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Una jovencita Manuela posando en las Angustias |
Mis recuerdos de Manuela me trasladan a un Cacabelos
ya muy lejano y van unidos a la figura de su marido. En aquellos años finales de los
cincuenta y principio de los sesenta del siglo pasado causaba sensación ver
un extranjero por nuestras calles y Pierre, su marido, era francés. Un hombre
muy guapo, según recuerdan muchas chicas
de aquella época, al que se añadía el atractivo de venir del otro lado de los
Pirineos.
Manuela, Manola o Manolita Sernández (Manuela Droesbeke,
en Francia la mujer toma el apellido del marido) procede de una de las ramas
Sernández de Cacabelos. Sus padres, Leopoldo y Emilia, fundaron la conocida panadería La Golondrina
actualmente regentada por Miguel, hijo de su hermano Chas. Manolo y Paco, desgraciadamente ya fallecidos,
completan con Pepe el resto. Anteriormente tuvieron una fábrica de gaseosas en un local que había donde hoy está la confitería La Golondrina.
Cuando le
pregunto a Manuela por qué eligió Francia, dando por supuesto que había ido a
trabajar, como era muy común durante aquellos años, me corrige:
-En julio de
1957 tuve ocasión de poder realizar un intercambio y pasar un mes en París, no
marché para trabajar. Como anécdota te diré que asistí al entierro de Sacha
Guitry (actor, dramaturgo, escenógrafo, director de cine y guionista de
cine francés) en el cementerio de
Montmartre el 30 de julio aquel año. Fue una casualidad, yo me encontraba en el
Sagrado Corazón (Sacré Coeur) y oí
que en ese momento eran sus exequias. Quise dar el último adiós a un personaje
tan importante. También en 1987 al entierro de la cantante Dalida en ese mismo
cementerio.
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No hace falta decir el lugar donde se tomó la foto |
- Demostraste ser valiente: años cincuenta, mujer y
viajar por estudios al extranjero no era lo normal. Pero ese mes en la Ciudad
de la Luz te tenía reservada otra ANÉCDOTA, en esta caso con mayúsculas,
Manola.
- Sí, el día
18 conocí en París a un tal Pierre Droesbeke, y lo que resultó de ese encuentro ya lo sabes.
Regresé a Cacabelos y estuvimos durante un año correo va y correo viene. No es
como ahora que existe el correo electrónico. Entonces eran cartas. En junio del
año siguiente me fue a ver a Cacabelos y en noviembre nos casamos. Ya ves, nada
original. Los hijos y los nietos vinieron después.
Manuela vino a este mundo a ocupar el segundo lugar
entre los hermanos casi un mes después
de haberse proclamado la Segunda República (14 de abril de 1931). Me comenta su
sorpresa por mi interés en hablar de su vida:
-Mi vida no
tiene nada de particular, es más bien sosa y sin mucho aliciente, pero no me
quejo si todo no ha sido bueno.
-Echa la vista atrás ¿Cómo fueron aquellos primeros
años de tu infancia y juventud en Cacabelos?
-Mi infancia
fue muy buena entre mis hermanos y primos. Nos reuníamos en la panadería para
hacer el magosto por los Santos, asar chorizos y todo lo que podíamos. De niña fui a la escuela municipal (también
llamada Escuela de la Villa y actualmente Colegio Público). Guardo un buen recuerdo de mis maestras, especialmente de doña María
Isabel.
-Posteriormente seguiste estudiando en Ponferrada,
algo poco común también en aquellos años y en una niña:
- A los nueve
años hice el Ingreso para el Instituto de Ponferrada (prueba para acceder
al Bachiller de entonces que comenzaba a los diez años).Allí estuve un año y después cambié a Las Concepcionistas y seguí
estudiando. Fueron los mejores años de mi vida. Todo se truncó el 20 de marzo
de 1950(Manuela maneja las fechas con una precisión admirable). Murió mi padre y con mis 18 años tuve que
ocuparme de la casa, de mis hermanos y de mi madre que nunca gozó de buena
salud.
Los duros golpes que impactaron tan pronto en su
vida, no lograron destruir su carácter abierto y alegre. Ha vivido un
matrimonio feliz. Los cacabelenses hemos sido testigos de sus vacaciones
veraniegas: sus hijos Jean Pierre y Thierry correteando felices por la calle y
su marido perfectamente integrado con la familia y amigos de Manuela. También
ella se adaptó a Francia, residiendo desde el inicio de su matrimonio en Drancy,
localidad perteneciente a la Región de París (Île de France). Cuando los hijos
fueron un poco mayores, comenzó a trabajar como secretaria de notarías, después
de haber superado un concurso con muy buena calificación.
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Manuela en la notaría donde trabajó |
Durante la primavera de 1981 Pierre se vio sacudido
por una grave enfermedad que, con cincuenta años, lo dejó postrado en una silla
de ruedas y obligó a Manuela a dejar su trabajo para dedicarse plenamente a su
cuidado. De nuevo la vida ponía a prueba la entereza y el ánimo de la
cacabelense.
-No sé si es por
mi manera de ser o por mi creencia en Dios, lo llevo bien a pesar de todo.
Vuelve a estar presente en la conversación nuestro
pueblo y Manuela se explaya como un torrente:
-Actualmente
no vamos a Cacabelos. El viaje es muy penoso para él y para mí también que tengo
ya ochenta y dos años. Nunca olvidaré mi pueblo y España es mi patria querida,
sin renegar de Francia donde nacieron mis hijos y pasé y estoy pasando unos
años maravillosos. Pero sigo teniendo morriña.
Cuando
me casé tuve que optar por la nacionalidad francesa, pero en cuanto pude volví a
tomar la española. En la actualidad tengo las dos.
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Jean Pierre y Manuela detrás de Pierre en Bourget |
La familia ha ido aumentando. Jean Pierre y Thierry
han regalado unos nietos fantásticos a esta orgullosa, y con razón, abuela. Una
nieta, Hannah, actualmente ejerciendo su profesión de ingeniera, como su padre
Pierre, en San Francisco y Vinncent, su
hermano, buen deportista y mejor estudiante, se encuentra en Barcelona completando
su formación universitaria. De Léa y
Joel, que son los nietos más pequeños, aún pueden disfrutar los abuelos. Viven
cerca y son asiduas sus visitas. Como también lo son a Cacabelos, donde
disfrutan de las vacaciones de verano:
-Les encanta, dice
Manuela, sobre todo la libertad que allí
tienen y eso de salir por la noche, el río, la piscina y todos los juegos. A
mis hijos también les gustó siempre Cacabelos y a los otros nietos… (y añadiría
seguramente con firmeza)…y a mí, y a mi
marido.
-Te
diré que a mi marido siempre la gustó Cacabelos(a
los de Cacabelos les gustó tu marido, Manuela, aquí cosechó muchos y buenos
amigos). Después de su accidente
cardiovascular perdió el uso de la palabra durante bastante tiempo y, figúrate,
cuando comenzó a hablar de nuevo, me dijo algo que nos conmovió a todos: “Llévame
a enterrar a Cacabelos”. Y se lo prometí. Sea yo o sean mis hijos, tenemos
que cumplirlo. Nos lo recuerda a menudo. Le tiene tanto cariño como yo. Si yo
no miro Castroventosa por la mañana, lo que es raro, me lo recuerda para que le
dé noticias.
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Jean Pierre, Claire, Vincent, Mili y Thierry. Delante Léa y Joel |
Los recuerdos se acumulan:
-Cuando visito
Cacabelos me asusto del cambio con tantos nuevos edificios, no me parece mi
pueblín. A mí me gustaba más el pueblín que el pueblo con “aires” de capital.
Ya ves si soy anticuada, aunque ya sé que no se puede ir contra el progreso.
Recordamos mucho las charlas en el parque con tu suegro, el doctor Carbón.
Estos días pasados, que fueron los magostos, me venían a la memoria los que hacíamos en la calle sin picar las castañas para
que explotaran.
El punto y final lo pone Manuela con precisión. El
deseo y la realidad.
-Tiempos
felices y nostálgicos para mí, pero como yo digo, no tenemos el poder de la
ubicuidad, no podemos estar en dos sitios a la vez. En Francia también he sido
feliz.