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Carlos en la actualidad |
-Fíjate bien, sigue pisando
sin apenas rozar el suelo. Cuando salía al campo parecía que no tocaba la hierba,
solo la rozaba con la puntera, como si no le pesase el cuerpo, era muy ágil.
Con estas palabras intentaba explicarme un amigo común la
facilidad que tenía Carlos Fernández Gallardo para ser el terror de los
defensas contrarios en sus tiempos de jugador de fútbol.
En la actualidad, cuando en esta misma semana ha abierto la puerta a la octava década de su vida, son
todavía muchos los que cariñosamente se refieren a él como Carlitos el Gallo.
Carlitos porque era casi un niño cuando ya se lo rifaban los mayores para que formase
equipo con ellos. Y el Gallo –apodo que le puso Toñito el Herrero y que
rápidamente se popularizó- porque en la zona del área donde aquel jovencísimo
delantero centro vivía en tierra hostil, nunca se amedrentaba ante los rudos y
veteranos defensas con los que le tocaba
bailar los domingos de partido. Es
más, se envalentonaba y les hacía frente: se engallaba.
Carlos, como la mayoría de los niños de las generaciones
próximas a la mitad del siglo XX, aprendieron a jugar al fútbol en las calles,
la mayoría sin asfaltar y, por supuesto, sin estar equipados con botas y traje
deportivo reglamentarios.
-Jugábamos los
chavales en la Plaza, en el Sagrao (plazuela lateral a la Iglesia
Parroquial), en la calle del Puente
Nuevo…donde podíamos. Los partidos de verdad se jugaban en el Campo de San Isidro,
donde está el Instituto; recuerda casi nostálgico Carlos.
Uno imagina un panorama desolador para la práctica deportiva
en aquellos años: fútbol en la calle y natación en el Cúa durante el verano.
-No, jugábamos también
a baloncesto y balonmano. Usábamos de cancha la zona peatonal frente al Banco
de Bilbao y donde había una fuente. Allí, con Negrín y otros, llegamos a jugar
en un mismo día un partido de baloncesto, uno de balonmano y otro de fútbol.
Era una época en la que muchos chavales estábamos estudiando en colegios y
sabíamos jugar. Durante alguno de aquellos años éramos más de treinta los que
estudiábamos fuera.
Carlos se examinó y aprobó el ingreso a Bachillerato en
Ponferrada a los diez años e inició ya el primer curso en Valladolid, interno
en el colegio que los Jesuitas tenían en la capital castellana. Atrás quedaban
los años escolares con don Heliodoro,
“Cachucho”, don Paco y don Augusto.
–No cabía otra posibilidad, para estudiar tenías que marchar. Unos
íbamos a colegios para hacer el bachiller y otros a los de vocación religiosa
que permitían estudiar gastando menos dinero. Mi padre eligió el de Valladolid
por la buena fama que tenía.
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Muy joven a su llegada a Coruña |
El Colegio de los
Jesuitas de Valladolid estaba considerado entre los mejores por su
calidad educativa. Por sus aulas pasaron muchos alumnos procedentes de las
consideradas mejores familias de España. Nuestro paisano recuerda a Alfonso de
Borbón y Pérez del Pulgar, de quien no hace falta añadir sus lazos de sangre. O
también Marcelino Oreja, Ministro de Asuntos Exteriores durante la transición en
el primer gobierno de Adolfo Suárez.
En Cacabelos no había instituto y no se podía ir a
Ponferrada cada día con la facilidad actual. El bachiller duraba siete años y,
sobre todo, los últimos cursos casi exigían estar a los alumnos en colegios con
internado, la mayoría dirigidos por órdenes religiosas. Y para las
chicas el camino era casi idéntico.
Desde 1953 Cacabelos ya tiene campo de fútbol reglamentario
con vestuarios y tribuna para el público. Durante las vacaciones, y sobre todo
las de verano, Carlos entrena con los veteranos de la Unión y comienza a ser
solicitado para jugar en el primer equipo a pesar de no tener aún la edad
reglamentaria. Las componendas con las fichas eran habituales y la suya también
sufrió alguna alteración para poder disputar partidos oficiales.
Destacaba entonces en la Unión un jugador, Antonio Mourelo,
al que varios clubes de primera intentaban fichar. Los hermanos Lobato, dos
industriales con bodegas en Cacabelos, residían en La Coruña y aconsejaron su
fichaje al presidente del Deportivo. Era el año 1955 y Mourelo convenció a
Carlos para que viajase con él para hacer las pruebas en el club gallego.
-
Me dijo que él no iba
si yo no le acompañaba. Fue el año que marchó Luis Suárez al Barcelona; recuerda.
Nos alinearon a los dos con los Acuña, Pahiño, Bazán, Zubieta…en un partido
amistoso en el campo de La Granja, era agosto, y dimos un buen
repaso al contrario: metimos cinco goles entres los dos Nos ficharon a
los dos. Fue mi primera ficha deportiva oficial.
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Con el Deportivo (agachado, segundo por la derecha) 1955 |
En ese partido estuvo invitado como espectador el ferrolano
Jesús Suevos, recién nombrado presidente del Atlético de Madrid. Apreció la calidad de la pareja berciana e
intentó conseguir su fichaje inmediato, pero el Deportivo no permitió que
Mourelo y Carlos abandonaran el campo sin haber estampado su firma en el
contrato.
Comienza una nueva vida, joven y con dinero en el bolsillo.
Para no interrumpir su progresión en el fútbol, el club consigue que realice el
servicio militar en La Coruña como soldado cartero –un par de horas de trabajo
por la mañana- que le permitiría entrenar y jugar sin grandes problemas de
horarios.
Pero la fatalidad quebró aquellos sueños que empezaban a ser
reales. Un terrible accidente de tráfico –uno de los primeros referido a
Cacabelos- segó la vida de su padre, don Carlos, y uno de sus empleados, Andrés Martínez "Carracha". Corría
el año 1958. Nuestro hombre debe regresar a casa para involucrarse en el negocio
familiar del transporte; abandona La Coruña y vuelve a formar parte de La
Unión.
Los que vienen serán años con abundantes éxitos deportivos
del equipo de Cacabelos. Por primera vez está a punto de ascender a 3ª división,
esperanza truncada en el partido de desempate ante El Castilla en tierras
zamoranas.
-Formabas parte de “la delantera eléctrica”. ¿Quiénes la
formabais?
-Roberto García
Valtuille, era de lo mejor que había y pudo haber fichado por uno de los
grandes, pero su padre le impuso primero estudiar, ya sabes que hizo medicina.
También destacaban Negrín, Alberto, Tití, Enrique, Valerianito y Ricardo “Relojero”,
que era un chavalín pero ya destacaba.
-¿Qué otros personajes cacabelenses relacionados con el
fútbol recuerdas?
-
A muchos.
Especialmente a don Paco Rivas Reboleiro quien, siendo presidente, nos pagaba las
primas después de los partidos en sobres que nos entregaba incluso en el
restaurante donde comíamos a la vista de todos. A don Manuel, alcalde muchos años, quien bajó
al vestuario durante el descanso de un partido contra el Huracán en Ponferrada.
Perdíamos tres a cero en el primer tiempo; ya no sé lo que nos dijo, pero en el
segundo tiempo dimos la vuelta al partido y ganamos tres a cuatro.
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1969. La Unión juega la promoción de ascenso a 3ª división |
La memoria de Carlos le permite continuar evocando nombres
de jugadores, entrenadores, amigos, familiares…Se hace presente su abuelo don
Bernardino (del que, por cierto, falta la fotografía en el Ayuntamiento junto a
las de los otros alcaldes), aquel singular personaje que compró en los años
veinte la Enciclopedia Espasa para que los cacabelenses pudieran ilustrarse y
solventar sus dudas. Nos reímos al comentar si sería cierto o leyenda que puso
como condición para su consulta el uso de guantes para no manchar sus páginas. De su recorrido por El Biezo acompañando a su primo Raúl Guerra Garrido cuando éste escribía "El año del wolfran".O
de las apuestas de Félix Garnelo y sus amigos retándose a comer tantos cazuelos de callos como goles marcaría el próximo domingo.
-En un partido contra
Vega de Espinareda ganamos trece a cero. Marqué seis, me acompañaban Manolo, Tití, Roberto y Lorenzo.
Pobre del que le tocase pagar ¿Qué precio tendría hoy un
ariete de esta categoría?