( Si no lo habéis hecho, leed antes la entrada del día 30 de enero pasado)
En una calurosa tarde mayo de 1921 llegaba a Cacabelos, después de haberse apeado del tren en la estación de Toral de los Vados unas horas antes, Cosme Rufas, un joven pero ya experimentado hombre de negocios agrícolas y ganaderos, heredero del mayorazgo de una fuerte casa rural. Viajaba desde su municipio de Torres de Barbués en la aragonesa provincia de Huesca para realizar sus negocios en las Ferias de Mayo de aquel año. Tal vez por el cansancio acumulado durante el viaje, tal vez por las elevadas temperaturas de aquella tarde, o quizá por ambas a la vez, nuestro personaje preguntó a unos viandantes, que en aquellos momentos se protegían del sol paseando por los soportales de la Plaza, por un café o cantina donde pudiese saciar la sed y descansar un rato agradablemente.
-Ahí mismo tiene usted un buen sitio, el café Moderno. En la esquina de la Plaza, sobre el comercio de tejidos. Suba usted por el primer portal que está bajando hacia la iglesia.
Allí se dirigió, subió al establecimiento y se sentó frente a unos de los balcones desde donde se dominaba en toda su plenitud la empedrada plaza. Una joven voz femenina interrumpió la atención que prestaba a lo que sucedía en el exterior.
-¿Qué desea tomar, caballero?
A la vez que se volvió para atender la voz que le hablaba, levantó los ojos y se encontró con una mirada dulce que inmediatamente provocó un estremecimiento por todo su cuerpo. Aún tardó unos segundos en reaccionar y articular las palabras necesarias para solicitar su consumición. No menos azorada quedó la joven desde el momento que ambos fijaron uno en otro sus miradas.
¡Qué lejos estaba Cosme en aquellos momentos de saber que estaba iniciando el negocio más importante de su vida! ¡Un flechazo! Sí, un flechazo tal y como lo describen tantas novelas románticas.
No sabemos muy bien si el joven caballero llevó a cabo los negocios previstos para aquellas Ferias de Mayo, pero sí que las visitas al café Moderno fueron asiduas durante su permanencia en Cacabelos. Necesitaba volver a ver aquella figura de tez blanca y ojos soñadores que ya había tomado posesión de sus sueños. Los intercambios de miradas, los cortos diálogos y las risas cómplices se hicieron frecuentes entre la pareja.
Cosme regresó a su lugar de origen. Su pasión, lejos de disminuir, fue en aumento. Decidió, siguiendo costumbres de la época, escribir una carta a la madre de su amada solicitando formalmente iniciar relaciones con su hija. Más tarde hubo un intercambio de misivas entre ambas familias y la solicitud de informes parroquiales para conocer de buena mano la rectitud de los personajes.
Hubo boda y el matrimonio se estableció a vivir en el lejano pueblo aragonés donde nuestra vecina, Celia Rodríguez, sintió toda su vida nostalgia de su querido Cacabelos.
Años después(hacia 1939), siendo alcalde de Cacabelos su hermano don Manuel Rodríguez, “el Alcalde” por antonomasia, se llevó a cabo la reforma de la Plaza Mayor. Y es su cuñado, Cosme Rufas, quien desde Huesca le envía los magnolios que posteriormente van a convertirse en uno de los símbolos más significativos del centro del pueblo.
Bien haya sido por la gratitud que Cosme mantenía por la patria chica de su esposa, bien haya sido por el deseo de Celia de tener de forma simbólica algo suyo frente a su casa familiar;lo cierto es, que gracias a esta pareja, actualmente aún podemos disfrutar de los magnolios de la Plaza.