LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
19. El Camino de Santiago (La Calle de Las Angustias) (10)
Por Pepe Couceiro
Aquellas agitaciones infantiles que se removían por los alrededores de la casa donde viví ya fueron expuestas en anteriores entradas de este blog. En esta ocasión me gustaría hablaros de la agradable compañía que supuso el encuentro con mis queridas vecinas. La que conocimos en nuestra más tierna infancia y de forma más temprana se llamaba Encinita (ver fotografía), a la que le envío un fuerte abrazo si todavía se encuentra entre nosotros. Con ella y con otros amigos jugábamos permanentemente a todo tipo de juegos, tanto en su casa, ubicaba encima de la sede de correos (ver fotografía de 1967 del capítulo anterior), como en la nuestra, en la cual el área que habitábamos se encontraba en la parte posterior de ese mismo edificio y que daba a un gran solar con salida a la Plaza Mayor, que no era otra cosa que un corral de tiempos pretéritos. Los padres de aquella inolvidable vecina eran D. Hortensio, el administrador de correos, y Dª. Angustias. Estos buenos vecinos fueron los padres, además de María de la Encina, de Paco, Maribel y Mari Carmen.
Fotografía de 1962 junto al atrio de la Iglesia. De izquierda a derecha y de arriba abajo: Mi prima Ana, Marilín y Consuelo Pol. Abajo: Encinita, mi primo Diego, mi hermana Pilar y el que esto escribe.
A D. Hortensio le sustituyó como administrador D. Ramón. Este último, su esposa Dª. Cari y su hija Camino ocuparon la misma vivienda y así fue cómo se convirtieron en nuestros nuevos vecinos (ver fotografía).
Mis queridos primos y vecinos en una toma al inicio de la calle Las Angustias en 1968. De izquierda a derecha: mi vecino Carlos Fernández, hijo de Carlos y Lita, hermano de nuestra amiga Tere; mis primos Víctor Ramón, Gutis y Diego, junto a otra de mis vecinas, Camino, la hija de D. Ramón y Dª. Cari. Todos disfrutando de la maravillosa compañía de un extraordinario perro llamado Trosky que, a algunos de nosotros, nos cambió la vida para siempre.
Siguiendo la ruta de la calle hacia el puente, y una vez pasada la Boutique que mi amiga Merce La Secana inauguró en su día, y que luego traspasó a mi otra buena amiga Isabelita con el nombre de Libra, llegábamos a la bodega del tío de Roberto Carballo: D. Jesús El Carretón; posteriormente, en ese mismo local tuvieron la bodega durante años Dª. Sagrario y D. Antonio, los padres de nuestra amiga colaboradora Susana Carballo, la que ocupa la actual vivienda. Anteriormente, en esa misma casa, se localizaba la centralita de teléfonos (ver fotografía), ejerciendo labores de telefonista mi querida vecina Dª. Mina, donde también vivió su hermana Dª. Antonia Prada Rodríguez (Toñita), mujer de D. Anibal El Cartero, padres de la añorada Marilín (ver la fotografía anterior).
Una muy guapa Gela Pombo, mujer de Paco, tío de Tin, Luli, Celia, Chuchi y Cristina, paseando por la calle de Las Angustias en un resplandeciente día de junio de 1955. Nos percatamos del cartel anunciando la ubicación de la centralita de teléfonos donde ejercía de telefonista Dª. Mina, actual casa de Susana Carballo. A la izquierda la puerta de entrada a la oficina de correos y a la que fue mi casa. Foto del archivo de Manolo Rodríguez.
En la foto anterior, al fondo, asomándose en la puerta de la bodega de Manolo El Alcalde, podemos reconocer a Dª. Fiña (ver la fotografía siguiente), mujer de Paco (Perejón), actualmente descansando en su verdadera y luminosa casa.
Dª. Fiña en su juventud, en los primeros años de los 50, posando sobre las escaleras del jardín de D. Manuel El Alcalde, para quien trabajaba vendiendo vino en su bodega. Foto del archivo de Manolo Rodríguez.
Llegados a este punto le cedemos gustosamente la palabra a Susana Carballo para que comparta con nosotros sus propias vivencias:
«Al contrario que Pepe Couceiro y Gustavo Abelaira, yo no pasé mi infancia en esta calle. Mi barrio fue la carretera, el entorno de los talleres de motos del Guarni y Pepe (Coneja), el de la tienda de Josefa (la madre de Isidro Canóniga), el de las “chuches” de La Morraña (abuela de Luis y Celsi), el de las fiestas del Casino, el de las películas del cine Litán y las bodas en su salón, el de la escuela de párvulos (en el local del actual bar ‘’Avenida 33’’) (ver fotografía), el de la casa y la consulta de don Manuel Carbón, el de la casa de “La Lobata”, etc.
Susana en la clase de parvulitos tomada en el exterior de la escuela, en el número 33 de la Avenida, aproximadamente en 1970. Foto del archivo familiar.
Mi primer recuerdo de la calle Las Angustias es de cuando era muy pequeña, aunque solo era consciente de la bodega de mi abuelo, “la bodega de la plaza”. Este recuerdo está unido al incendio de la casa del Valenciano y a los Reyes Magos que me habían traído un proyector de cine (que aún conservo) (ver fotografía), y que esa noche mi padre aprovechó, a modo de linterna, en las labores de extinción del fuego, intentando que no alcanzase nuestra casa, ya que la bodega tenía los depósitos llenos de vino de la cosecha de ese año.
Fotografía de la caja del popular juguete en aquellos tiempos. Nadie se imaginaba lo útil e importante que sería ese proyector que los Reyes regalaron a Susana el día que se declaró el incendio en la casa del Valenciano, su vecino. Foto del archivo familiar.
Por entonces en la casa estaba la centralita de teléfonos. Siempre he oído que mi casa era en la que más se había hablado en el pueblo (ver fotografía de la Centralita). Pasados los años mis recuerdos se circunscriben a la vendimia y la bodega (ver fotografía).
El padre de Susana D. Antonio en su bodega en 1992. Foto del archivo familiar.
Años más tarde, la bodega y la casa pasaron a ser de mis padres y fue entonces cuando se abrió al público para vender y tomar vinos, al igual que la del Niño o, anteriormente, la Calúa; fue la época del auge de las bodegas de bandera (de cosecha propia) en el Bierzo, antes de la llegada de los nuevos y mejores vinos con la Denominación de Origen; también fue la de la temporada de peregrinación a las bodegas de Ponferrada, Molina, Villafranca y de Cacabelos y la de consolidar grandes amistades que todavía perduran.
Dª Sagrario, la madre de Susana, en su bodega con Toño Criado, el conocido periodista y escritor berciano, en 1998. Foto del archivo familiar.
Ya he mencionado que llegué tarde al barrio, fue por los años 90. Por entonces el objetivo era restaurar la vivienda y convertirla en mi domicilio. Fue una obra complicada a la par que emocionante. Desmontar y transformar, pero guardando la esencia original de la construcción, conservar piedra y madera. Ir eliminando capas viejas y crear nuevos espacios.
La casa restaurada de Susana en la actualidad. Foto del archivo familiar. |
Han transcurrido muchos años en esta calle y sin lugar a dudas para mí lo más importante acontecido en ella fue el nacimiento de mi hijo (ver fotografía). Aunque la ausencia de más criaturas pequeñas en el barrio, supuso tener que desplazarse hasta la plaza para tener compañía en los juegos.
La familia de Susana asomada al balcón de su casa: D. Antonio, Dª. Sagrario y su hijo Fernando en el año 2.000. Foto del archivo familiar.
A esta nueva aventura se unía el franco deterioro de la calle y el cada vez menor número de vecinos. Eso sí, empezó el auge de los peregrinos y las procesiones de Semana Santa. Desde entonces fuimos conscientes de vivir en plena ruta Jacobea por donde pasaban, bajo los balcones, personas venidas de todo el mundo.
La calle también se había convertido en escenario por el que discurrían las imágenes sagradas. Los romanos, las tropas de Napoleón (ver fotografía) y mis balcones eran puntos privilegiados de observación de todas ellas.
Paso de las tropas de Napoleón, persiguiendo a los ingleses en el año 2.000. Foto del archivo familiar.
Al final de la calle, el Museo M.AR.CA. era la guinda del pastel de esta incipiente mejora. Parece que había una reactivación, aunque todavía lenta. Teníamos nuevos vecinos, que apostaban por recuperar el patrimonio arquitectónico tradicional, como la familia de Raquel Uría y, como bien la describirá Pepe más adelante, la de Gelín, que es la más reciente.
Hace poco se ha constituido la asociación “El Filandón Berciano” que, entre muchas otras cosas, trabajan en la tradición y la conciliación intergeneracional. Sería interesante poder poner en común todos estos recuerdos y contar con aquellos de los que todavía nos acompañan para refrescarlos. Tomo prestadas unas palabras de Gustavo: “A medida que creces, la vida se va convirtiendo en una mezcla fascinante de historia y memoria”.»
Continuará……………….