Gemiro y Carito con San Isidro. Delante Marcos y Dani |
UN HOMBRE LLAMADO ISIDRO DE MERLO Y
QUINTANA
Por Antonio Esteban González
La Historia -o la
leyenda- dice muchas cosas de Isidro, el
labrador, a quien -eso parece- los ángeles ayudaban a roturar las tierras
mientras él se dedicaba a visitar iglesias.
También cuenta la leyenda
-o la Historia- que nuestro héroe
era conocido entre sus compañeros de trabajo como persona que solía llegar
tarde a sus quehaceres. No obstante, Iván de Vargas, su amo que, por cierto,
era leonés, lo tenía en gran estima y cuando casó el santo con su novia de
siempre, María Toribia, a la que conoció en Torrelaguna, los envió a Talamanca
en donde tenía una casa de labor para que, desde allí se ocupasen del trabajo
del campo.
Más tarde, Isidro y María Toribia, tuvieron un hijo al que
bautizaron con el nombre de Illán. Illán,
un día, durante sus juegos, cayó a un pozo muy profundo, pero María Toribia que
sabía de la amistad de su esposo con Dios Padre, le pidió que salvase a Illán.
Isidro así lo hizo. Las aguas crecieron rápidamente en el pozo hasta llegar a
la boca y allí llegó, sano y salvo Illán.
Esta es, a grandes rasgos, la historia de Isidro, el labrador
que murió en Madrid muy longevo: noventa años y a quien el pueblo, enseguida,
comenzó a venerar como santo, a pesar de que Alonso de Villegas lo
considera -ignoro los motivos- un santo extravagante, pero, como decía un
torero. “Es que hay gente pa tóo”.
Mención aparte merece la esposa de Isidro, María Toribia, a
quien fray Domingo de Mendoza, que desenterró unos huesos en Caraquíz, dijo que
pertenecían a María de la Cabeza, esposa del santo madrileño.
Todo esto que hemos contado, seguramente no les importaba a
Carín y a Gemiro que, muy serios, llevaban las andas del santo y entraban a la
Iglesia ni, tampoco, a Marcos, el hijo de Mundo, el ebanista y a su primo Dani,
más atentos al fotógrafo que a la procesión. Ellos esperaban sobre todo, la
fiesta en el Campo y comer -si les dejaban- un bollo preñao.
Una foto que se aparta de las fotos típicas de san Isidro,
pero que nos acerca a otra época, no muy lejana.
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