El actor mejicano Cantinflas (Mario Moreno Reyes,
1911-1993) fue durante varias décadas una de las máximas estrellas del cine de
habla hispana. Los espectadores llenaban los cines para contemplar una y otra
vez al personaje tan peculiar, “el pelao”, creado por él. Aunque lo intentó, no
logró el mismo éxito en los Estados Unidos. Su humor estaba muy unido a su
idioma natal, el hispano-mejicano, y era muy poco comprensible para el público
del Norte pese al doblaje.
Sube y baja, el Padrecito, La
vuelta al Mundo en 80 días, El bolero de Raquel, Por mis pistolas... y
tantas otras películas hicieron las delicias de todos los públicos.
En Cacabelos no se paró por
propia voluntad. No llegó hasta aquí para acudir al estreno de alguno de sus
triunfos en la gran pantalla. Y no sería porque la fama le hubiese sido
esquiva. Si daban una de Cantinflas, el cine Litán tenía que proveerse de sillas accesorias
para acomodar a la gran demanda de entradas. No, el motivo está alejado del
mundo de la farándula.
La carretera Nacional Sexta
cruzaba nuestro pueblo. Enfrente de la gasolinera se encontraba el mojón
indicando el Km. 401 y en la bajada del puente hacia las Angustias, el 402.
Aunque el tráfico no es comparable al de hoy en día, sí que era muy abundante
para aquellos años de la segunda mitad del siglo XX. Y a Cacabelos esa
carretera le daba una categoría especial.
Además del tráfico habitual de viajantes y mercancías, se
añadía el de los personajes de toda índole que se dirigían a Galicia o que
regresaban a la Meseta. Prácticamente todas las semanas santas, y algún verano
que otro, veíamos pasar a Franco y toda su comitiva a media tarde hacia tierras gallegas(solía comer en el parador
nacional de La Bañeza ). El Lunes de Pascua regresaba y cruzaba nuestro pueblo
coincidiendo casi siempre con la procesión de la Virgen de la Angustia. ¡Qué
casualidad!
Un atardecer del verano de 1949
jugaba en la acera de su casa(actualmente Peyma y antes Casa Gato) un niño de seis años. Allí su madre regentaba una
casa de comidas. Aún estaban lejos los restaurantes, los restauradores, la deconstrucción de la tortilla y demás. Creo que uno de los
platos que mejor deconstruía la señora, era el gato vagabundo. Muchos lo
recuerdan como un plato algo sublime
gracias al punto de asado que sabía dar al minino la cocinera.
Víctor ante el lugar donde fue atropellado |
Sigo, que me pierdo. Aquel
chavalín era Víctor, actualmente dueño del Apóstol. En un movimiento
insensato se lanzó a cruzar la carretera sin encomendarse a dios ni al diablo.
Un enorme coche negro, un haiga, le golpeó y lanzó por los aires. Los
tres ocupantes del auto se apearon asustados intentando comprobar los daños
causados. Víctor, aturdido por el golpe, apenas se enteró del jaleo. Llevado en
volandas por alguno de los testigos hasta la consulta del médico, se comprobó
que tenía un brazo roto y magulladuras sin importancia.
Esperando noticias del herido y
pasado el susto, alguien descubrió que uno de los pasajeros era el mismísimo Cantinflas,
convirtiéndose desde ese momento en el centro de atención de los presentes y de
los que iban llegando al extenderse la noticia. Sin embargo, el actor y su
pequeño séquito se retiraron enseguida con la familia del dolorido Víctor al
interior de la casa preocupados, como estaban, por el estado del chaval.
Según me cuenta ahora Víctor,
fueron muy amables, abonaron los gastos médicos y cree, aunque no está muy
seguro, que también le dieron cierta cantidad de dinero a su madre. Todo quedó
solucionado en pocas horas. Unos continuaron hacia Madrid, donde estaba su
lugar de destino, y otro se quedó con el brazo en cabestrillo sin ser consciente de
por quien había tenido el honor de ser atropellado.
¿Habría jugado el destino con
nuestros dos personajes? ¿Qué fuerzas misteriosas intervinieron para que
cruzaran sus vidas entre el Km. 401 y el 402? Víctor es conocido cariñosamente
por el apodo Charli o Charlot, heredado de su padre. ¡Fijaos! Charlot y
Cantinflas, los apodos de los dos
actores cómicos más grandes del mundo unidos en Cacabelos.
Si hubiese sido hoy, Víctor se
pasearía durante una temporada por las televisiones de las norias y esas
zarandajas contando cómo y por quién había sido atropellado. Enseñaría una y
mil veces la escayola del brazo a las cámaras y de paso aprovecharía para
contar las maravillas culinarias que hacía su madre con los gatos.
Curiosa historia la verdad, vaya aunque paso de gente conocida de esta manera es agridulce, eso si por lo visto se porto cantinflas.
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