miércoles, 20 de febrero de 2019

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCCXLII)

     
Río Cúa desde el puente


 LA PEQUEÑA HISTORIA DE CACABELOS (II)

Por Antonio Esteban

Esta foto de 1942, antigua y entrañable, en la que se ve el río, manso y lento, en un paisaje que ya no existe ni siquiera en los recuerdos de los más ancianos del lugar, da pie, esta semana, para seguir contando la pequeña historia de Cacabelos.

Escribe don Luciano Huidobro y Serna que cuando Cacabelos se arruinó a causa de un terremoto, el arzobispo Diego Gelmírez reconstruyó la Casa de la Mitra y, al tiempo, otras muchas ya que el burgo de Cacabelos estaba casi desierto. No obstante, consagró la Iglesia con toda solemnidad.

Veinte años más tarde -otoño de 1129-  Gelmírez es invitado por el emperador Alfonso a Toledo. Se hospeda en palacio y es espléndidamente obsequiado, tal vez porque Alfonso quería anular su matrimonio.

Antes de abandonar Toledo, Gelmírez obtiene del emperador dos gracias: que se acoten a su favor las villas de Cacabelos y de Lédigos, en Palencia, que pasarían a ser propiedad de la Iglesia compostelana.

Entre los fueron concedidos a los habitantes de nuestra villa estaba que ningún alguacil o funcionario público pudiese entrar en sus términos para ejercer actos de su jurisdicción, sin licencia del prelado santiagués y, además, que tenían que suministrarle una renta anual para comprar el aceite que iluminase la Iglesia durante los meses de invierno.

El documento fue otorgado por el emperador Alfonso en Toledo el 20 de febrero de 1130.

Este documento, traducido del latín, dice: “Puesto que  todo aquello considerado como donación por parte de  Reyes, conviene que sea  confirmado mediante escrito, yo , Alfonso, Rey de España, junto con mi esposa la reina doña Berenguela, extiendo este documento de garantía a vos don Diego, arzobispo de Compostela y a vuestros sucesores, los clérigos venideros, de vuestra iglesia, sobre la villa llamada Cakkavelo y cuyos límites se extienden desde las acequias de agua, hasta las granjas, pasando por la laguna llamada “de los ladrones”, llegando al “barradelum” y que termina en el límite del río más grande”.

El Rey garantiza los fueros otorgados a Cacabelos por mediación de un hombre de confianza para que nadie se atreva a traspasar estos límites ni siquiera en busca de alguien acusado de hurto u homicidio y si alguno entrase se le diese muerte”.

Y concluye: “Extiendo y confirmo la donación, para siempre, y por mi propia voluntad.

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