Centro Cultural Cajastur Palacio Revillagigedo de Gijón |
El próximo mes de noviembre se cumplirá el segundo centenario de la muerte del máximo representante de La Ilustración en España: Melchor Gaspar de Jovellanos. La Ilustración fue movimiento cultural que se desarrolló en Europa, sobre todo Inglaterra y Francia, y América desde principios del siglo XVIII hasta el XIX. Sus pensadores sostenían que la luz de la razón conseguiría alumbrar a la humanidad sacándola de la ignorancia y del error.
Actualmente se puede contemplar en Gijón una magnífica exposición dedicada a Jovellanos, “La luz de Jovellanos”, con motivo de este bicentenario de su muerte y que os aconsejo visitar si viajáis a la ciudad asturiana.
Jovellanos fue un escritor muy prolífico; su obra abarca la poesía, el teatro, la pedagogía, el derecho, la economía,...diarios y memorias. En sus diarios es donde podemos descubrir la visita que realizó a nuestra villa allá por el mes de junio de 1792. Inicia un viaje desde León, llega a Ponferrada y desde ésta, por Camponaraya y Narayola, llega al Monasterio de Carracedo. Describe con exactitud el estado de la iglesia, claustros y dependencias. Fija su atención en uno de sus claustros:
“En él bellísimos bojes, una fuente con taza de una piedra de enorme diámetro; se dice traída de Castro-Ventosa. En medio una columna, encima otra taza pequeña y en ella un niño sentado cogiendo con las manos unas cabezas de peces, por cuyas bocas sale el agua”.
Fuente de "La Chata"en Villafranca del Bierzo |
¿Os recuerda a otra fuente? Cierto, es aquélla que embellece la famosa alameda de Villafranca. Es la misma. Quizá tengamos que ir pensando enviar a nuestros “fusileros del Bierzo” para recuperar tan valiosa pieza porque seguramente los villafranquinos no estarán dispuestos a entregar esa joya sin más ni más. Así que ya podemos ir pensando el lugar donde ubicarla en nuestro pueblo. Bueno, de eso hablaremos otro día. Sigamos a Jovellanos:
“Me informé del padre panero, sobre las ruinas de Castroventosa, donde se dice haber estado la antigua Bergido, y nada hay que me haga subir allá; yo infiero de los privilegios que he copiado que allí nunca hubo más que un castillo.”
Sin intención de visitar las ruinas del Castro abandona Carracedo el día 19:
“Despedida; salida hacia Cacabelos, país frondoso y fértil; se cultiva mucho trigo serondo(seruendo) que se siembra a fin de abril o principios de mayo y se coge al tiempo regular. Viene bien en este clima, que es fresco y además hay frecuentes tronadas y aguaceros. Además hay riego. Cacabelos: lugar grande; iglesia nueva, al parecer de una nave y decente arquitectura, aunque poco arreglada, mala portada, de mezquino gusto. A la salida del pueblo, gran puente reedificado en 1790. Carretera con demasiado lomo; muchas viñas y muy bien cuidadas.”
La antigua portada(esa que dice ser de mezquino gusto) de la iglesia de la Plaza desapareció al ser construida la torre y el atrio actual en los primeros años del siglo XX.
El día 20 regresa de Villafranca y al fin decide visitar Castroventosa:
“A la verdad, me parece corto trecho para haber contenido una ciudad capital como la antigua Bergido.”
Camino de Ponferrada vuelve a cruzar Cacabelos:
“A Cacabelos: la que está a la entrada no es iglesia, sino capilla de las Angustias y pertenece al arzobispado de Santiago. Puente: vestigios de un magnífico y antigua puente romano.”
Así nos vio y así nos lo contó en sus diarios. Para finalizar, aunque fuera de contexto, no me resiste a incluir otro comentario de Jovellanos realizado en un viaje desde Madrid a Asturias por aquellos caminos del siglo XVIII:
“Caminar en coche es ciertamente una cosa muy regalada, pero no muy a propósito para conocer un país. Además de que la celeridad de las marchas ofrece los objetos a la vista en una sucesión demasiado rápida para poderlos examinar, el horizonte que se descubre es muy ceñido, muy indeterminado, variado de momento en momento, y nunca bien expuesto a la observación analítica. Por otra parte, la conversación de cuatro personas embanastadas en un forlón y jamás bien unidas en la idea de observar, ni en el modo y objetos de la observación; el ruido fastidioso de las campanillas y el continuo clamoreo de mayorales y zagales, con bandolera, su capitana y su tordilla, son otras tantas distracciones que disipan el ánimo y no le permiten aplicar su atención a los objetos que se le presentan.”
Si la velocidad de aquellos carruajes ya le trastornaba un poco, como se sentiría si pudiese regresar a la vida y realizar ese mismo trayecto en el futuro AVE. Y nosotros quejándonos de lo mucho que se tarda en llegar a Madrid.
Gracias a ti casi nunca me suelo acostar sin saber una cosa mas!!!!Estoy por apostar que esto solo lo sabeis tres del pueblo, gracias por la información!!!!!!
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