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Raimundo, Ray, sentado ante el albergue (antiguo colegio) de Villadangos
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Desde el uno de mayo Raimundo González Domínguez o Ray, como
familiarmente le conocemos en Cacabelos, ha cerrado un ciclo en torno al Camino
de Santiago.
Pocas personas
tendrán el conocimiento y la experiencia que ha acumulado tras caminar a
Santiago por varias de las rutas más conocidas: 2 veces el Camino Francés desde
Roncesvalles, 51 días para completar el Mozárabe desde Almería –Me marcó mucho, fueron muchos días caminando solo durante las primeras etapas, dice mientras me enumera su currículum
peregrino-, Lisboa-Santiago por la costa, Coimbra-Santiago por Tui, el del
Norte desde Irún y 6 veces el Camino de Invierno.
Y ahora cierra, momentáneamente, ese ciclo peregrino y se
convierte en hospitalero. Una generosa forma de agradecer con el ejemplo las
atenciones que le dispensaron a él decenas de hospitaleros a lo largo de estos
años en sus distintos peregrinajes.
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En el interior, apoyado en un antiguo pupitre del colegio
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Y como hospitalero está desde el uno de mayo en el albergue
municipal de Villadangos del Páramo. Allí lo encontré el pasado lunes cuando
desde la cocina salían ya los primeros efluvios de lo que allí se fraguaba. Me abre la puerta sorprendido por mi
presencia. Nos abrazamos como si el tiempo transcurrido desde su ausencia en el
pueblo se hubiese estirado al igual que la distancia.
Tras las explicaciones de rigor, le pregunto:
-¿Hospitalero o alberguero?
-Hospitalero,
responde tajante. Soy hospitalero, algo especialmente ligado al Camino de Santiago.
La actividad de los Hospitaleros Voluntarios (HOSVO) nace de
la mano de la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino.
Desde primeras horas
de la mañana prepara todo los necesario para el desayuno madrugador de los
peregrinos alojados y que emprenderán la jornada al aparecer las primeras luces
de la mañana. Mantener la limpieza y el orden es primordial y exige un trabajo
que requiere su tiempo. La lavandería, la cocina, los servicios, las
habitaciones…todo debe estar en orden para acoger a los peregrinos que irán
asomándose a la puerta a lo largo de la mañana, preferentemente.
Con la llegada se inicia la labor burocrática, la
inscripción. El lunes todos eran extranjeros: franceses, croatas, alemanes,
brasileños, coreanos, holandeses, canadienses e italianos.
-Siempre hay algo que
hacer, dice Ray condescendiente cuando le requieren en otra estancia.
A pesar del maremágnum de nacionalidades e idiomas, se
entiende con los que piden información para salir a cenar, los que necesitan
saber cómo funciona la lavadora o para atender cualquier otra necesidad.
Atención las 24 horas del día.
-Estoy contento con la
experiencia. No me sorprende el trabajo, ya sabía en lo que me metía.
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En la mesa de recepción repasando el listado de peregrinos inscritos durante el día
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El trabajo de los voluntarios es altruista, no se cobra
nada. Se cobra en satisfacción personal y en agradecimientos. Me enseña un
cuaderno en el que muchos peregrinos dejan constancia del reconocimiento al
hospitalero. Copio uno de los últimos:
-Gracias a los hospitaleros
por la acogida. El hospitalero es la luz en un día sin sol, la sonrisa de una
etapa sin fuerza. Muchas gracias. Firmado: Eric, francés.
Ray persigue la idea de crear en Cacabelos una asociación
municipal de amigos del Camino de Santiago, semejante a otras que existen y que
tan buena labor realizan. Hace tiempo que persigue hacer realizad esa idea.
Considera que puede ser muy beneficiosa para nuestro pueblo. Una idea
interesante compatible con el interés que nuestras autoridades locales deben
hacia este recurso que cruza nuestro municipio.
En la despedida le pregunto cuál será el siguiente
itinerario:
-Ya estoy pensando,
tengo algo preparado.
Quizá el Camino Olvidado.
-Saluda a los amigos
de Cacabelos, me dice al despedirnos.