Panorámica del Santuario en un perfecto día de
verano de 2010.
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LUGARES EMBLEMÁTICOS DE
NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
15. La Iglesia de las
Angustias
Por Pepe Couceiro
Si pensamos en la ingente cantidad de
emociones y sentimientos que se avivan en nuestro interior cada vez que nos ponemos
enfrente de un señalado enclave, da la impresión de que la Iglesia de la Virgen
de la Quinta Angustia se llevaría este gran honor.
D. Pedro Alonso
Álvarez, el que fuera gran
párroco de Arganza, menciona en su excelente libro El Santuario de Nuestra
Señora de las Angustias (2001) que, desde el inicio de las peregrinaciones
a Santiago de Compostela, en el siglo XII, en el lugar ocupado por el actual
Santuario, se erigió una pequeña Ermita en honor a Santa María. Años más tarde,
a partir del primer cuarto del siglo XIV, se levantó otra iglesia de mayor
tamaño que la anterior, sirviéndose ésta última como remiendos y ampliaciones
hasta mediados del año 1704. En julio de ese año se inician las obras del
templo actual, inaugurándose en septiembre de 1758.
Nos continúa narrando que, el nuevo
Santuario sufriría posteriormente los desmanes cometidos por las tropas
francesas en 1809; los nefastos atropellos de las leyes desamortizadoras de
Juan Álvarez Mendizabal en 1836; los perniciosos efectos de disposiciones
laicas emanadas del poder civil desde 1845 hasta casi 1902; añadiéndose a los
enemigos anteriores las frecuentes crecidas del Cúa que invadían sus muros y
pavimentos.
También describe una anécdota que, durante
años, muchos de nosotros teníamos como leyenda, cuando en realidad fue un dramático
hecho histórico ocurrido el 21 de abril de 1924 y que D. Pedro nos lo cuenta con
estas palabras: la salida del Santuario la Virgen, que era acompañada por su
numeroso cortejo como lo manda la tradición, coincidió con el desprendimiento
de uno de los badajos de las campanas, con la mala suerte de caer sobre la
cabeza del párroco de Carracedo del Monasterio, D. Justiniano Escudero, falleciendo
horas después a la edad de 46 años. El badajo todavía se conserva y se
mantuvo durante años bajo el camarín de la Virgen, donde nuestro amigo Carlos
de Fco. pudo fotografiarlo cuando se llevó a cabo la última reforma del templo.
El caso es que, en aquel momento de la historia, el badajo fue arrestado por la
autoridad competente y a la campana se le impuso como castigo un largo periodo
de silencio.
El interior de la iglesia (ver fotografía) constituye
en sí mismo un humilde pero interesante museo con importantes obras artísticas
en forma de imágenes, retablos o bajorrelieves. Entre estos el más popular es el
que representa al Niño Jesús jugando a las cartas con San Antonio de Padua
(pinchar enlace). Al parecer esta pequeña tabla fue objeto de deseo, además de
por unos ladrones que no pudieron sacarla por la ventana, del ilustre fabricante
de barajas Heraclio Fournier. Manolo me confirmó esta última historia que leyó
en prensa hace unos 50 años y que conservó el recorte original durante algún tiempo
Vista general del interior del Santuario en la actualidad |
La festividad de Las Candelas es un destacable
evento que sigue celebrándose hoy día con el mismo fervor de antaño en el
Santuario el día 2 de febrero. En la jornada siguiente se conmemora San Blas, la
que hace alusión el conocido refrán: Por San Blas la cigüeña verás, y si no
la vieres, año de nieves, en alusión a la acostumbrada vuelta de esas entrañables
aves cuando regresaban del continente africano al que viajaban cada año huyendo
del intenso frío de los inviernos de Europa; sin embargo, hace tiempo que sabemos
que el calentamiento global es la causa por la que podemos admirarlas durante
todo el año en la actualidad (ver fotografía).
Las alturas del Santuario repleto de cigüeñas en la primavera de 2006 |
Cuando hablamos de este sagrado lugar es ineludible
mencionar nuestra Pascua o, lo que es lo mismo, aquel corto periodo en el que, en
nuestro pueblo se celebraban las mejores fiestas del mundo. En las que las
generaciones de mis cronistas amigos y yo mismo, recobrábamos la alegría abandonada
al final de la Navidad, recuperábamos la agradable reunión familiar con los
seres queridos que solo podían acercarse al pueblo en contadas ocasiones al año,
en las que quedábamos absortos contemplando los hipnóticos y numerosos espectáculos
callejeros que se sucedían sin parar y en las que, de forma natural, nos contagiábamos
como nunca de una inacabable diversión con los amigos. Por arte de magia y de
forma natural las posibles pequeñas y absurdas diferencias desaparecían, dejando
que nuestros sentidos se concentraran en percibir la auténtica festividad de
cada día, induciendo a que cada una de aquellas jornadas se convirtiera en
única y extraordinaria. En esos fascinantes días todos los amigos consultados tenemos
la misma opinión y coincidimos en que fuimos más vecinos, más amigos y más
familiares que nunca; también fuimos testigos de que, el pueblo en su conjunto jamás
estuvo tan comprometido e implicado como en esos tiempos, sobre todo si comparamos
aquellas actitudes con las de tiempos posteriores, incluso con las presentes.
Los lunes de Pascua eran, para la mayoría, los
días de mayor sentimiento y donde el engalanado decorado se trasladaba a una reluciente
Iglesia de las Angustias. Ese día se revivía, año tras año, la fascinante tradición
de acompañar a la apoteósica banda hasta el templo, escuchar la estruendosa
detonación de los cohetes en las alturas anunciando la salida de la procesión
y, para finalizar, la sentida y estremecedora devoción de los fieles escoltando
a la patrona alrededor de su Santuario (ver fotografía).
Salida de la procesión ante cientos de incondicionales devotos en el lunes de Pascua de 2007 |
A partir de este punto y con el permiso de los
amigos lectores iniciaremos un breve recorrido temporal por el lugar, realizando
fugaces paradas para contaros alguna que otra anécdota relacionada con el mismo
y que mis amigos me transmitieron con las mismas amables y apasionadas maneras
de siempre. Tanto ellos como el que esto escribe esperamos que disfrutéis del trayecto.
Que sepamos, la primera constancia del
Santuario la representó, en un excelente dibujo, un desconocido artista en los
alrededores de 1908 (ver boceto); en él puede apreciarse un carro de época
sobre un supuesto camino de tierra que conducía a un pequeño pueblo conocido
como Cacabelos.
Dibujo de autor desconocido, probablemente de 1908.
En él reconocemos un carro de época circulando por la que, años más tarde, se
convertiría en la carretera general.
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Un par de años después (1910) ya disponemos de
una vista fotográfica del enclave en la que observamos a un grupo de mujeres
vestidas con ropas del momento y a un rapacín en primer plano observando
con curiosidad al fotógrafo.
El Santuario en 1910. Foto de Manolo
Rodríguez
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La siguiente imagen bien podría considerarse
como icónica de un momento histórico cercano al representado en ella, el
instante en el que, no muchos años atrás, el primer chaval propinó, por primera
vez en la historia, la primera patada al primer balón de futbol del pueblo. En la
toma podemos percatarnos de uno de los chavales sujetando un balón como si de un
verdadero tesoro se tratara, sin sospechar que el deporte que practicaba se
convertiría en el más seguido por la sociedad futura del país y por la
particular de su propio pueblo. Para aquellos que lo deseen se ofrecen más
detalles de la foto pinchando el siguiente enlace:
Con los negrillos y unos pintorescos bancos de
fondo contemplamos una familia con sacerdote durante el verano de 1914, en el entorno
del jardín de la Angustia. Fotografía del archivo de Mati La Castilla.
El esplendoroso jardín de negrillos, formado
por árboles de gran envergadura de la especie Ulmus minor Mill.,
mostraba toda su majestuosidad en el espacio adyacente a uno de los laterales
del atrio de la Iglesia. En ese
atractivo parque el tiempo parecía detenerse mientras conversabas o disfrutabas
con toda clase de juegos. De él emanaba una reconfortante paz, circunstancia,
entre otras, por la que era frecuentado tanto por pandillas de amigos (ver
fotografía) como por enamoradas parejas. Desgraciadamente, el inexorable ciclo
de vida y muerte tocó con su dedo a los entonces lozanos olmos con la grafiosis,
una enfermedad que, en pocas décadas, diezmó su población hasta hacerlos casi desaparecer
en su totalidad.
La próxima fotografía puede considerarse como una
pequeña joya por el año en el que tomó, 1937. En un primer plano se contempla a
la Virgen en la que casi pueden percibirse sus afligidos sentimientos. La foto
corresponde a la procesión del Corpus en tiempos en los que también se
procesionaba a la patrona.
Un primer plano de la Virgen en la procesión del Corpus Christi de 1937. Foto de Manolo Rodríguez
La toma que figura a continuación corresponde
a 1950, con los negrillos significativamente más desarrollados que en la
anterior. Detrás de la Virgen podemos atisbar la maravillosa banda militar de
San Quintín (Valladolid) con la que muchos quedábamos prendados al escucharla. Según
me dice Manolo, en los 40 y 50 la banda actuaba en el jardín de la Angustia a
la hora del vermut y también por la tarde, alternándose con la plaza si el
tiempo acompañaba; para ello, se levantaba el clásico tenderete de madera junto
a un improvisado bar. Esta costumbre, como otras muchas, se perdieron, como la
de asistir a Misa del Gallo en el Santuario por Navidad.
Los negrillos como testigos de la procesión de un lunes de Pascua de 1950. Foto de Manolo Rodríguez |
Imagen de una postal de los años 60 tomada desde el jardín de la Angustia hacia el Foyo. Fotografía del archivo de Manolo Rodríguez |
En los años 60, partiendo desde el jardín hacia
el foyo y, a ambos lados de la carretera (ver fotografía), podían admirarse magníficos
prados verdes en los que el ganado campaba a sus anchas y ya, en centro del
pueblo, escenas tan lejanas en el tiempo como unas calles, más concurridas que
nunca, de vacas, burros, caballos y mulas.
En los tiempos en los que D. Antonio Fernández,
nacido en Cebrones del Río (León), se encargaba del Santuario, D. Dámaso
ejercía de párroco del municipio. Roberto Carballo me traslada que, el bueno de
D. Antonio, solía reclutar a los chicos del barrio para que le ayudasen en las
tareas eclesiásticas. Tras ese periodo, era loable su ayuda hacia los que
deseaban seguir estudiando, abriéndoles camino en el colegio de los Dominicos
de Valladolid. Tanto los que componían la generación de sacristanes de la
Angustia formada por Antonio Carballo, Paquito, Luis (el de Vitín), Tivo
(el Chimenea) y Lolo (el Pataquero) o la posterior que integraban
José Manuel (el de El Molino), Ramonín (el Fuco) y José María (el
Pardal), junto a los monaguillos de la plaza Roberto Carballo, Paco y
Luis Coca, Luso y Tito, todos ellos se unían y colaboraban en levantar el
tradicional y monumental nacimiento del Santuario durante las navidades, siendo
precisamente ellos quienes, con toda la ilusión del mundo, se encargaban también
de apañar el musgo del pinar del Cerero con el que formaban el mullido suelo. En
tal importante tarea, perfectamente dirigida por el mayor de los sacristanes
(Lolo), también colaboraba una burra que acarreaba las repletas cestas de ese
indispensable orgánico pavimento.
No había nacimiento más bonito como el de la
Iglesia de la Angustia, me recuerda apasionadamente Roberto, tanto por sus
esbeltas y hermosas figuras, castillo de Herodes incluido, como por el realista
río que salía de una pequeña fuente y que los niños admiraban absortos cómo
fluía y movía las aspas de un viejo y pintoresco molino. En sus recuerdos
también alude a una entrañable costumbre del día de Reyes, también en el Santuario,
donde los niños pasaban por el púlpito recitando versos que ellos mismos
componían y dedicaban al niño Jesús.
Continúa relatándome lo especiales que eran los
lunes de Pascua, cuando todo el staff eclesiástico de Cacabelos que
formaban los monaguillos de la Angustia y los de la plaza iban a ayudar a misa
en el Santuario. Ese día, me apunta, venían curas forasteros que se pasaban celebrando
misas a lo largo de toda la mañana.
La siguiente imagen corresponde a la procesión
de 1963 y en ella reconocemos a importantes y señalados personajes del pueblo
como, por ejemplo, a Pili de negro y con vela (madre de Juanjo Mourelo), a su
lado de blanco Maruja (madre de Eduardo), detrás de Pili se encuentra Josefa
(madre de Quino Carraco), el de la ancha frente es Juanín (el Cartero), Josefa
Vázquez (abuela de Manoli Valcárcel) detrás del Renro (alguacil del
ayuntamiento) y, en primer plano, observándola atentamente el Renro, la
irrepetible Carmen (la Castelada); también se hallan presentes, Paco (el
Confitero), Dominguín (el Ancarés), conocido vecino al que le daban
ataques epilépticos y que nos dejó en una trágica circunstancia ocurrida cerca
de la báscula de la entonces Plaza de Calvo Sotelo, Coruño, Moni, etc., entre
otros.
Procesión en el día de la patrona del año 1963. Foto de archivo desconocido |
En aquellos venerados lunes de Pascua
numerosos forasteros acudían al pueblo para celebrar, junto a sus vecinos, el tan
esperado día de la Virgen y, según me relata la amiga Conchi Vázquez, lo hacían
con su cestillo repleto de viandas que consumirían gustosamente sentados alrededor
de un mantel sobre alguno de los numerosos y cercanos prados. Lo curioso de la
historia es que, mientras duraba la misa y la procesión, decenas de esos cestillos
permanecían bajo custodia en las dependencias del molino de los entrañables D. José
y Dª. Camila, quienes se ofrecían altruístamente a cuidárselos mientras
duraran los actos eclesiásticos.
En el entorno del paraje se celebraban, con un
indescriptible ambiente de gentío y puestos de todo tipo, las populares ferias
de septiembre (ver fotografía). En ellas, además de ganado, se ponían a la
venta multitud de objetos y utensilios; entre ellos destacaríamos las mantas y
los calcetines de lana, junto a los peculiares vendedores con una charlatanería
sin igual, exhibiendo sus simpáticos regateos y lanzando ofertas que pocos de
los oyentes podían rechazar. También eran mencionables los puestos de pulpo, como
los de Aquilina, mi tía Dª. Pilar o el de mi querida abuela Dª. Dolores. Recuerdo
que cada vez que alguno de sus nietos llegaba para saludarla o ayudarla, enseguida
le preparaba el consabido chusco de pan que primero partía, rociaba de aceite y
finalmente rellenaba con unos cuantos rabitos de pulpo.
Según mi amiga Conchi Vázquez, en el bajo de
la casa del cura D. Antonio, enfrente del Santuario, sus padres años más tarde,
ponían un puesto de venta de sardinas a la parrilla que era la delicia de los
visitantes de las ferias.
Un antiguo atrio de la iglesia repleto de gente y lleno de colorido durante las ferias de septiembre de los 70. Fotografía de Carlos de Francisco |
Una vista posterior del Santuario en una nevada del invierno de 2004 |
Otra anécdota que tuvo lugar el día de San
Antón la rememora el amigo Manolo Rodríguez. A finales del pasado siglo, el 17
de enero, un par de horas después de la misa de la Angustia en honor al Santo,
se precipitaron al suelo el nido de cigüeñas junto a los pináculos de granito situados
en lo alto de la espadaña debido al enorme peso del material que las aves habían
ido acumulando durante años. El caso es que, ya en el suelo, fueron varios
tractores entre ramas y excrementos, los que fueron retirados del atrio. Afortunadamente
en esta ocasión no hubo desgracias personales, pero pudo haber sido noticia de telediario.
Posteriormente, D. Dámaso solicitó a Manolo un dibujo de los pináculos para que
el cantero los fabricara según los originales. Una vez terminada la funesta
obra, el fabricante la colocó en las alturas sin consultar, para desilusión tanto
de los observadores como de Manolo que fue el que recompuso el
rompecabezas de los fragmentos de los pináculos caídos (ver fotografía), el que
tomó medidas fieles a los originales y el que plasmó sobre el papel los minuciosos y perfectos dibujos en todas
sus representaciones técnicas.
Las inseparables cigüeñas que siempre han
acompañado al Santuario en los eventos importantes. Puede comprobarse la
decepcionante asimetría del pináculo lateral derecho con relación al izquierdo.
Foto de José Luis López.
Los negrillos tuvieron que cambiarse y para
ello fueron elegidos los falsos plátanos como sucesores, el atrio fue modificado
y se levantó un nuevo elegante y moderno albergue para peregrinos con un
resultado satisfactorio tanto para el entorno, el pueblo y los abnegados
caminantes necesitados de descanso (ver fotografía).
El jardín actual en una toma crepuscular en la que destacan el tejado y el muro del flamante albergue de peregrinos |
Para finalizar os invito a contemplar las tres
últimas fotografías porque hablan por sí mismas y evidencian la razón por la
que este lugar nos ha encandilado desde siempre. Además de la armonía con la
naturaleza que lo arropa, tenemos que poner en valor la belleza del molino
cercano (ver fotografía), puente y río. Con el paso de los años ese complejo
sagrado se ha convertido en un importante símbolo religioso para los
voluntariosos peregrinos en el que, además de tonificar su alma, pueden pasar la
noche y reponer sus doloridos cuerpos; en un permanente centinela que los
despide con amor hasta la próxima o hasta siempre; el que cierra, pero también
abre, un nuevo capítulo de sus vidas, dejando atrás unas memorables y únicas
emociones cuando atravesaron un pequeño tramo de su ruta que en muchos de sus
puntos atrajo irresistiblemente sus miradas y que siempre recordarán por su llamativo
nombre: Cacabelos.
El Molino luciendo en uno de sus mejores momentos (2009), realzando el entorno del Santuario |
Sirva esta imagen como un sentido homenaje a
sus recordados y querido dueños José Vázquez Santín y Camila López Costero y a
sus hijos Maribel, Conchi, José Manuel y Mónica, que son los que actualmente ayudan
a que siga siendo uno de los lugares más queridos y admirados del pueblo.
Vista aérea del Templo actual y su entorno. Fotografía de José Luis López |
AGRADECIMIENTOS: Sin la ayuda de mis amigos
muchos de los capítulos de esta serie nunca podrían haber salido a la luz con
tanto detalle, con las mismas y logradas fotografías y con sus interesantes y
amenas anécdotas. Gracias, por tanto, a los de siempre y a alguno más; a
Roberto Carballo, Manolo Rodríguez, Carlos de Francisco y a Miguel Prieto. Mi especial
gratitud a D. Pedro Alonso Álvarez, con el anhelado deseo de que, desde el otro
lado, sepa lo valioso que ha sido su esfuerzo en la elaboración de su libro
sobre el Santuario, a José Luis López por sus espectaculares fotos tomadas a
vista de dron, a Antonio Esteban y a Matilde Castillo por permitirme publicar
la impresionante fotografía de la familia en el jardín, a mis amigas Conchi
Vázquez y Encina Yebra por informarme tanto a mí como a Roberto de quienes
formaban parte del vecindario y cómo vivieron el ambiente de aquellos años y,
finalmente, a mi prima Gutis por la disposición de siempre y a mi cuñado
Alfredo por su actitud en pos de la información del mencionado libro. ¡Muchas
gracias a todos!
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