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José Quiroga, padre |
LA
VERDADERA HISTORIA DE JOSÉ QUIROGA GARCÍA ( II)
La tarde ha ido cayendo sobre
Cacabelos. El verano, vencido, descuelga sus últimos flecos sobre la villa y
cerca de la casa de mi interlocutor, de Pepe Quiroga, se oyen risas y
conversaciones en las terrazas de las cafeterías.
Pasa algún automóvil, no
respetando los límites de la velocidad, en la calle, pero, este cronista se
encuentra cómodo en el cuarto de estar y sigue escuchando lo que le cuenta Quiroga..
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Torre de la Iglesia Parroquial de 1904 |
-La vida laboral de mi padre, -sigue hablando Pepe- como
te decía antes, comenzó a muy temprana edad. En aquellos tiempos era así. Los
niños tenían que trabajar y abandonaban la escuela. Él ayudaba a su padre en
las obras que este contrataba, como fue la construcción de la torre de la
Iglesia de Cacabelos, en los albores del siglo veinte, Así se puede leer en una
placa colocada sobre la puerta de la Iglesia, en la que se recuerda que don
José y don Jorge Rodríguez -los Cereros-
corrieron con todos los gastos. Torre, atrio y coro. Tenía entonces, mi
padre, ocho años. Hacía masa y la subía a los andamios para que Valín y su padre,
mi abuelo, trabajasen. Hace muy poco tiempo, en un hueco de la torre se
encontraron algunos instrumentos que empleó Valín en la construcción y que
fueron entregados a su familia.
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Placa en la torre que anuncia los benefactores y el año de su construcción |
“Ya
mozo, mi padre, como otros muchos, decidió atravesar el Océano y trabajar en
Sudamérica, en su profesión, que estaba muy solicitada… Otros compañeros
emigraron a Argentina y muchos, a Brasil que, por aquel entonces, era un país,
casi en construcción. Mi padre trabajó duro en Uruguay, como albañil,
superándose y ascendiendo en categoría hasta llegar a encargado General de la
Empresa”.
“En
este país sudamericano, además de agridulces recuerdos, contaba sabrosas
anécdotas. Te cuento. Fue pupilo, es decir alquiló una habitación a Maruja Valín
, previo pago de una cantidad. Ella lavaba la ropa y le daba de comer. Maruja,
decía mi padre, cocinaba muy bien y una de sus especialidades que, además, era
la preferida por mi padre, era el guiso de bacalao, un guiso picante, plato que
no le cansaba, tanto es así que un día Maruja le dijo que iba a preparar guiso
de bacalao hasta que le saliese el bacalao y los garbanzos por los ojos y ya no
quisiese más guiso en su vida, así que mi padre estuvo comiendo -y con gusto- guiso de bacalao cuarenta días seguidos,
incluidos sábados y domingos. Y, cuando llegó a España siguió hablando de aquel
guiso y comiéndolo siempre que se lo ponían delante.
“Ya
en España, como contratista trabajó para Adriano Morán y para don José Álvarez
de Toledo, en Villafranca…”
Pero esas son otras historias que
serán contadas en otro capítulo.
CONTINUARÁ