Nuestros vecinos de Quilós celebran hoy la festividad de
Santo Tirso que, unido a San Lorenzo,
completa el dúo de patronos de esa localidad. En el santoral siempre aparece su
nombre precedido de la forma apocopada san, pero nosotros siempre hemos
optado por anteponerle santo para no ser menos que Santo Tomás, Santo
Tomé o Santo Domingo.
Iglesia Parroquial de Quilós |
En esta ocasión los actos van a quedar reducidos a los
meramente religiosos: misa y procesión con la imagen del mártir cristiano.
Aquellos otros, los profanos, que se añadían a los anteriores, parece ser que brillarán por su ausencia. Imagino que
los fogones familiares no dejarán de cocinar
un menú acorde con el día. Buenos son los de Quilós como para perdonar
una comilona en fiestas destacadas.
Qué diferencia con las
celebraciones de unas décadas
atrás(cinco, seis, siete...) cuando todo Cacabelos, exagerando un poco, se
desplazaba hasta allí para disfrutar de una jornada completa con los oficios
religiosos, comida campestre y baile. La mayoría se trasladaba hasta allí subida en carros, otra parte en caballerías,
otra a pie. El uso del coche era un privilegio de muy pocos. Quizá alguna bicicleta que otra y contadas con los dedos
de media mano las motos que hasta la romería se acercaban.
El trayecto se hacía sin prisas, con optimismo y alegría. El
ambiente se prestaba a las bromas, a los chistes y a los cánticos. Algunos de
estos últimos cargados de picardía:
Santo Tirso de Vilela,
por bailar perdí la vela.
Santo Tirso de Quilós,
por bailar perdí los
"bois".
O aquel otro que se dedicaba al Santo Patrón:
Santo Tirso de Quilós
que naciche na pedreira,
cos olliños de cristal
e a pixiña de madeira.
Finalizada la misa y procesión, familias y amigos se
desperdigaban por la zona del Campo de las Mirocas(Campo das Miroucas),
entonces casi un pedregal con algunos castaños. Posteriormente se convirtió en
el campo de fútbol local donde los equipos visitantes pocas veces lograban
puntuar. Los arrojados jóvenes de
Quilós, durante los días previos a un partido entonaban su cántico de guerra
que disipaba cualquier duda sobre cuál sería el equipo vencedor: Temos d`ir
ao Campo das Miroucas, queira Dios ou
non queira, temos que gañar nós.
Antiguas escuelas y viviendas de los maestros en el Campo das Miroucas |
Los grupos familiares y amigos elegían el lugar más adecuado, extendían sobre el
suelo unas mantas y sobre ellas iban depositando las viandas preparadas para la
ocasión. Generalmente, aparte de los embutidos ya bien curados de la última
matanza y la clásica tortilla de patatas, de obligado cumplimiento era
completar el festín con un lacón cocido y una empanada de batallón.
A veces el tiempo, estamos hablando del 28 de enero, no
permitía solazarse a la intemperie y los romeros buscaban refugio en casas de
amigos o en la cantina para dar buena cuenta de todas las vituallas acarreadas.
Por la tarde iban llegando muchos desdichados cacabelenses
que por razones de trabajo no había podido acudir por la mañana. En algunas
ocasiones se suspendieron las clases de la tarde en Las Escuelas de la Villa,
como se denominaban en aquellos años, para permitir también a los chavales
participar en la fiesta. En otras, a pesar del clamor solicitando la fiesta al
maestro, oficialmente la jornada seguía siendo lectiva. Oficialmente sí, pero,
él, muy benevolente para la ocasión, perdonaba la falta de asistencia de sus
alumnos festeiros.
La familia Couceiro disfrutando de la comida y del día de Santo Tirso hace.... |
El baile y la tradicional hoguera completaban la jornada.
Unos gaiteros o una orquesta se encargaban de animar, si es que aún hacía
falta, a todos los presentes a moverse al son de pasodobles, muñeiras, tangos, boleros, quizá un fox-trot, pero ni
por asomo todavía hip-hop, ni rock&roll, ni hustle, estos llegarían años
más tarde.
El Salón, simplemente El Salón, era el de Benito y
Angustias, los padres de Dorinda. En él se celebraban bailes de fiestas y
banquetes de boda. Músicos y público de Santo Tirso se resguardaban en él del
frío atardecer invernal para continuar el baile hasta que la autoridad
competente señalase el final.
Precisamente el último banquete servido allí fue un mes de junio con motivo de la boda entre Mª Paz y José Martín(un
enlace más entre Quilós y Cacabelos). Se dice que ese día pudo comenzar la revolución de la mujer en el Bierzo.
Algo tuvo que ver el consumo de champán (entonces eso del “cava” sólo se
asociaba al imperativo del verbo cavar). Contabilizadas las botellas
consumidas, el promedio era claro: más de una por barba. Pero esa es otra
historia y Santo Tirso aún no terminó.
Los cacabelenses iban regresando paulatinamente durante la
tarde y noche festivas. No todos se encaminaban a sus respectivas casas, no.
Muchos dirigían sus pasos hasta otro salón para continuar el jolgorio en
compañía de los que no habían podido desplazarse hasta Quilós. La fiesta de Santo Tirso continuaba en
Cacabelos: baile en el salón de Cuca(actual Pizzería) o, años después, en el
Salón de Litán.
Y ahora los abuelos recriminan a sus nietos porque les gusta
mucho salir de fiesta.
Nota: Agradezco, una vez más, a Pepe Couceiro su generosidad y disposición a colaborar con este
cuaderno.
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