lunes, 27 de julio de 2020

LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES 15. La Iglesia de las Angustias


Panorámica del Santuario en un perfecto día de verano de 2010.

LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES


15. La Iglesia de las Angustias

Por Pepe Couceiro

Si pensamos en la ingente cantidad de emociones y sentimientos que se avivan en nuestro interior cada vez que nos ponemos enfrente de un señalado enclave, da la impresión de que la Iglesia de la Virgen de la Quinta Angustia se llevaría este gran honor.

D. Pedro Alonso Álvarez, el que fuera gran párroco de Arganza, menciona en su excelente libro El Santuario de Nuestra Señora de las Angustias (2001) que, desde el inicio de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, en el siglo XII, en el lugar ocupado por el actual Santuario, se erigió una pequeña Ermita en honor a Santa María. Años más tarde, a partir del primer cuarto del siglo XIV, se levantó otra iglesia de mayor tamaño que la anterior, sirviéndose ésta última como remiendos y ampliaciones hasta mediados del año 1704. En julio de ese año se inician las obras del templo actual, inaugurándose en septiembre de 1758.

Nos continúa narrando que, el nuevo Santuario sufriría posteriormente los desmanes cometidos por las tropas francesas en 1809; los nefastos atropellos de las leyes desamortizadoras de Juan Álvarez Mendizabal en 1836; los perniciosos efectos de disposiciones laicas emanadas del poder civil desde 1845 hasta casi 1902; añadiéndose a los enemigos anteriores las frecuentes crecidas del Cúa que invadían sus muros y pavimentos.

También describe una anécdota que, durante años, muchos de nosotros teníamos como leyenda, cuando en realidad fue un dramático hecho histórico ocurrido el 21 de abril de 1924 y que D. Pedro nos lo cuenta con estas palabras: la salida del Santuario la Virgen, que era acompañada por su numeroso cortejo como lo manda la tradición, coincidió con el desprendimiento de uno de los badajos de las campanas, con la mala suerte de caer sobre la cabeza del párroco de Carracedo del Monasterio, D. Justiniano Escudero, falleciendo horas después a la edad de 46 años. El badajo todavía se conserva y se mantuvo durante años bajo el camarín de la Virgen, donde nuestro amigo Carlos de Fco. pudo fotografiarlo cuando se llevó a cabo la última reforma del templo. El caso es que, en aquel momento de la historia, el badajo fue arrestado por la autoridad competente y a la campana se le impuso como castigo un largo periodo de silencio. 

El interior de la iglesia (ver fotografía) constituye en sí mismo un humilde pero interesante museo con importantes obras artísticas en forma de imágenes, retablos o bajorrelieves. Entre estos el más popular es el que representa al Niño Jesús jugando a las cartas con San Antonio de Padua (pinchar enlace). Al parecer esta pequeña tabla fue objeto de deseo, además de por unos ladrones que no pudieron sacarla por la ventana, del ilustre fabricante de barajas Heraclio Fournier. Manolo me confirmó esta última historia que leyó en prensa hace unos 50 años y que conservó el recorte original durante algún tiempo

Vista general del interior del Santuario en la actualidad

La festividad de Las Candelas es un destacable evento que sigue celebrándose hoy día con el mismo fervor de antaño en el Santuario el día 2 de febrero. En la jornada siguiente se conmemora San Blas, la que hace alusión el conocido refrán: Por San Blas la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves, en alusión a la acostumbrada vuelta de esas entrañables aves cuando regresaban del continente africano al que viajaban cada año huyendo del intenso frío de los inviernos de Europa; sin embargo, hace tiempo que sabemos que el calentamiento global es la causa por la que podemos admirarlas durante todo el año en la actualidad (ver fotografía).

Las alturas del Santuario repleto de cigüeñas en la primavera de 2006

Cuando hablamos de este sagrado lugar es ineludible mencionar nuestra Pascua o, lo que es lo mismo, aquel corto periodo en el que, en nuestro pueblo se celebraban las mejores fiestas del mundo. En las que las generaciones de mis cronistas amigos y yo mismo, recobrábamos la alegría abandonada al final de la Navidad, recuperábamos la agradable reunión familiar con los seres queridos que solo podían acercarse al pueblo en contadas ocasiones al año, en las que quedábamos absortos contemplando los hipnóticos y numerosos espectáculos callejeros que se sucedían sin parar y en las que, de forma natural, nos contagiábamos como nunca de una inacabable diversión con los amigos. Por arte de magia y de forma natural las posibles pequeñas y absurdas diferencias desaparecían, dejando que nuestros sentidos se concentraran en percibir la auténtica festividad de cada día, induciendo a que cada una de aquellas jornadas se convirtiera en única y extraordinaria. En esos fascinantes días todos los amigos consultados tenemos la misma opinión y coincidimos en que fuimos más vecinos, más amigos y más familiares que nunca; también fuimos testigos de que, el pueblo en su conjunto jamás estuvo tan comprometido e implicado como en esos tiempos, sobre todo si comparamos aquellas actitudes con las de tiempos posteriores, incluso con las presentes. 

Los lunes de Pascua eran, para la mayoría, los días de mayor sentimiento y donde el engalanado decorado se trasladaba a una reluciente Iglesia de las Angustias. Ese día se revivía, año tras año, la fascinante tradición de acompañar a la apoteósica banda hasta el templo, escuchar la estruendosa detonación de los cohetes en las alturas anunciando la salida de la procesión y, para finalizar, la sentida y estremecedora devoción de los fieles escoltando a la patrona alrededor de su Santuario (ver fotografía).

Salida de la procesión ante cientos de incondicionales devotos en el lunes de Pascua de 2007
A partir de este punto y con el permiso de los amigos lectores iniciaremos un breve recorrido temporal por el lugar, realizando fugaces paradas para contaros alguna que otra anécdota relacionada con el mismo y que mis amigos me transmitieron con las mismas amables y apasionadas maneras de siempre. Tanto ellos como el que esto escribe esperamos que disfrutéis del trayecto.

Que sepamos, la primera constancia del Santuario la representó, en un excelente dibujo, un desconocido artista en los alrededores de 1908 (ver boceto); en él puede apreciarse un carro de época sobre un supuesto camino de tierra que conducía a un pequeño pueblo conocido como Cacabelos.

Dibujo de autor desconocido, probablemente de 1908. En él reconocemos un carro de época circulando por la que, años más tarde, se convertiría en la carretera general.
  Un par de años después (1910) ya disponemos de una vista fotográfica del enclave en la que observamos a un grupo de mujeres vestidas con ropas del momento y a un rapacín en primer plano observando con curiosidad al fotógrafo.

El Santuario en 1910. Foto de Manolo Rodríguez

La siguiente imagen bien podría considerarse como icónica de un momento histórico cercano al representado en ella, el instante en el que, no muchos años atrás, el primer chaval propinó, por primera vez en la historia, la primera patada al primer balón de futbol del pueblo. En la toma podemos percatarnos de uno de los chavales sujetando un balón como si de un verdadero tesoro se tratara, sin sospechar que el deporte que practicaba se convertiría en el más seguido por la sociedad futura del país y por la particular de su propio pueblo. Para aquellos que lo deseen se ofrecen más detalles de la foto pinchando el siguiente enlace:


Con los negrillos y unos pintorescos bancos de fondo contemplamos una familia con sacerdote durante el verano de 1914, en el entorno del jardín de la Angustia. Fotografía del archivo de Mati La Castilla.

El esplendoroso jardín de negrillos, formado por árboles de gran envergadura de la especie Ulmus minor Mill., mostraba toda su majestuosidad en el espacio adyacente a uno de los laterales del atrio de la Iglesia.  En ese atractivo parque el tiempo parecía detenerse mientras conversabas o disfrutabas con toda clase de juegos. De él emanaba una reconfortante paz, circunstancia, entre otras, por la que era frecuentado tanto por pandillas de amigos (ver fotografía) como por enamoradas parejas. Desgraciadamente, el inexorable ciclo de vida y muerte tocó con su dedo a los entonces lozanos olmos con la grafiosis, una enfermedad que, en pocas décadas, diezmó su población hasta hacerlos casi desaparecer en su totalidad.

Un domingo de ramos en el jardín de la Angustia con los añorados y esbeltos negrillos en 1928. Entre los vecinos protagonistas de la foto reconocemos a Rafael el Chusco, Mero el Cartero, su hermano Aníbal, Miguel (el de Eudosia), entre otros. Fotografía de Pilar Fernández

La próxima fotografía puede considerarse como una pequeña joya por el año en el que tomó, 1937. En un primer plano se contempla a la Virgen en la que casi pueden percibirse sus afligidos sentimientos. La foto corresponde a la procesión del Corpus en tiempos en los que también se procesionaba a la patrona.


Un primer plano de la Virgen en la procesión del Corpus Christi de 1937. Foto de Manolo Rodríguez
La toma que figura a continuación corresponde a 1950, con los negrillos significativamente más desarrollados que en la anterior. Detrás de la Virgen podemos atisbar la maravillosa banda militar de San Quintín (Valladolid) con la que muchos quedábamos prendados al escucharla. Según me dice Manolo, en los 40 y 50 la banda actuaba en el jardín de la Angustia a la hora del vermut y también por la tarde, alternándose con la plaza si el tiempo acompañaba; para ello, se levantaba el clásico tenderete de madera junto a un improvisado bar. Esta costumbre, como otras muchas, se perdieron, como la de asistir a Misa del Gallo en el Santuario por Navidad.

Los negrillos como testigos de la procesión de un lunes de Pascua de 1950. Foto de Manolo Rodríguez
 
Imagen de una postal de los años 60 tomada desde el jardín de la Angustia hacia el Foyo. Fotografía del archivo de Manolo Rodríguez


En los años 60, partiendo desde el jardín hacia el foyo y, a ambos lados de la carretera (ver fotografía), podían admirarse magníficos prados verdes en los que el ganado campaba a sus anchas y ya, en centro del pueblo, escenas tan lejanas en el tiempo como unas calles, más concurridas que nunca, de vacas, burros, caballos y mulas.

En los tiempos en los que D. Antonio Fernández, nacido en Cebrones del Río (León), se encargaba del Santuario, D. Dámaso ejercía de párroco del municipio. Roberto Carballo me traslada que, el bueno de D. Antonio, solía reclutar a los chicos del barrio para que le ayudasen en las tareas eclesiásticas. Tras ese periodo, era loable su ayuda hacia los que deseaban seguir estudiando, abriéndoles camino en el colegio de los Dominicos de Valladolid. Tanto los que componían la generación de sacristanes de la Angustia formada por Antonio Carballo, Paquito, Luis (el de Vitín), Tivo (el Chimenea) y Lolo (el Pataquero) o la posterior que integraban José Manuel (el de El Molino), Ramonín (el Fuco) y José María (el Pardal), junto a los monaguillos de la plaza Roberto Carballo, Paco y Luis Coca, Luso y Tito, todos ellos se unían y colaboraban en levantar el tradicional y monumental nacimiento del Santuario durante las navidades, siendo precisamente ellos quienes, con toda la ilusión del mundo, se encargaban también de apañar el musgo del pinar del Cerero con el que formaban el mullido suelo. En tal importante tarea, perfectamente dirigida por el mayor de los sacristanes (Lolo), también colaboraba una burra que acarreaba las repletas cestas de ese indispensable orgánico pavimento. 

No había nacimiento más bonito como el de la Iglesia de la Angustia, me recuerda apasionadamente Roberto, tanto por sus esbeltas y hermosas figuras, castillo de Herodes incluido, como por el realista río que salía de una pequeña fuente y que los niños admiraban absortos cómo fluía y movía las aspas de un viejo y pintoresco molino. En sus recuerdos también alude a una entrañable costumbre del día de Reyes, también en el Santuario, donde los niños pasaban por el púlpito recitando versos que ellos mismos componían y dedicaban al niño Jesús. 

Continúa relatándome lo especiales que eran los lunes de Pascua, cuando todo el staff eclesiástico de Cacabelos que formaban los monaguillos de la Angustia y los de la plaza iban a ayudar a misa en el Santuario. Ese día, me apunta, venían curas forasteros que se pasaban celebrando misas a lo largo de toda la mañana. 

La siguiente imagen corresponde a la procesión de 1963 y en ella reconocemos a importantes y señalados personajes del pueblo como, por ejemplo, a Pili de negro y con vela (madre de Juanjo Mourelo), a su lado de blanco Maruja (madre de Eduardo), detrás de Pili se encuentra Josefa (madre de Quino Carraco), el de la ancha frente es Juanín (el Cartero), Josefa Vázquez (abuela de Manoli Valcárcel) detrás del Renro (alguacil del ayuntamiento) y, en primer plano, observándola atentamente el Renro, la irrepetible Carmen (la Castelada); también se hallan presentes, Paco (el Confitero), Dominguín (el Ancarés), conocido vecino al que le daban ataques epilépticos y que nos dejó en una trágica circunstancia ocurrida cerca de la báscula de la entonces Plaza de Calvo Sotelo, Coruño, Moni, etc., entre otros.

Procesión en el día de la patrona del año 1963. Foto de archivo desconocido
En aquellos venerados lunes de Pascua numerosos forasteros acudían al pueblo para celebrar, junto a sus vecinos, el tan esperado día de la Virgen y, según me relata la amiga Conchi Vázquez, lo hacían con su cestillo repleto de viandas que consumirían gustosamente sentados alrededor de un mantel sobre alguno de los numerosos y cercanos prados. Lo curioso de la historia es que, mientras duraba la misa y la procesión, decenas de esos cestillos permanecían bajo custodia en las dependencias del molino de los entrañables D. José y Dª. Camila, quienes se ofrecían altruístamente a cuidárselos mientras duraran los actos eclesiásticos. 

En el entorno del paraje se celebraban, con un indescriptible ambiente de gentío y puestos de todo tipo, las populares ferias de septiembre (ver fotografía). En ellas, además de ganado, se ponían a la venta multitud de objetos y utensilios; entre ellos destacaríamos las mantas y los calcetines de lana, junto a los peculiares vendedores con una charlatanería sin igual, exhibiendo sus simpáticos regateos y lanzando ofertas que pocos de los oyentes podían rechazar. También eran mencionables los puestos de pulpo, como los de Aquilina, mi tía Dª. Pilar o el de mi querida abuela Dª. Dolores. Recuerdo que cada vez que alguno de sus nietos llegaba para saludarla o ayudarla, enseguida le preparaba el consabido chusco de pan que primero partía, rociaba de aceite y finalmente rellenaba con unos cuantos rabitos de pulpo. 

Según mi amiga Conchi Vázquez, en el bajo de la casa del cura D. Antonio, enfrente del Santuario, sus padres años más tarde, ponían un puesto de venta de sardinas a la parrilla que era la delicia de los visitantes de las ferias.

Un antiguo atrio de la iglesia repleto de gente y lleno de colorido durante las ferias de septiembre de los 70. Fotografía de Carlos de Francisco


Una vista posterior del Santuario en una nevada del invierno de 2004

Otra anécdota que tuvo lugar el día de San Antón la rememora el amigo Manolo Rodríguez. A finales del pasado siglo, el 17 de enero, un par de horas después de la misa de la Angustia en honor al Santo, se precipitaron al suelo el nido de cigüeñas junto a los pináculos de granito situados en lo alto de la espadaña debido al enorme peso del material que las aves habían ido acumulando durante años. El caso es que, ya en el suelo, fueron varios tractores entre ramas y excrementos, los que fueron retirados del atrio. Afortunadamente en esta ocasión no hubo desgracias personales, pero pudo haber sido noticia de telediario. Posteriormente, D. Dámaso solicitó a Manolo un dibujo de los pináculos para que el cantero los fabricara según los originales. Una vez terminada la funesta obra, el fabricante la colocó en las alturas sin consultar, para desilusión tanto de los observadores como de Manolo que fue el que recompuso el rompecabezas de los fragmentos de los pináculos caídos (ver fotografía), el que tomó medidas fieles a los originales y el que plasmó sobre el papel los minuciosos y perfectos dibujos en todas sus representaciones técnicas.

 


Las inseparables cigüeñas que siempre han acompañado al Santuario en los eventos importantes. Puede comprobarse la decepcionante asimetría del pináculo lateral derecho con relación al izquierdo. Foto de José Luis López.

Los negrillos tuvieron que cambiarse y para ello fueron elegidos los falsos plátanos como sucesores, el atrio fue modificado y se levantó un nuevo elegante y moderno albergue para peregrinos con un resultado satisfactorio tanto para el entorno, el pueblo y los abnegados caminantes necesitados de descanso (ver fotografía).

El jardín actual en una toma crepuscular en la que destacan el tejado y el muro del flamante albergue de peregrinos
Para finalizar os invito a contemplar las tres últimas fotografías porque hablan por sí mismas y evidencian la razón por la que este lugar nos ha encandilado desde siempre. Además de la armonía con la naturaleza que lo arropa, tenemos que poner en valor la belleza del molino cercano (ver fotografía), puente y río. Con el paso de los años ese complejo sagrado se ha convertido en un importante símbolo religioso para los voluntariosos peregrinos en el que, además de tonificar su alma, pueden pasar la noche y reponer sus doloridos cuerpos; en un permanente centinela que los despide con amor hasta la próxima o hasta siempre; el que cierra, pero también abre, un nuevo capítulo de sus vidas, dejando atrás unas memorables y únicas emociones cuando atravesaron un pequeño tramo de su ruta que en muchos de sus puntos atrajo irresistiblemente sus miradas y que siempre recordarán por su llamativo nombre: Cacabelos. 

El Molino luciendo en uno de sus mejores momentos (2009), realzando el entorno del Santuario

Sirva esta imagen como un sentido homenaje a sus recordados y querido dueños José Vázquez Santín y Camila López Costero y a sus hijos Maribel, Conchi, José Manuel y Mónica, que son los que actualmente ayudan a que siga siendo uno de los lugares más queridos y admirados del pueblo.

Vista aérea del Templo actual y su entorno. Fotografía de José Luis López
 
Un bello atardecer con el Santuario de protagonista.


AGRADECIMIENTOS: Sin la ayuda de mis amigos muchos de los capítulos de esta serie nunca podrían haber salido a la luz con tanto detalle, con las mismas y logradas fotografías y con sus interesantes y amenas anécdotas. Gracias, por tanto, a los de siempre y a alguno más; a Roberto Carballo, Manolo Rodríguez, Carlos de Francisco y a Miguel Prieto. Mi especial gratitud a D. Pedro Alonso Álvarez, con el anhelado deseo de que, desde el otro lado, sepa lo valioso que ha sido su esfuerzo en la elaboración de su libro sobre el Santuario, a José Luis López por sus espectaculares fotos tomadas a vista de dron, a Antonio Esteban y a Matilde Castillo por permitirme publicar la impresionante fotografía de la familia en el jardín, a mis amigas Conchi Vázquez y Encina Yebra por informarme tanto a mí como a Roberto de quienes formaban parte del vecindario y cómo vivieron el ambiente de aquellos años y, finalmente, a mi prima Gutis por la disposición de siempre y a mi cuñado Alfredo por su actitud en pos de la información del mencionado libro. ¡Muchas gracias a todos!

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