Una instantánea de la calle Las Angustias, en la década de 1980, con la boutique de Merce y el comercio de su tío Juan en la esquina. Foto de archivo desconocido.
LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
19. El Camino de Santiago (La Calle de Las Angustias) (y 14)
Por Pepe Couceiro
Al lado de lo que es hoy el Aitor residía el matrimonio formado por D. Andrés López (el Cholas) y la muy querida Dª. Florisa Rodríguez (la Posa), junto a sus tres hijos, los también muy queridos amigos Andrés, Maribel y María José (ver fotografías), quienes años más tarde se irían a vivir a la avenida de Arganza.
En el puente a finales de la década de los 50. De izquierda a derecha: Maribel, su hermana Mª José, Mª. Ángeles Morete, hermana de Varito y Andrés al fondo, el padre de los primeros. Foto del archivo familiar.
Un jovencito estudiante Andrés (izqda.) junto a una muy guapa Dª. Pilar Senra, la madre de mis queridos amigos Jaime, a su lado, y Toño Alija, en primer plano. La foto corresponde a una visita a Cambados donde en ese momento (1967 o 68) estudiaban Andrés y Jaime. Foto del archivo de Jaime Alija.
Andrés junto a sus hermanas María José y Maribel en una imagen reciente. Foto del archivo de Maribel.
En la casa que fuera de Dª. Graciana, en el mismo edificio que el Aitor, en su primer piso vivieron el matrimonio de D. Tino Coca, uno de los hermanos Coca que trabajaba en las Bodegas Guerra, y Dª. Josefa Terrón, junto a sus cuatro hijos: Maria Jose, Tinín, ya fallecido, y mis buenos amigos José Antonio y Víctor (ver fotografías).
D. Tino Coca y Dª. Josefa Terrón. Foto del archivo de Nieves Fernández.
De izquierda a derecha y de arriba abajo: Lin y Pili, hermanas mayores de Nieves Fernández; María José y Tinín, hijos de D. Tino y Dª. Josefa y Nieves Fernández. Foto del archivo de Nieves Fdez.
Cuatro amigos en 1973 y, en la actualidad, vecinos muy queridos. De izquierda a derecha: José Antonio Coca, Olga Vázquez, Víctor Coca y María José López, todos ellos menos Olga, residentes en esos tiempos en la calle Las Angustias. Fotografía del archivo de José Antonio Coca.
Tino Coca, fallecido en Galdácano en 2013 |
La última casa de la calle Las Angustias, formando esquina con la Avda. de Arganza, perteneció al padre de Dª. Maruja La Ancaresa, allí vivieron muchos años ella y su marido D. Camilo (ver fotografía), incluso pusieron un bar al que llamaron El Tunel.
Una hermosa fotografía de 1955 en uno de los abundantes prados cercanos al barrio de Las Angustias, más allá de la Iglesia, en un momento en el que tres amigas y el novio de una de ellas disfrutaban al máximo de su juventud. De izquierda a derecha, D. Camilo; Dª. Maruja La Ancaresa; mi madre Maruja y Josefa La Nina.
Nieves Fernández Terrón, la hija de Juanín El Cartero y sobrina de Tino Coca nos recuerda que las casas cercanas a la de Dª. Maruja fueron propiedad, desconoce si lo siguen siendo, de la familia de Los Canajos (ver fotografía), de los que ya hablamos en el post dedicado al museo (https://castroventosa.blogspot.com/2020/06/lugares-emblematicos-de-nuestro-pueblo_29.html); concretamente eran conocidos como D. Eduardo y su hermano El Roxo, los cuales, al cabo de varios años, se marcharon a Lugo, según cree recordar Nieves. Con el objetivo de cuidar su capital llegó al pueblo una familia a la que los vecinos le pusieron de sobrenombre Los Canajos, aunque no pertenecieran a ella; la formaban D. Manuel y Dª. Amparo con sus hijos: Marilis, Conchita, Julita, Alejandro y Gabriel.
Las llamativas fachadas de las casas que habitaron la familia de Los Canajos contiguas al M.AR.CA. en el tramo final de la calle Las Angustias. Fotografía de 2007.
En la casa aledaña al museo en dirección al puente vivían Dª. Josefa Pombo (La Loba Marina) y D. Manuel con su hija Conchita (ver fotografía); en el edificio anterior vivió un singular personaje femenino, muy popular en el pueblo por nombre Sarita. Según recuerda nuestra amiga informadora Maribel López, en esa misma casa vivió otra familia que la formaban tres hermanos muy conocidos en el pueblo: César, Solita y Joaquinín, los dos últimos ya fallecidos.
Fotografía tomada delante de la casa de Dª. Josefa (La Loba Marina) en 1968, con el taller de reparación de televisores que había montado D. Plácido, un vecino de Carracedo. De izquierda a derecha: Dª. Florisa; Dª. Amparo, nuera de Dª. Josefa; Dª. Josefa; Dª. Ovidia y su marido D. Manuel, que vivían en la parte de posterior de la casa. Agachadas, nuestras amigas Maribel y María José, las hijas de Dª. Florisa. Foto del archivo de Maribel López.
Al taller de Plácido, me relata Manolo, llegaban clientes a reparar algunos de sus aparatos. Uno de ellos acudió, preocupado, con un transistor que había comprado recientemente y que había dejado de funcionar. El arreglo de Plácido consistió en decirle que cuando las pilas se gastaban había que renovarlas. Un segundo cliente lo hizo con un radiocassette porque la reproducción había dejado de funcionar. Plácido se lo arregló y, entre las instrucciones dadas, puso especial énfasis en que debía rebobinar la cinta o cambiarla de postura.
Nieves nos habla de la familia de Los Garrido en la que los padres se llamaban Luciano y María con sus cuatro hijos: Julia, Nice, Mila y Luciano, que vivían enfrente de donde actualmente se halla el bazar conocido como el de los chinos. Nos sigue contando que, en la parte izquierda de la calle, mirando hacia el puente y justo antes de la plazoleta del Aitor, el conocido vecino D. David Gancedo, El Romo, tuvo una bodega (ver fotografía). Entre la casa de Los Sierra y el museo también hubo un bar llamado Chopi (ver fotografía) que regentaba Dª. Natalia, cuñada de nuestra amiga Conchi Vázquez, que es la que nos recuerda la existencia de ese bar. Dª. Natalia es hija de Dª. Angustias y de D. Silverio Canedo (Bero), ya fallecido.
La calle de Las Angustias en una imagen nocturna captada desde las proximidades de la Plazuela del Aitor. El bar Chopi se situaba a la izquierda de la imagen y la bodega de El Romo a la derecha. Fotografía de 2018.
Según me recuerda nuestro amigo Manolo Rodríguez, otra conocida familia que residió en esta zona en los años 50 o 60, concretamente en la casa o en los alrededores del bar Chopi, estaba formada por el que se conocía popularmente como Muley (Raimundo Alba) junto a sus hijos Ángel (Jelé) y Ricardo (Currún) (ver fotografías).
Amigos de Ángel (Jelé) en el verano de 1957, probablemente por la zona de Sorribas. De izquierda a derecha: Luis Núñez (Java), electricista de la calle Emperador Teodosio; José Costero Puerto (Pepe Coneja), el que tenía el taller de bicis y motocicletas en la carretera general y José Sernández Quiroga (Sé o Pepe), hermano de Chas, de Paco el confitero de La Golondrina) y de Manola. Archivo de Tin Rodríguez Yebra.
Una fotografía de 1958. De izquierda a derecha: Manolo (Lolo) El Taco, Ángel (Jelé), otro Ángel (Cuqui) y José Sernández (Sé). Agachado Luis Núñez (Java). Archivo de Tin Rodríguez Yebra.
Ricardo (Currún) junto a su esposa en el lunes de Pascua de 2012. Archivo de Manolo Rodríguez.
En la casa del Museo, Manolo cree recordar que, en los años 50 también vivió D. Camilo, el director del Banco de Santander, padre de Camilo, Toñines, Gonzalo, Maruja y Aurorita…. Toñines era propietario de un Biscúter, con pretensiones de haiga. Una noche, sus amigos se lo levantaron y lo depositaron encima de unos cubetos de la bodega que había permanentemente en la plazoleta, bodega que le parece que era propiedad de Elías Garnelo o de la familia, que después utilizó David Gancedo.
En la misma casa de la bodega, por detrás, dando a la calle, enfrente del Chopi, también cree recordar que residió D. Augusto y familia en los años cincuenta, antes de que se hicieran las viviendas de los maestros.
Haciéndonos eco de la memoria de Nieves, nos recuerda que su abuelo D. José (ver fotografía), el que fuera cartero de Cacabelos, vivió en la calle de Santa María, al lado de la casa del padre de Prada (D. Ángel), compartiéndola con su hijo D. Dalmiro y su mujer Dª. Pilar (tíos de Nieves y míos), y cree recordar que fue allí donde nacieron sus y mis queridos primos Alfredo y Pilar.
D. José El Cartero, padre de Dalmiro, Juan y Anibal en la década de los años 30. Foto del archivo familiar de Nieves Fdez. Terrón.
La familia de D. José y de Dª. Dolores con sus hijos Mero, Juanín (conserje del instituto y padre de Nieves) y Aníbal (padre de Marilín) (ver fotografía), también residieron en la casa pegada actualmente al museo, donde mi tío Mero protagonizó una historieta de película.
El eminente pintor y catedrático cacabelense José Sánchez-Carralero (Pepe Carralero) nos cuenta una simpática anécdota vivida por su familia cuando residían en el edificio del actual M.AR.CA., en el que, por aquel entonces, en los alrededores de 1950, se ubicaban las bodegas ROFEMAR:
«El edificio donde nací y viví mis primeros 10 años lo construyó en su día D. José Castaño Posse (https://castroventosa.blogspot.com/2017/10/ambiente-cacabelense-en-la-inauguracion.html), autor del libro: “Una excursión por las Médulas”, escrito en 1889. D. José era abuelo de la también cacabelense Dª. Blanca Luna, actual mujer de D. Vidal Pérez Herrero, autor de la Agenda Taurina. Pero vayamos con la anécdota:
Al lado de ese edificio había otro separado por un estrecho callejón donde residía Merín (Mero) “El Cartero”, tal como se ha mencionado anteriormente. Una noche, siendo muy niño, y con mi padre Félix ausente por motivos de trabajo, comenzamos a oir unos tremendos ruidos secos, como si alguien hubiera irrumpido en la primera planta a robar. Con la familia alborotada y entrada en pánico, a Sara, la hermana de mi madre, que poco tiempo después acabaría casándose con mi padre ya viudo, con un buen susto encima se puso a llamar por el callejón a su vecino, Merín. Este, habiendo acudido presto a la llamada, se le ocurrió poner sus largas piernas a uno y a otro lado del estrecho calexo para pasarnos a su casa de uno en uno hasta dejar la casa abandonada. En su casa pasamos aquella movida noche como pudimos, mientras se ocupaba de limpiar el cañón de su escopeta, preparándola para inspeccionar la casa tempranamente, por si todavía se encontraban allí los supuestos ladrones. A la mañana siguiente Merín volvió a realizar la misma operación en el callejón, pasándonos de nuevo a nuestra casa. Con él delante, escopeta en mano, abriendo las puertas de una patada, nosotros lo seguíamos detrás bien protegidos y tensamente agarraditos. Cuando llegamos a la habitación donde procedían los ruídos y después de que el bueno de Mero abriera la puerta bruscamente, nos encontramos con un suelo aparentemente ensangrentado por todas partes. En muy pocos segundos comprendimos lo que había sucedido: las botellas donde envasábamos el tomate habían reventado casi todas a la vez por la parte del tapón por el efecto de una descontrolada fermentación. Fue una noche terrorífica para unos niños como nosotros que gracias a la adrenalina del momento ahora puedo recordarla con todo detalle, pero en esta ocasión con simpatía y añoranza».
La familia de D. José El Cartero y de Dª. Dolores (derecha) junto a sus hijos y otros familiares. Merín (Dalmiro) es el hace de conductor del descapotable y Juanín es el más pequeño de los niños. Fotografía de los años 20 o 30 del archivo de Nieves Fdez. Terrón.
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En esta incomparable travesía que forman las tres calles del Camino de Santiago se forjó buena parte de mi educación y carácter, en ella brotaron vigorosamente mis primeras amistades; donde, junto a mis compañeros de andanzas comenzamos a apreciar la vida aceptando sus naturales y agridulces contrastes; en donde surgieron las primeras preguntas trascendentales que nos abrieron a infinidad de alternativas. En Santa María nací, en Cimadevilla disfruté apasionadamente de sus fiestas de San Roque, pero fue Las Angustias la que acabó convirtiéndose en la más querida, donde fui feliz como nadie en la siempre grata compañía de mis inolvidables padres, hermana, primo hermano, amigos y vecinos.
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Para finalizar esta breve descripción etnográfica de la vida de los vecinos en los catorce capítulos de la serie que hemos titulado como El Camino de Santiago, quizá sea apropiado recordar que desde que nació esta misteriosa y apasionante ruta, allá por el año 810, gracias al descubrimiento a instancias del ermitaño Pelayo del supuesto sepulcro del apóstol Santiago por el obispo Teodomiro y la construcción del primer templo en tiempos de Alfonso II de Asturias, se han sucedido infinidad de historias de todo tipo. Además de las variadas influencias económicas y culturales que trajo consigo conectarnos con Europa en los primeros siglos del segundo milenio, un río de gentes de variadas procedencias y condición social fueron realzando su colorido al irse instalando en los pequeños pueblos que lo flanqueaban, hospedándose en sus posadas u hospitales o transitándolas como meros peregrinos: reyes e infantes, nobles y villanos, clérigos y seglares,... pícaros y salteadores de caminos y... hasta personajes de ficción como Gil Blas de Santillana[1], Catuxa de Morrazos o Teresa de Manzanares[2], por nombrar algunos cuyos creadores situaron parte de sus aventuras y vivencias en Cacabelos; y también viajeros románticos como el inglés George Barrow[3], más conocido en España como Don Jorgito el inglés intentando difundir la Biblia protestante…o, más reciente – años ochenta del pasado siglo – el afamado escultor japonés Ikeda Munehiro, que realizó una deliciosa y atractiva guía dibujada de todo el Camino de Santiago[4].
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NOTAS, AGRADECIMIENTOS Y UNA DEDICATORIA
A lo largo de los capítulos que han integrado la larga serie Lugares Emblemáticos, hubiera sido placentero poder hablar de muchas más anécdotas aportadas por un mayor número de vecinos, pero todos sabemos lo ímprobo de semejante tarea; aun así, mis compañeros colaboradores y yo mismo queremos pediros disculpas por las omisiones, y también por los errores en las numerosas y complicadas identificaciones. Nuestro principal objetivo ha sido honrar, con cada nombre escrito, a todos y a cada uno de nuestros paisanos, a esas extraordinarias personas que, en su permanente empatía con los demás nos marcaron para siempre. En este, para nosotros, apasionante y agradable recorrido hemos querido renovar su recuerdo tratando de devolverles algo de lo mucho que nos dieron y enviarles el claro mensaje de que, se encuentren donde se encuentren, siempre permanecerán en nuestra memoria mientras sigamos en este lado.
A nuestros fieles lectores decirles que, a lo largo de estos capítulos escritos desde el corazón, nos sentiríamos plenamente complacidos si hubiéramos conseguido provocar esa reconfortante lágrima sanadora tras la lectura de alguno de los párrafos, o de emocionaros contemplando alguna de las fotografías, quizá al haberos recordado emociones ya olvidadas.
La elaboración de estos capítulos solo ha sido posible, nunca me cansaré de repetirlo, gracias al altruismo y ayuda de mis colaboradores amigos y familiares: Gustavo Abelaira, Lourdes (Luli), Tin y Cristina Rodríguez, Tere y Lita “La Tarula”, Alfredo López, Nieves González, Andrés y Fernanda Valcarce, José Antonio Balboa, Gutis Couceiro, Nieves Fernández, Maribel López, Rosario Núñez, Miguel Prieto, María de las Nieves Rodríguez (Chola), José Sánchez-Carralero, Dora y Julia Pol, Susana Carballo, Antonio Carballo, Antonio Puerto, Lourdes Morete, Ramón Asenjo, Isidro Canóniga, Dory y Manolo (Bisi), Toño y Jaime Alija, José Luis López, Paco Coca, Pili Raimóndez Gancedo, Dori Díaz, Blanca Coca Yebra, José Antonio Coca, Rosi y Margot García, Quino García, Santos Uría, Manuel Vázquez (Peter) y Luis Reimóndez (Luso).
Mi especial agradecimiento a Carlos de Francisco, Manolo Rodríguez, Roberto Carballo y Luis Cela, por la pasión y generosidad que siempre han mostrado hacia su pueblo y sus gentes.
Muchísimas gracias a nuestras entrañables amigas colaboradoras, Merce Núñez, Pilar Núñez, Conchi Vázquez y Flora Vázquez, por ser nuestros espejos de voluntad y fortaleza, virtudes maravillosamente exhibidas ante el mayor desafío de nuestro tiempo.
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Quisiera dedicar esta serie sobre El Camino a los que recientemente partieron hacia el otro lado, especialmente a mi querido pariente y amigo José Santos Vázquez (Pepe) y a mi otro querido amigo de adolescencia Florencio Álvarez (Jotiti), quienes inesperadamente nos dejaron un 8 de julio de 2020 y un 1 de febrero de 2021, respectivamente.
Pepe (ver fotografía), como todos lo conocíamos, fue uno de esos vecinos que cuando nos vienen a la mente, se nos ilumina el rostro con esa natural y prístina sonrisa. Su buen humor, simpatía y una bondad infinita definieron una existencia vivida plenamente.
Pepe Santos, con tan solo unos meses, junto a sus padres Dª. Elisa (Lisa) y D. José en 1956. Foto del archivo de Alfredo López.
Con el entrañable y apasionado vecino Florencio (ver fotografía) disfrutamos de sus extravagantes ocurrencias llenas de ingenio cuando nos acompañaba en algunas de las excursiones (ver fotografía); posteriormente se alejó del pueblo a ejercer su profesión de Guardia Civil, como anteriormente lo había hecho años atrás su padre D. Feliciano dedicando su vida a Cacabelos.
Florencio de pie a la izquierda junto a Jorge El Niño tumbado, en una acampada en La Leitosa en 1972. De izquierda a derecha les siguen Toño Balboa, Víctor de Francisco, Isidro Canóniga, Jaime Alija y el que esto escribe.
Sirva este modesto homenaje para dejar constancia de dos entrañables amigos y mejores personas. Gracias por lo que representasteis para muchos de nosotros.
Tres grandes amigos cacabelenses que supieron mantener la amistad desde su infancia: Pepe Santos (izda.), Víctor Figueroa y Florencio Álvarez (Jotiti) en una imagen de 2013. Foto del archivo
[1] La Historia de Gil Blas de Santillana o Aventuras de Gil Blas de Santillana es una novela picaresca en francés escrita por Alain-René Lesage entre 1715 y 1735.
[2] Personajes de la novela picaresca: La niña de los embustes: Teresa de manzanares, de Alonso de Castillo Solórzano (1584 - 1647?), escritor español del Barroco.
[3] George Henry Borrow (1803 – 1881), fue un escritor, viajero y filólogo inglés autor de la obra autobiográfica y novelesca La Biblia en España.
[4] El Camino de Santiago en España (1999). Ikeda Munehiro. Ed. Xunta de Galicia. 224 pp.