Son muchas las críticas gratuitas que, durante años, he ido escuchando sobre los jóvenes y los centros educativos. Ciñéndome exclusivamente al Colegio e Instituto de Cacabelos y colegios de pueblos próximos, aquéllas provienen de un amplio abanico de personas, muchas ajenas por completo al entorno educativo, y otras con hijos o familiares implicados en él. Estas últimas no son conscientes que también forman parte de la comunidad educativa en la parcela que les toca y tienen, por tanto, también su cuota de responsabilidad. No niego el derecho a expresar sus libres opiniones o críticas a cualquier ciudadano que, suficientemente informado, desee plasmarlas. Sí me molestan, y mucho, cuando se generalizan e implican a todo un sector de la sociedad.
Razones y hechos abundan, desgraciadamente, motivadores de ese cierto pesimismo que nos invade a la hora de valorar a la juventud y a la enseñanza actuales. Pero el panorama no es tan negro como pretenden presentarnos. Un gran número de alumnos de nuestros centros logra finalizar sus estudios y continuar otros fuera de la localidad; sea en la universidad, sea en centros de formación profesional. Y año tras año comprobamos como se van situando en el mundo laboral; unos con mejor fortuna que otros, tal como es la realidad de la vida.
No se me ocurriría negar la problemática actual que, tanto al mundo juvenil como al de la enseñanza, afecta en gran manera. Pero creo también que, todos quienes formamos parte de la sociedad, debemos analizar y reconocer nuestra parte de responsabilidad. Posteriormente podremos hacer crítica negativa, pero sin olvidarnos la positiva, si hubiera motivos.
Siempre es noticia aquel alumno con conductas disruptivas graves o aquel profesor injusto. De todo hay en la viña del Señor. Pero ignoramos o apenas valoramos a esos alumnos que han obtenido premios en sus estudios, a esos que han obtenido distinciones en su profesión, a esos que tienen un brillante expediente académico, a esos que han montado su propia empresa...pues, todos esos han salido de nuestras aulas, han formado parte de nuestra comunidad.
Las profesiones de maestro o de profesor tampoco están en la cúspide de la popularidad. Son muchos y complejos los problemas que tienen que afrontar. Existe una incomprensión muy extendida hacia su labor en muchos sectores de la sociedad, incluso hasta alguna seudo autoridad académica se permite lanzar exabruptos contra ellos habiendo ejercido, esta misma, la enseñanza poco tiempo atrás.
Sí os puedo asegurar, porque conozco bien las interioridades de ese mundo, que una gran mayoría de maestros y profesores viven de forma muy intensa su profesión, entregados a su trabajo y buscando mejorar la grave situación por la que atraviesa el sistema educativo.
Todo este rollo, que os he largado, es el preámbulo para, de vez en cuando, poder contar los logros de algunos alumnos salidos de nuestras aulas.