Peregrino ante la Iglesia de la Plaza |
Son muchos los peregrinos que
pasan por delante de nuestra iglesia y se detienen para contemplar la torre y,
sobre todo, el ábside románico de la calle Santa María. Las prisas de nuestros
tiempos hacen que muchas veces la parada apenas sea de dos o tres minutos. Los
peregrinos no deberían estar tan pendientes del reloj, el Camino hacia Santiago
ha de hacerse con mayor relajación para disfrutar más de lo mucho que se les
ofrece.
Siempre hay una excepción. En esta ocasión un peregrino,
no sé si por el cansancio o por la admiración ante el monumento, o quizá por
ambos motivos a la vez, se detuvo y tomó la postura que veis en la foto. Ni
corto ni perezoso se tumbó, se acomodó, encendió un cigarrillo y se dispuso
placenteramente a contemplar todo lo que a sus ojos se ofrecía. Caían las
últimas horas de la tarde, la temperatura era agradable, el tráfico respetaba
educadamente al “intruso”; nada, pues, le impedía gozar de unos inesperados,
supongo, momentos tranquilos.
Pasaron los minutos y nuestro peregrino seguía impasible;
con un brazo bajo la nuca a modo de almohada y con el otro dirigía la mano a la
boca para de vez en cuando inhalar una
bocanada de humo.
Todo casi
perfecto. Siempre, como en los cuentos, aparece el ogro, ese que va a
hacer padecer al protagonista.
Como es de rigor, el protagonista de nuestro cuento llamaba la
atención. Bien se entiende que la escena no suele suceder a diario en
Cacabelos. Y sucedió lo previsto en estos casos. Gente que se para, gente que
comienza a comentar, gente que desea intervenir. Hasta que llegó el más listo
de la clase y se propuso a zanjar el asunto como él consideraba que debería
hacerse. Surgió un móvil en sus manos como por arte de magia, marcó con total
seguridad un número y enseguida lanzó a
todos los que quisieron oírle:
- Está solucionado, ya viene ahora mismo la patrulla
de la Guardia Civil.
El gran héroe de la tarde se adelantó hasta el
yacente y le comunicó la buena nueva
casi, mejor sin casi, amenazante. Y allí esperó la llegada de la Benemérita,
enhiesto como el soldado ante el general que pasa revista.
Y así fue. Pasaron pocos minutos y llegó el coche patrulla
con la pareja. Primeramente se acercó uno de los números. El ciudadano del
móvil, aún lo sostenía en una mano, trató de dar las novedades a la autoridad.
Ésta apenas le prestó atención y se dirigió solícito al peregrino. Mantuvo una
breve conversación interesándose por su estado de salud. Aclarado que ésta era
buena y que no había otro motivo para estar allí y en aquella postura que
contemplar la belleza presente ante su vista.
El guardia volvió sobre sus pasos y mantuvo con su
compañero una breve conversación. Éste salió del vehículo, con pasos lentos y aspecto tranquilo se
dirigió hasta la figura tumbada.
Nadie pudo oír sus palabras, sólo se pudo apreciar que el
guardia mudó su rostro y con semblante serio habló brevemente enfrentado sus caras.
A la vez que los guardias se retiraban del lugar sin
realizar el mínimo comentario, el peregrino contemplativo se elevó, se arregló
fugazmente su ropa, comenzó a caminar hacia la calle de las Angustias y....no
pasó nada.
Curioso comportamiento, no por parte del peregrino, sino por parte del heroe local madre mia la imagen es muy buena carlos.
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