VOLVER A ITACA
Antonio Esteban González
Contemplar esta foto es como regresar a Ítaca, la isla a la
que volvió Ulíses, tras veinte años de ausencia: diez en la guerra de Troya y
diez viajando por los mares, según podemos leer en la Odisea. (Volver a Itaca
es una metáfora literaria que empleamos los escritores cuando tratamos de
poner verso a la prosa).
VOLVER A ITACA es el regreso al ayer, ese ayer que nosotros
aquí, en este cuaderno, cada semana, tratamos de recuperar. Regresamos a
rincones o momentos que hemos vivido y que es lo que, silenciosamente,
pretendemos.
Volvamos, pues, a Itaca que, en este caso, es la alameda de
la Angustia -o los aledaños a la
alameda- con los viejos y copudos
árboles que ya no están porque el progreso los ha destruido.
Volvamos a Itaca, por una carretera que supo de tantos
pasos, de tantos besos furtivos, de tantas palabras sonoras, de tantas músicas y tantos momentos dulces. O
amargos.
Hoy, -en esta ocasión- volvemos a las cercanías de uno de
los paisajes más entrañables: la alameda y los árboles que señalaban el camino
con los brochazos blancos de la cal en su piel rugosa.
Nuestra Itaca particular
-la de los cacabelenses- está en
los quitamiedos del puente o en la Plaza Mayor y, hoy, también, en la carretera
que aún existe y en los árboles desaparecidos, pero volvemos con la memoria
limpia y los ojos tiernos. (Claro que, a veces
-lo pienso ahora- es mejor no
regresar y olvidar un ayer irrecuperable).
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