Doña Josefa y don Ángel, antiguos propietarios del hotel Miralrío
EL HOTEL “MIRALRIO”
Por Antonio Esteban
Lo digo con rubor, con mucho rubor. En Toral envidiábamos a Cacabelos porque aquí, en la villa, había un hotel. ¡Un hotel! Y en Toral, únicamente teníamos fondas: Casa “Regueiro” y la Fonda de Juan García, el panadero. Ambas daban comidas y ofrecían cama para canónigos que estaban de paso, jefes de tren como mi tío Pedro Barragán que hacía la ruta Plasencia-Astorga-Monforte de Lemos y que, a veces, paraba en Toral o viajantes de telas de milrayas o panillas o “Príncipe de Gales” o de lozas o de cerraduras, tornillos y ferretería. Eran, sencillamente, fondas, pero aquí, en Cacabelos, existía, el Hotel “Miralrío”, regentado por don Ángel y doña Josefa. Nosotros lo envidiábamos porque, a veces, se detenía a dormir en el Hotel, el Barça o el Atlético de Madrid que regresaban de La Coruña y los aficionados podían ver, con un poco de suerte, a Ben Barek, el negro o a Escudero o a Basora o a Ramallets .
El matrimonio con tres de sus hijos: Pepe, Sefi y Gelines
En Toral presumíamos de estación de ferrocarril y a veces, a las cinco de la mañana, algunos se levantaban para ver el exprés con coches cama en el que se suponía que viajaba el Real Madrid y con un poco de suerte pensaban que Molowny o Bañón, el portero o Pahiño levantarían la persiana del coche cama para que los aficionados pudieran verlos y saludarlos, pero nunca los vieron. El tren no paraba y a las cinco de la mañana los jugadores no se dignaban mirar si había aficionados en la estación de Toral de los Vados que querían verlos y aplaudirlos. Se supone que aquí, en Cacabelos, los libros-registro sí dan fe de que en el Hotel “Miralrio” durmieron los ases del fútbol de ayer y que don Ángel y doña Josefa fueron testigos de la estancia en la villa de estos equipos de campanillas.
Muchas Gracias Carlos por el post. Yo Rafael hijo de Pepe nieto de Angel aún hoy procuro ir todos los años a Cacabelos. Tengo enterradas allí muchos antepasados. Angel fue el último de decenas de generaciones que nacieron y fallecieron en ese bello pueblo. Mi padre el primero en salir y nosotros ya nativos de ciudad aún regresamos todos los años a verles. La orfandad de la ciudad y la necesidad de rodearnos de nuestra infancia lo explican. Bello Hotel aquel comprado al Sr. Tormaledo a finales de los 40’ con los ahorros de su duro trabajo como lecheros y comerciantes en unas humildes casas cerca de las Angustias
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