La palabra “empapizao” o el verbo “empapizar” no aparecen en
el diccionario. Con seguridad procederán del verbo “ampapuzar”(obligar a comer
demasiado), pero en Cacabelos transformamos las palabras como nos da la gana.
Durante los días de Carnaval y fechas anteriores, hay quien
afirma que desde Santo Tirso hasta el Miércoles de Ceniza, se abría una veda
muy especial que obligaba a guardar muy bien la espalda. La gente joven llenaba
sus bolsillos con harina, salvado, azúcar(los más benévolos), sal o pimiento
picante(los más sanguinarios). Se movía por el pueblo buscando una posible
víctima, el empapizao, para acercarse a
ella por la retaguardia sigilosamente y llenarle la boca con un puñado de su
munición.
En principio por la sorpresa, e inmediatamente después al
verse casi ahogado por aquella sustancia que colmaba su boca, la víctima, solía
revolverse e intentar agredir al acosador, además de lanzarle toda clase de
improperios.
Ni lo uno ni lo otro. Esa ley no escrita que ordena juegos y
costumbres, impedía cualquier acometida. El mero acto reflejo de intentarlo era
detenido por la frase defensiva que lanzaba el agresor:
¡Por Carnaval todo pasa!
En ese momento terminaba la escaramuza. La frase era el
escudo protector aceptada por todos, o por casi todos. Siempre hubo
transgresores de las leyes. Desde ese momento se sabía que se trataba de una
broma y que era tiempo de carnestolendas cuando casi todo estaba permitido. El agredido calmaba su furor y
eliminaba, como podía, aquel producto invasor. Y el agresor, contento e
indemne, continuaba su gira en busca de un nuevo mártir al que poder empapizar.
Años ha que la costumbre permanece en el cesto del olvido.
Las nuevas generaciones quizá ni hayan oído hablar de esta “pequeña salvajada”
de otros tiempos. Aquellos años sesenta del siglo XX, como a tantas otras, se
la llevaron ¿para siempre?