TRES MOZAS GARRIDAS.
Por Antonio Esteban González
El tiempo es así. Pasa, al igual que pasan las cosas, aunque
uno no crea que pasa, pero, un buen día, al mirarnos en el espejo del alma -o
en cualquier otro espejo- aunque nos
veamos iguales que ayer, no somos, físicamente hablando, iguales ni siquiera en
nuestro interior.
Hemos cambiado porque las penas han puesto arrugas en el corazón y porque la acidez de la vida
ha dado un vuelco a nuestras convicciones.
El paisaje que observamos detrás de estas mozas -yo las llamaría mozas garridas como las
llamaba el marqués de Santillana- que
paseaban por la Nacional Sexta -hoy
Avenida de Galicia y mañana ¡ quién
sabe…¡- ya no es el mismo paisaje de
hoy.. (Más o menos, lucían su palmito frente al Parque que era el lugar apropiado para pasear lucir el vestido nuevo, por debajo de las
rodillas y la “permanente” hecha en casa –con bigudíes- porque aún no había peluquerías femeninas).
Paseaban a la espera del mozo que les susurrase al oído una
palabra bonita y, no creo equivocarme, pero estas tres mozas siempre tenían
algún mozo que les dijese esas palabras bonitas.
La fotografía es de los años cincuenta del siglo pasado -ayer mismo-
y estas tres mozas -Maruja
“Cataña”, Luisiña, la mujer de Pepe Gato y Tita la de Forín- miraban sonrientes a la cámara sin dejar de
caminar.
Es una foto que nos muestra
- si es que no nos muestra otra cosa-
cómo era la moda femenina hace
muchos años y como era nuestra villa ayer.
Otros tiempos. Otras modas, pero Cacabelos sigue ahí porque el tiempo, sí, ha pasado, pero nuestra
villa sigue estando en donde siempre estuvo.