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Epitafio de la tabernera Sentia amarantis |
Por Arsenio López Faba
La escuela de don Marcelino, de feliz memoria, estaba situada
sobre la bodega de nuestro inolvidable alcalde don Manuel Rodríguez Sánchez.
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Sobre la bodega estaba la escuela |
Aquella tarde leíamos el capítulo XXXIII del Quijote:
De la sabrosa plática
que la duquesa y sus doncellas pasaron con Sancho Panza, digna de que se lea y
de que se note
---Encogió Sancho los
hombros, obedeció y sentóse, y todas las doncellas y dueñas de la duquesa la
rodearon, atentas, con grandísimo silencio, a escuchar lo que diría; …que más
vale el buen nombre que las muchas riquezas, encájemeese gobierno, y verán
maravillas, que quien ha sido buen escudero, será buen gobernador….
–Todo cuanto aquí ha
dicho el buen Sancho –dijo la duquesa– son sentencias catonianas, o, por lo
menos, sacadas de las mesmas entrañas del mismo Micael Verino, florentibus occidit
annis. En fin, en fin, hablando a su modo, debajo de mala capa suele haber buen
bebedor.
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Don Marcelino con los alumnos de su última promoción |
–En verdad, señora
–respondió Sancho–, que en mi vida he bebido de malicia; con sed bien podría
ser, porque no tengo nada de hipócrita: bebo cuando tengo gana, y cuando no la
tengo y cuando me lo dan, por no parecer o melindroso o malcriado; que a un
brindis de un amigo, ¿qué corazón ha de haber tan de mármol que no haga la
razón? Pero, aunque las calzo, no las ensucio; cuanto más, que los escuderos de
los caballeros andantes, casi de ordinario beben agua, porque siempre andan por
florestas, selvas y prados, montañas y riscos, sin hallar una misericordia de
vino, si dan por ella un ojo.
…De nuevo le besó las
manos Sancho a la duquesa, y le suplicó le hiciese merced de que se tuviese
buena cuenta con su rucio, porque era la lumbre de sus ojos.
–¿Qué rucio es éste?
–preguntó la duquesa.
–Mi asno –respondió
Sancho–, que por no nombrarle con este nombre, le suelo llamar el rucio; y a
esta señora dueña le rogué, cuando entré en este castillo, tuviese cuenta con
él, y azoróse de manera como si la hubiera dicho que era fea o vieja…
–Llévele –dijo la
duquesa– Sancho al gobierno, y allá le podrá regalar como quisiere, y aun
jubilarle del trabajo.
–No piense vuesa
merced, señora duquesa, que ha dicho mucho –dijo Sancho–; que yo he visto ir
más de dos asnos a los gobiernos, y que llevase yo el mío no sería cosa nueva.
Las razones de Sancho
renovaron en la duquesa la risa y el contento; y, enviándole a reposar, ella
fue a dar cuenta al duque de lo que con él había pasado, y entre los dos dieron
traza y orden de hacer una burla a don Quijote que fuese famosa y viniese bien
con el estilo caballeresco, en el cual le hicieron muchas, tan propias y
discretas, que son las mejores aventuras que en esta grande historia se
contienen…
A continuación oímos la simpática voz del Risco bendito:
-Lo mejor que hay en El Bierzo es el vino de bodega, porque
dentro de una cuba no cabe ninguna pena.