Instituto Bergidum Flavium de Cacabelos |
Estos días hemos sido testigos a través de la prensa de una triste situación digna de ser analizada con calma. Conocimos, por un lado, el presunto acoso de un menor en un centro educativo del Bierzo. La noticia parte de las declaraciones realizadas a la TV y los periódicos de una madre agobiada ante el supuesto intento de suicidio de su hijo como consecuencia de ese posible caso de bullying.
Empleamos las palabras supuesto, presunto, posible, intencionadamente, ya que no conocemos los detalles, salvo una parte de todo lo que se ha publicado en la prensa y que, al parecer, está en vías de indagación y resolución.
Por otro lado, es muy preocupante que pocas personas hayan contrastado la información. El artículo es suficiente para construir en el imaginario popular el resto de la historia: profesorado que no se preocupa, equipo directivo que mira para otro lado, testigos impasibles de un daño cruel… eso hemos leído en redes sociales y qué falta de respeto.
A continuación, se desata la locura. En manos del circo mediático, la noticia vuela, fija el foco de atención en varios menores con insana curiosidad, crea todo tipo de opiniones (muchas de ellas carentes de la necesaria comprensión de un problema que es muy complejo), las redes sociales bullen cargadas de acusaciones y datos no contrastados y comienza la estigmatización del centro educativo y de las personas que trabajan en él. Al “sarao” se suma un supuesto psicólogo clínico. Con los datos de una entrevista en la prensa aprovecha la corriente y se construye una campaña, incluso se permite el lujo de acusar y juzgar a todo el que pilla en medio (qué miedo estar en manos de un profesional que trata con personas y las clasifica de modo tan simple).
Quede claro, ante todo, que enviamos todos nuestros respetos a una madre que busca proteger a su hijo y nuestros mejores deseos para ese niño. Que nadie piense que no hay empatía hacia la familia de un menor que debe estar pasándolo fatal con todo esto. Muy al contrario, su situación nos apena profundamente y nos inquieta aún más.
Los abajo firmantes nos ponemos sin esfuerzo en el lugar de esa madre: un hijo tan agobiado que no encuentra salida. La adolescencia es un periodo muy complejo y estos tiempos convulsos no ayudan a encontrar el equilibrio. Ojalá fuera todo más sencillo, una fórmula matemática que diera siempre el resultado deseado. Pero lo cierto es que quince o veinte adolescentes que conviven durante un curso escolar trasladan al aula muchos problemas de gestión de las emociones y se llevan en la mochila otros muchos para su casa.
Pero tampoco le deseamos mal alguno a todos aquellos docentes, equipo directivo, departamento de orientación, personal no docente, familias y alumnado de un centro educativo que HA ACTIVADO LOS PROTOCOLOS ANTIACOSO, que es lo que se puede y debe hacer en estos casos. Nadie debería señalar culpables y sancionar sin determinar lo ocurrido previamente. No se trata de poner en duda la veracidad de los hechos, más bien respetar los derechos de todas las personas implicadas, esclarecer qué ha sucedido y precisar sus causas. Eso es lo que se hizo, es lo que se hace siempre en todos los centros educativos, en cualquier punto del país, porque, lamentablemente, el acoso escolar es una lacra que existe en todas partes.
Quienes se permiten el lujo de juzgar sin conocer, no son defensores de la víctima, no se equivoquen. El fenómeno es sobradamente conocido y tiene numerosos antecedentes a lo largo de la historia. Las personas de la calle se convierten, con comentarios cimentados en la falta de información en unas ocasiones y en la mala intención en otras, en jauría humana. Pretendidos
defensores de un menor actuando exactamente igual que sus supuestos agresores. El acosador se encuentra más cómodo normalmente en grupo. Es anónimo y se deja llevar. No busca resolver un problema, busca más bien el barullo, el abuso, y ya puestos, el linchamiento popular.
Ante semejante desvarío, echamos en falta aquí a la Administración. Antes de nada, de inmediato, se debe salvaguardar el bienestar del menor, pero lo correcto es también defender al centro educativo porque ha hecho lo que corresponde y no es merecedor del ataque indiscriminado. Es más, también debería defenderlo su entorno, personas que se han formado allí, familias y la Villa en general. El instituto enriquece y ha enriquecido siempre, ha tejido lazos, dinamizado la vida de la Villa, hecho florecer vocaciones y abierto puertas y ventanas cargadas de conocimiento y trato humano. Buena muestra de ello son las continuas visitas de exalumnos/as para colaborar o, simplemente, saludar a las personas que tan buen recuerdo les dejaron en su paso por la enseñanza secundaria. Esto no ocurre en todos los institutos, no es lo normal. Toca devolver algo de todo eso, toca preguntar, al menos, no quién, cómo, cuándo, sino si ha se actuado cuando surgió el problema. No se dejen arrastrar por el revuelo mediático que devora con ansiedad y defeca sin haber digerido, para olvidar absolutamente todo pasado mañana. Invitamos a todos aquellos que opinan sin conocer los hechos a la reflexión seria y madura.
Tuvimos la suerte de trabajar en ese centro recientemente y podemos asegurar que no hay en el Bierzo otro que le supere en implicación del profesorado. Proyectos, propuestas de mejora que sólo buscan el bienestar del alumnado y que pocas veces se han publicitado porque nunca se ha ambicionado embellecer la fachada, ni dar una imagen que no sea real, sino cuidar de las personas que conviven allí. Las paredes de ese edificio solo pueden contar historias de dedicación y esfuerzo enfocados hacia el alumnado. Es un centro merecedor de todo nuestro apoyo, nos ha enseñado mucho a profesionales que llevamos decenios trabajando en esto. ENTREGA, ESFUERZO, IMPLICACIÓN Y VOCACIÓN EDUCATIVA, eso hemos visto y vivido.
Dicen que tras una crítica destructiva hay diez opiniones favorables. El problema de las opiniones positivas es que habitualmente no las damos a conocer. Como nos gusta lo que hay, no vemos necesidad de aportar nada nuevo que lo mejore. Hoy quizá sea un buen día para cambiar eso, porque el trato que habéis recibido, precisamente vosotros, no es justo. Estas palabras pretenden trasladar ánimo y respeto a esa comunidad educativa. Deseamos de todo corazón que os lleguen.
Elena de la Puente, Aurora Ingidua, Helios Terol
Profesores de Enseñanza Secundaria
Recuerdo el discurso del director del centro en mi graduación, nos pidió que nunca nos diera vergüenza decir que éramos del Bergidum Flavium. Siempre he estado muy orgullosa de donde vengo y si algo conozco bien es la predisposición, el cariño y la entrega de los docentes de este centro. Vaya donde vaya defenderé el BF y a sus profes porque al final los que hemos estado, los que están y los que estarán (docentes y alumnos) formamos una segunda gran familia.
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