miércoles, 24 de mayo de 2017

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCLXVIII)



Amparo y Mundito



LA PRIMERA COMUNIÓN

Por Antonio Esteban González
 
Hay un refrán -y, no siempre, los refranes son verdaderos-  que dice: Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo, florido y hermoso y, por eso, mayo,  -florido y hermoso-  es el  mes de las flores,  propicio para que los hijos de los papás que tienen fe, hagan la Primera Comunión, aunque algunos de esos niños  -o niñas-  no vuelvan a cercarse al altar para tomar el Pan de los Ángeles que es como se le llama también a la Hostia consagrada.
Y hay, también, en todos los niños, recuerdos de un día que, teóricamente ha sido un día feliz o tenía que haberlo sido.  Yo, quien esto escribe, tengo mis recuerdos de ese día y, ese día, no fui feliz porque me vistieron con un traje de pantalón largo, blanco, una chaquetilla que parecía el uniforme de un maitre de hotel y corbata de pajarita.
Ese día me invitaron en casa de unos amigos a fresas con vino y azúcar y terminé la tarde somnoliento y adormilado.
También recuerdo aquel día como un día infausto porque no me había confesado bien. Se me quedó en la conciencia   -y tardé muchos, muchísimos años en borrarlo-  un pecado que yo consideraba mortal: le dije a mi hermano, que me había quitado una pelota de goma que era mi juguete preferido: “Me cago en la leche que mamaste”, frase que solía decirse con frecuencia en aquellos años. No me atreví a confesarla y, según mi conciencia, había cometido un grave pecado que Dios no podía perdonar. Por eso no fui feliz aquel día de mayo de 1949.
Entre esos recuerdos no tengo -por supuesto-  los recuerdos de los dos niños que se dejan fotografiar delante de la farmacia de don Eusebio de Francisco. No tengo sus recuerdos, pero tengo la foto. Son Amparo, que comulgaba por vez primera, y su hermano Mundito, hijos de Avelina. Era, naturalmente, el mes de mayo, pero de 1968.
Posiblemente, los recuerdos que tengan ellos sean, únicamente, los de un banquete familiar en el que comieron entremeses, merluza dos salsas, cabrito y lechuga y, por supuesto, postres. Tampoco tiene más importancia, a no ser por la foto en la que se ve un Seat 124 y las ramas de un magnolio que aún hoy, presta su sombra. Por lo demás, todo es igual: la Plaza, los soportales, la casa de Eugenio o el comercio de Manolo, el Alcalde, lo que nos demuestra que todo pasa, pero no pasan los recuerdos y esta foto es un recuerdo más.

                            

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