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| Gonzalo García, concejal de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Cacabelos |
Artículo de Opinión
En el Ayuntamiento de
Cacabelos ya no se gobierna: se persigue. La alcaldesa, por un pastón pagado
con el dinero de todos, con una dedicación del 80%, pierde mucho tiempo en una
única tarea: la caza de brujas. El objetivo no es mejorar el pueblo, ni
arreglar calles, ni ofrecer servicios dignos: el objetivo es encontrar al
“traidor”. Cada comunicado que emite la oposición, cada nota de prensa, cada
denuncia pública... no se recibe como una oportunidad para mejorar el municipio
o para responder: se convierte en el inicio de una nueva cacería interna. Lo
importante no es el contenido, no es lo que se denuncia: lo importante es quién
lo contó. Como si la transparencia fuera un crimen, como si informar a los vecinos
y vecinas del municipio fuera un acto de alta traición.
La última escena de
este teatro absurdo ocurrió cuando mando reunirse con el personal de obras para
preguntar: ¿Quién ha sido? No se habló de trabajos pendientes, ni de arreglos que el pueblo pide a gritos.
La reunión se convirtió en un interrogatorio, en un intento de averiguar quién
es el “topo”, quién se atreve a hablar, quién filtra lo que cualquier ciudadano
tiene derecho a saber.
No es extraño que, en
este contexto, venga a la memoria la película Matar al mensajero. Esto ya no es
política municipal, es un capítulo local de Matar al mensajero. Porque aquí lo
importante no es el contenido de lo que se sabe, sino la cabeza de quien lo
hizo saber. Matar al mensajero no cambia el mensaje, pero algunos prefieren
disparar antes que escuchar. Lo que debería ser una gestión responsable se ha
convertido en una cruzada personal, en un intento por acallar lo que no gusta o
lo que incomoda.
Esta caza de brujas,
que se repite una y otra vez, no arregla calles, no soluciona problemas, no
impulsa mejoras. Solo crea tensión, miedo y parálisis. Como en Matar al
mensajero, lo importante no es el mensaje: es silenciar a quien lo transmite.
Matar al mensajero no cambia el mensaje, aunque algunos no quieran aceptarlo.
Mientras tanto, las
calles siguen con parches, los proveedores sin cobrar... Los problemas reales,
sin tocar. El Ayuntamiento convertido en un escenario de sospechas, donde cada
comunicado de la oposición activa un nuevo capítulo de esta obsesiva caza de
brujas. Y el pueblo, esperando que alguien, por fin, se ponga a gobernar. Por
mucho que se busque culpable, la realidad sigue siendo la misma: los problemas
de Cacabelos están sin resolver y proveedores sin cobrar.
¿Quién gobierna para el
pueblo cuando el tiempo y los recursos se dilapidan en una cacería interna? En
lugar de levantar muros de opacidad y desconfianza, el Ayuntamiento de
Cacabelos debería recordar que la democracia se alimenta de luz y taquígrafos,
no de oscuridad y rumores.
Como recuerda la
sabiduría popular: El que nada debe, nada teme. Gobernar no es vigilar ni
acusar: es servir. Y si tanto miedo hay a que se sepa lo que pasa en el
Ayuntamiento, tal vez el problema no esté en el mensajero, sino en el mensaje.
Y al final, la realidad
es simple y es tozuda: cuando un
gobierno dedica su tiempo y su sueldo a perseguir a quien cuenta lo que pasa,
es porque teme el mensaje más que al mensajero. Y eso, en política, dice mucho.
Y nada bueno.
Gonzalo García Garnelo
Concejal de Izquierda
Unida
Ayuntamiento de
Cacabelos