sábado, 2 de enero de 2021
La Ciberbotillada llaga más ciber que nunca
La Ciberbotillada, el concurso organizado desde hace trece años por el blog Plumilla Berciano del periodista Junma G. Colinas, no podrá tener el colofón acostumbrado de una comida en La Moncloa de San Lázaro para entregar los premios.
En esta ocasión se hará de forma virtual al no poderse hacer entrega presencial de los premios. Será una botillada en línea el 17 de enero. La reunión se hará en https://www.plumillaberciano.com/ vía zoom para todos los que quieran participar de la experiencia del cocinado y degustación del botillo y de otras actividades complementarias, como diversas catas.
Por su parte La Moncloa de San Lázaro han preparado un pack, igual que el de los ganadores, para que los que lo deseen puedan vivir la experiencia completa junto a ellos. Se puede adquirir ya, si algún comprador resultara premiado el establecimiento hostelero cacabelense compensará el lote o devolverá el dinero: https://www.moncloadesanlazaro.com/producto/pack-experiencia-completa-ciberbotillada/
El envío de este pack es gratuito.
viernes, 1 de enero de 2021
Los niños de Cacabelos despiden el año jugando con nieve
jueves, 31 de diciembre de 2020
Sorpresa en la Residencia “El Humeral”
Así como otros años por estas fechas la Residencia “El
Humeral”, como las otras del municipio, recibía a grupos musicales y a los
Reyes Magos; este año parecía que el tema estaba apagado. Pero no, los residentes
del Humeral tuvieron una sorpresa doble: un espectáculo musical y unos
intérpretes muy conocidos para los residentes, empleados y amigos. Y un recuerdo para los residentes fallecidos y para los demás colaboradores que en esta ocasión no han podido estar presentes
Podéis ver y escuchar la sorpresa pinchando en el enlace al vídeo.
¿Por qué volvemos?
Vista aérea de la Plaza Mayor de Cacabelos en los años 60 del pasado siglo |
¿Por qué volvemos?
Camino García Balboa
Nos hemos ido, o nos han nacido, algo lejos de nuestros pueblos, pero hemos vuelto a ellos desde niños, todos los veranos, cuando el veraneo no era otra cosa sino ir al pueblo, el que fuera de playa pues dichoso él, pero los que éramos de campo, al campo. Yo tuve la fortuna de ser descendiente de familia de pueblo con río, ¡y menudo río! Salíamos en bici por la mañana, en las entrañables BH, sin casco, sin rodilleras, bueno sí, con una versión distinta de rodilleras: las costras de caídas anteriores que nos iban protegiendo la piel. Raro era el que tenía luces, pues los cables de las bobinas se estropeaban tanto; y había algunos que no llevaban ni frenos. Pero nuestras madres no se preocupaban en exceso por nuestras salidas; no llevábamos móvil, no sabían exactamente dónde estábamos, vamos, que no tenían problema por no conocer cuál era la posición geológica exacta, sabían que a la hora de comer volvíamos a casa hambrientos y deseando salir otra vez para volver al río.
Actual playa fluvial del Cúa en Cacabelos
Los chicos se tiraban desde el puente, los más avezados de cabeza, y las chavalas nos lavábamos el pelo en el agua porque se decía que quedaba muy brillante. El concepto de daño ambiental todavía no lo habíamos aprendido. Comíamos unos buenos bocadillos en la orilla de la playa fluvial, y si había suerte, mirábamos a los del grupo de piragüistas mientras practicaban – aquellos no entrenaban; remaban- río arriba río abajo, porque algunos eran muy guapos.
Volvíamos a casa a las ocho para cambiarnos, ponernos guapas y salir de nuevo en bicicleta hasta el poyo, la plaza o el parque; allí nos veíamos con los chicos, de manera natural esto iba de “chicos” por un lao y “chicas” por otro. El prototipo de virilidad se lo llevaba el que llevaba el sillín de la bici más alto, y el que iba más deprisa. Nos conocíamos los colores de las bicis de todos y las marcas, que iban de Orbea a BH y de BH a Orbea.
En las verbenas de las fiestas se llevaba aquello de “pedir bailar”: “¿bailas?”, y todo lo que suponía: que no te sacara nadie; que el que te gustaba estuviera bailando con otra; que ¡te sacaran! Y a mí me encantaría que a estas alturas alguien aún “me pidiera baile”.
Luego empezó la discoteca; y después nos fuimos echando novios. Algunos de los que éramos de fuera les invitábamos en alguna ocasión a pasar unos días en el pueblo, pero yo reconozco que se me hacía una pesadez: me quitaban libertad y tenía que estar pendiente de ellos.
Luego nos casamos y algunos tuvimos la nostalgia de venir a hacerlo aquí. Encantados los invitados: ¡qué pueblo tan bonito! Y ¡qué bien se come!
Los Poliñeiros, zona de paso para ir a Espanillo
Después nacieron nuestros hijos, a los que hemos ido trayendo con la ilusión de que enraizaran también aquí; pero yo no he debido de saber hacerlo, porque así como al principio, de pequeños, venían dichosos, debe ser que de tanto llevarlos al río de Quilós, en bicicleta a Espanillo y a jugar en el jardín, -hijo, para qué vamos a salir con lo bien que se está en casa-, no propicié que el niño socializara, y no sé qué pasa ahora que no es tan fácil lo de hacerse pandilla, tan diferente de nuestra infancia en que a pesar de vivir sin teléfono, con naturalidad habíamos hecho nuestras amigas.
Espanillo, lacalidad de Arganza que cita Camino en sus recuerdos
También hemos vuelto a enterrar a nuestros padres, y aunque triste, me conforta que mi madre descanse donde ella siempre quiso y también tener una referencia física, un lugar al que ir a hablarle y llevarle esas flores –alguna vez sólo encontré unas ramas de vid- para que no me reproche desde el Cielo: “no tendré quién me rece un Padrenuestro”.
¿Y por qué volvemos? Por esa calle, por ese acento, por ese olor, por la niebla del invierno, por el recuerdo que irremediablemente está adherido a la piel y demanda, de vez en cuando, tomar contacto de este pueblo. Pues nuestra nostalgia no precisa de otros pueblos, ni de casas rurales, ni de hoteles con encanto, más aún al contrario: demanda volver a la casa del pueblo. A coger mi bici –ahora un poco más moderna- y a hacer siempre los mismos recorridos. ¿Por qué los mismos, hija? Porque quiero. Porque son los que me gustan. Porque siempre están distintos mis paseos. Porque en verano si me da la gana me baño en el río; y en invierno, me congelo. Porque el recorrido Cacabelos, Quilós, Villabuena y Arborbuena le da mil vueltas a las sendas ecológicas de no sé dónde; y porque si falto alguna vez, y le soy infiel a mi pueblo con otras plazas, con otros campos, muy parques naturales, muy reconocidos espacios naturales, siempre pienso: ¿pero qué tiene esto de especial?; ¡qué hago que no estoy en mi pueblo!
miércoles, 30 de diciembre de 2020
Cacabelos pierde 122 habitantes
Cacabelos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), ha perdido 122 habitantes. Es el segundo municipio berciano que más pierde, sólo Ponferrada le adelanta con 165, Bembibre ocupa el tercer lugar con 107.
Estos datos están sacados de las Cifras oficiales de población resultantes de la revisión del Padrón municipal a 1 de enero de 2020 y han sido dados a conocer este miércoles por el Instituto tras su publicación en el BOE.
Si las cifras de Cacabelos son preocupantes en sí mismas -pasa de tener 5.118 a 4.996-, también lo son porque pudieran significar la pérdida de categoría de ayuntamiento. Los mayores de 5.000 son de segunda y los menores pasan a ser de tercera, con todo lo que eso significa en cifras económicas y otras prestaciones.