en aquella época ejercía su oficio en los pueblos de Arlanza y Labaniego (cerca de Bembibre).

Cuando una familia iba a recoger al hospicio a un expósito, en la institución se les pedía que pagaran los gastos de la crianza. El cura que fue a recoger a Petra dijo que él venía en nombre de la madre de niña y que no podía satisfacer los gastos de crianza porque la madre era pobre. Así y todo, le entregaron a la criatura.

No sabemos quién era la madre, ni tampoco donde residía. ¿Quizá en la zona en donde Luis María Delgado estaba de cura? ¿O ella era de otro lugar y conocía al cura o a alguna persona que estuviera relacionada con él? No lo sé ni todavía he encontrado la manera de averiguarlo.

Desde su salida en 1850 del hospicio no vuelvo a tener información de Petra hasta que se casó con Ángel en 1869. Cuando dejó la Casa Cuna tenía nueve años y se fue con su madre. Una niña de esa edad estaría con su madre al menos hasta que fue moza, aunque no es raro para aquellos tiempos que en una familia con pocos recursos pusieran a los niños a trabajar, por ejemplo, a servir en una casa.

Ponferrada probablemente a principios del S. XX. Plaza de la Encina y calle del Reloj


 (Continuará)

Roberto Carballo González 

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