viernes, 4 de febrero de 2011

Los magnolios de la Plaza (y II ).


( Si no lo habéis hecho, leed antes la entrada del día 30 de enero pasado)

En una calurosa tarde mayo de 1921 llegaba a Cacabelos, después de haberse apeado del tren en la estación de Toral de los Vados unas horas antes, Cosme Rufas, un joven pero ya experimentado hombre de negocios agrícolas y ganaderos, heredero del mayorazgo de una fuerte casa rural. Viajaba desde su municipio de Torres de Barbués en la aragonesa provincia de Huesca para realizar sus negocios en las Ferias de Mayo de aquel año. Tal vez por el cansancio acumulado durante el viaje, tal vez por las elevadas temperaturas de aquella tarde, o quizá por ambas a la vez, nuestro personaje preguntó a unos viandantes, que en aquellos momentos se protegían del sol paseando por los soportales de la Plaza, por un café o cantina donde pudiese saciar la sed y descansar un rato agradablemente.

-Ahí mismo tiene usted un buen sitio, el café Moderno. En la esquina de la Plaza, sobre el comercio de tejidos. Suba usted por el primer portal que está bajando hacia la iglesia.

Allí se dirigió, subió al establecimiento y se sentó frente a unos de los balcones desde donde se dominaba en toda su plenitud la empedrada plaza. Una joven voz femenina interrumpió la atención que prestaba a lo que sucedía en el exterior.

-¿Qué desea tomar, caballero?

A la vez que se volvió para atender la voz que le hablaba, levantó los ojos y se encontró con una mirada dulce que inmediatamente provocó un estremecimiento por todo su cuerpo. Aún tardó unos segundos en reaccionar y articular las palabras necesarias para solicitar su consumición. No menos azorada quedó la joven desde el momento que ambos fijaron uno en otro sus miradas.

¡Qué lejos estaba Cosme en aquellos momentos de saber que estaba iniciando el negocio más importante de su vida! ¡Un flechazo! Sí, un flechazo tal y como lo describen tantas novelas románticas.

No sabemos muy bien si el joven caballero llevó a cabo los negocios previstos para aquellas Ferias de Mayo, pero sí que las visitas al café Moderno fueron asiduas durante su permanencia en Cacabelos. Necesitaba volver a ver aquella figura de tez blanca y ojos soñadores que ya había tomado posesión de sus sueños. Los intercambios de miradas, los cortos diálogos y las risas cómplices se hicieron frecuentes entre la pareja.

Cosme regresó a su lugar de origen. Su pasión, lejos de disminuir, fue en aumento. Decidió, siguiendo costumbres de la época, escribir una carta a la madre de su amada solicitando formalmente iniciar relaciones con su hija. Más tarde hubo un intercambio de misivas entre ambas familias y la solicitud de informes parroquiales para conocer de buena mano la rectitud de los personajes.

Hubo boda y el matrimonio se estableció a vivir en el lejano pueblo aragonés donde nuestra vecina, Celia Rodríguez, sintió toda su vida nostalgia de su querido Cacabelos.

Años después(hacia 1939), siendo alcalde de Cacabelos su hermano don Manuel Rodríguez, “el Alcalde” por antonomasia, se llevó a cabo la reforma de la Plaza Mayor. Y es su cuñado, Cosme Rufas, quien desde Huesca le envía los magnolios que posteriormente van a convertirse en uno de los símbolos más significativos del centro del pueblo.

Bien haya sido por la gratitud que Cosme mantenía por la patria chica de su esposa, bien haya sido por el deseo de Celia de tener de forma simbólica algo suyo frente a su casa familiar;lo cierto es, que gracias a esta pareja, actualmente aún podemos disfrutar de los magnolios de la Plaza.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Las Candelas 2011. Bendición de los panes



Un año más el entorno de las Angustias fue un hervidero de gente la tarde del día de las Candelas . Unas dos mil personas acudieron al Santuario con sus cestas y bolsas repletas de panes en forma de palomas, trenzas, roscas o cuernos para cumplir con la tradicional bendición de los mismos.

Fieles cacabelenses y de pueblos vecinos acuden año tras año a este acto religioso y posteriormente celebran una merienda con el pan recién bendito. Muchos envían a sus familiares ausentes algunas piezas como símbolo de deseos de prosperidad y para paliar de algún modo la nostalgia. Otros, cada vez menos, guardan alguna de las figuras para dársela a los animales domésticos para preservarlos de las enfermedad

domingo, 30 de enero de 2011

Los magnolios de la Plaza ( I )

Actualmente trece(cruzo los dedos)fornidos magnolios la rodean, aunque originariamente debieron ser catorce. (Por si nos leyera el Sr. Alcalde: “plante el magnolio que falta para deshacer el malaje del número trece, por favor”). Generaciones de cacabelenses han sido testigos de su paulatino desarrollo y han gozado de sus sombras en los calurosos días estivales. También, y todo hay que decirlo, algunas generaciones de chavales hicimos mal uso de ellos para jugar al llamado “tule de los chimpancés”(ciertamente, algo de primates había en los participantes del juego).

Frente a la zapatería La Carretona hay un espacio vacío que es donde debería estar el décimocuarto. Este debió morir al poco tiempo de su plantación y no hubo repuesto de la misma especie. En su lugar se plantó una mimosa que todos los finales de invierno impregnaba con su aroma todo el jardín. Las grandes proporciones tomadas por esta con el paso de los años obligaron a su tala en los primeros años setenta del pasado siglo. Sus raíces ocasionaban ya graves problemas en la infraestructura de las aceras y su notable inclinación anunciaba un posible próximo desplome.

Detrás de estos trece magnolios existe una historia de amor. Una historia de amor que comienza en unas ferias de San Marcos de Cacabelos, igual que la novela de Enrique Gil y Carrasco “El Señor de Bembibre”. ¿Recordáis...?

“En una tarde de mayo de uno de los primeros años del siglo XIV, volvían de la feria de San Marcos de Cacabelos tres, al parecer criados de alguno de los grandes señores que entonces se repartían el dominio del Bierzo”.

En los próximos días continuaré narrando la historia de los magnolios. Es tarde y el sueño me va venciendo.