CARNAVAL, CARNAVAL, CARNAVAL TE
QUIERO…
Por Antonio Esteban González
Blas Calejero, salesiano, era un cura egocéntrico. Era
profesor de matemáticas en Arévalo y de él aprendí nada. Cero. Y, no, porque no
supiese enseñar, sino porque yo era totalmente negado para las matemáticas, la
geometría o las ecuaciones de varias incógnitas.
Tan egocéntrico era que decía cosas como estas: “ Ciento noventa y dos días después de la
Fiesta de san Blas, se celebra la Asunción de la Virgen a los cielos”. O: “Treinta y nueve días después de la Natividad
de Cristo, la Iglesia, celebra la fiesta
de san Blas, Obispo y mártir”. O: “Diez
días después de san Blas se celebra la fiesta pagana de los carnavales, este
año -no siempre- en la que el mundo
comete excesos gastronómicos, excesos en la bebida y pecados de la carne,
olvidando que la palabra Carnaval procede del latín “carnem levare” o sea,
abstención de carne en el tiempo llamado de Cuaresma que
llega después dl tiempo ordinario de Navidad”.
Don Blas Calejero
-hablo de él en mis Memorias-
sostenía que aquel axioma geométrico que decía que dos líneas paralelas son aquellas que por mucho que se prolonguen no
llegan a encontrarse, era mentira y nos preguntaba: “Vamos a ver, un rayo de sol ¿es recto?”. Y, nosotros: “Sí, don Blas…”. Y proseguía: “ Y otro rayo de sol, diferente al primero ¿no
es recto también y, por lo tanto, paralelo..?”. Y todos: “Sí, don Blas”. “Pues ahí tenéis que el
axioma de dos líneas paralelas que no llegan a encontrarse por mucho que se
prolonguen. El axioma es falso”. Y ante la estúpida mirada de todos
nosotros, concluía: “Sin embargo, dos
rayos de sol, paralelos se encuentran en el mismo foco que es el sol”. Y se quedaba tan tranquilo aguardando en su fuero
interno, una nominación -pensábamos- al Premio Nobel.
Yo no sé, pero me lo imagino qué es lo que hubiera dicho de
los cuatro mozos que aparecen en la foto. Dos, vestidos de mujer: Manolín, el
“Corino” y César “Tarulo”, enseñando, pecaminosamente las nalgas. O qué hubiera
dicho de los otros dos acompañantes vestidos con sus gabardinas imitando a los
Albertos, esposos de las Koplowitch. (Los otros dos eran Quinito Peña, con
gafas, corbata de color burdeos, cartera y gabardina desabotonada y Toñin, de
Arganza, también con gabardina, también con gafas negras y también con una
cartera, se supone, repleta de billetes. Don Blas, como mínimo, si los hubiese
visto durante aquel carnaval, disfrazados, de haber podido, los hubiese
excomulgado, pero eran otros tiempos. Hoy es distinto. No hay ningún Blas
Calejero que ponga trabas a la celebración de una fiesta que en esta ocasión,
llega, diez días después de la Fiesta de san Blas, Obispo.