lunes, 29 de junio de 2020

Lugares emblemáticos de nuestro pueblo y alrededores: 13. El Museo




LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES

13. El Museo (1)

Por Pepe Couceiro

Para conocer los orígenes del Museo Arqueológico de Cacabelos (M.A.R.C.A.) habría que remontarse a los primeros años de los 60, cuando un pequeño grupo de entusiasmados jóvenes se dedicaban a recorrer los campos cercanos armados de pico y pala en una apasionante búsqueda de tesoros ocultos que fueron testigos de la fascinante vida y costumbres de las civilizaciones que les precedieron.


Fachada del Museo Arqueológico de Cacabelos (M.AR.C.A.) en 2009.

Aquellos apasionados cacabelenses fundaron en 1964 la Sociedad Centro de Recreo y Expansión San Florencio con sede en el pueblo y logotipo propio (ver fotografía). 
 Logotipo de la Sociedad Centro de Recreo y Expansión San Florencio.

Manolo Rodríguez me indica que el nombre de San Florencio alude al que fuera primitivo abad del Monasterio de Santa María de Carracedo, el que eligieron como santo patrón, circunstancia que reflejaron en sus estatutos, en los que incluso se determinaba el día en el que le honrarían con todo tipo de festejos, actos culturales, misa, etc. Manolo desconoce si las pretendidas celebraciones llegaron a hacerse realidad o solo eran meras intenciones. En su acta fundacional también figuraban ambiciosos objetivos como, por ejemplo, promover el conocimiento y el estudio del pasado de Cacabelos y de toda su comarca, crear un fichero de datos, hacerse con todo tipo de documentos, organizar viajes o estudios, hacerse con una biblioteca de temas especializados, organizar excavaciones, conferencias, exposiciones, divulgar las actividades, realizar publicaciones en una revista propia, etc. Podían ser socios todos aquellos que tuvieran entusiasmo y amor a estos estudios. A la Sociedad se la conocía cariñosa y familiarmente como Peña El Pedrusco cuyo presidente y verdadero impulsor fue D. Eumenio García Neira (Meño) (ver fotografías). 
D. Eumenio García Neira, a la derecha, junto a D. Leandro Fdez. en Santiago de Peñalba en agosto de 1973. Foto del archivo de Manolo Rodríguez.

En 1973 frente a la sala capitular del Monasterio de Carracedo. De izquierda a derecha: D. Eumenio García, Dª. Mari Mar Palacio, la mujer que presidió hasta hace solo unos meses el prestigioso Instituto de Estudios Bercianos (IEB) y compañera de nuestro amigo y eminente escritor D. Vicente Fernández, le siguen Dª. Rosi y Dª. Marití, dos de las hijas de D. Eumenio. Foto del archivo de Margot García.

En los comienzos de la Sociedad también figuraban mi padre y mis tíos como socios fundadores, junto a otros compañeros de los que Manolo recuerda algunos nombres: D. Antonio Garay, D. Baldomero (Pirucho), Parra, D. Félix Pitareco (padre de Dory), D. Tino El Moreno, etc. Su actividad era frenética buscando lo antiguo, obviamente siempre que tuviera interés para ser expuesto en el que sería el primer museo de Cacabelos, objetivo este en la que las mentes de sus miembros trabajaban sin parar sobre dónde ubicarlo y cómo organizarlo. En esos apasionantes inicios los más activos aprovechaban algún que otro fin de semana para subirse al vehículo de uno de ellos y, con las básicas herramientas formadas por picos, palas, rastrillo y criba, se acercaban a los lugares donde alguien les había chivado que se había destapado alguna piedra rara. Los lugares más concurridos por estos bienintencionados, pero rústicos rescatadores de la historia eran el entorno de La Edrada; el paraje conocido como Terra do Ouro, asentado al final de la calle Elías Iglesias; el área correspondiente a la fuente de San Esteban y la Peña del Castro (Castro Ventosa). De todos ellos se exhumaron toda clase de vestigios, desde la tosca cerámica celta a la llamativa y bella terra sigillata romana (ver fotografía), pasando por monedas de importantes emperadores, lápidas y piedras de granito con reveladoras inscripciones, etc.

Detalle de Terra Sigillata, un particular tipo de cerámica romana de color rojo brillante en uno de los expositores del M.A.R.C.A. Esta expresión latina significa tierra o cerámica sellada, o que ha recibido estampilla o sello que los alfareros de la época tradicionalmente ubicaban en el reverso de sus piezas de arcilla.

El yacimiento más prolífico era el paraje de La Edrada, al lado del cementerio (ver fotografía). Allí, de niño, siempre acudía acompañando a mi padre cuando había algo importante que desentrañar. Los historiadores coinciden en que en esa zona se asentó el importante municipio romano de Bergidum Flavium, según D. Manuel Gómez Moreno, población prerromana y romana tardía localizada inicialmente en Castro Ventosa pero que, en la época alto Imperial, se trasladó a la zona baja, a orillas del río Cúa (1). Según la arqueóloga, Dª. Inés Díaz Álvarez, en las continuadas excavaciones de ese yacimiento se han hallado restos arquitectónicos relacionados con la vida doméstica, destacando una importante red de colectores alto imperiales destinados a la evacuación de aguas residuales tanto domésticas como del edificio termal próximo. Su construcción es de gran solidez, a pesar de su abandono, y refleja la importancia urbanística otorgada a dicho lugar que, por otro lado, ofrece restos de Época Bajo Imperial, Visigoda, Pleno y Bajo Medieval cristiana (2).
Cartel señalando el yacimiento de La Edrada.

Los estudios numismáticos ponen en evidencia de la gran riqueza del lugar, habiéndose recogido abundantes monedas, muchas de ellas rescatadas por la Sociedad, de emperadores como Augusto (del 27 a.C. al 14 d.C.), Tiberio (14-37), Claudio (41-54), Vespasiano (69-79), Domiciano (81-96) (ver fotografía), Trajano (98-117), Adriano (117-138), Antonino Pío (138-161), Septimio Severo (146-211), Galiano (260-268) y un largo etcétera. Díaz Álvarez sitúa la ocupación romana de este yacimiento desde mediados del siglo I al V d.C. (2).

          Anverso y reverso de un denario del emperador Domiciano procedente de La Edrada.

Para los ilusionados componentes de la Peña, con el abundante material acumulado de todas las épocas desde que iniciaron su actividad en 1964, era prioritario encontrar un lugar donde alojarlo, ordenarlo y, finalmente, exponerlo al público. Manolo recuerda que aquellos pensamientos se hicieron realidad en la primera exposición organizada en el bajo de la casa del hermano de Meño, D. Antonio el Sastre; de allí pasó definitivamente y durante un largo periodo al ayuntamiento antiguo, en el mismo local donde estuvo situada la cárcel, detrás del edificio (ver fotografía). 

Vista de una parte de la única sala del museo de Cacabelos en la década de los 60 y 70, detrás del antiguo ayuntamiento.
Manolo Rodríguez se unió al grupo de improvisados arqueólogos y comenzó a trabajar con Meño unos 4 años después de fundar la Sociedad, en el momento que iniciaba sus estudios de Historia (ver fotografía). 
Imagen de una excursión realizada en septiembre de 1972 en la que sus protagonistas recorrieron Luyego (valle del Duerma), cerca de Astorga, visitando una explotación aurífera romana y las ruinas de Lancia desde donde se hicieron la foto. De izquierda a derecha: D. Eumenio García (Meño), Manolo Rodríguez, su mujer Mariajosé y Rosi, la hija de Meño. Foto del archivo de Manolo Rodríguez.

Me recuerda su participación junto a mi padre en unas excavaciones de tumbas, antes de llevarse a cabo la ampliación del cementerio. Luego formaría parte del equipo en el que varios amigos estuvimos a las órdenes del catedrático D. Tomás Mañanes en Castro Ventosa (https://castroventosa.blogspot.com/2019/11/lugares-emblematicos-de-nuestro-pueblo_15.html); también participó en las realizadas en la finca La Villeira de Canedo; en la recuperación de restos antiguos de casas, como una portada del siglo XV de estilo gótico flamígero de la calle Santa María, escudos de piedra de diferentes casas nobiliarias, etc. En este punto Manolo me señala que entre Meño y él mismo, con el escaso dinero recaudado de las donaciones de los propios socios, trataron una de las veces recuperar una moneda de plata de Eduardo III, cosa que consiguieron por 2.000 de las antiguas pesetas y, en otra ocasión, un precioso escudo de la casa de los Villafranquinos, esta vez sin fortuna en las negociaciones con sus propietarios.

Era tal su ardor por conseguir recuperar piezas antiguas sobresalientes que, en varias ocasiones, llegaron a ofrecer nuevas columnas de hormigón con tal de recuperar las romanas que, junto a sus bases y capiteles, sujetaban terrazas, soportales, etc., con el propósito de mantenerlas a buen recaudo. Desgraciadamente, para los amantes de un patrimonio tan valioso, muy pocas veces tuvieron éxito en sus altruistas y loables intenciones (ver fotografías).

 Auténtica joya románica que, al igual que otras que formaban parte del patrimonio municipal, tampoco lograron que se quedaran en el pueblo. Esta se corresponde a una pequeña ventana ubicada en uno de los laterales de la antigua Casa Guerra que daba a la actual calle Ángel González. Foto de Manolo Rodríguez.

Otra de las joyas perdidas. Portada del siglo XV, según el historiador J. M. Luengo, de una de las casas de la Plaza Mayor, aunque este extremo no acaba de encajar entre los más mayores del pueblo. De ella dejó constancia el recordado poeta y escritor cacabelense D. Fermín López Costero en uno de sus artículos. Según Luengo en aquellos años de principios del siglo XX, uno de los últimos vestigios del gótico flamígero civil en el Bierzo. Fotografía de José María Luengo, probablemente de la primera o segunda década del siglo XX.

 
Instantánea de la misma portada, probablemente realizada por el mismo fotógrafo que capturó otra de las imágenes expuestas en esta serie (https://castroventosa.blogspot.com/2020/01/lugares-emblematicos-de-nuestro-pueblo.html) con el mismo ambiente de feria y que fuera realizada en 1906. Fotografía obtenida del libro Álbum del Bierzo (3).

De las veces que asistí acompañando a mi padre al primer museo y a fuerza de escuchar repetitivamente sus improvisadas charlas como guía, me fui quedando con la copla y, al final, cuando él no estaba disponible por su trabajo, y a pesar de mi recalcitrante timidez, acababa solo ante el peligro delante de los visitantes, recitándoles con las mismas palabras que había escuchado en boca de mi progenitor, enseñando las piezas en el mismo orden.

Roberto Carballo me cuenta que un día que pasaba cerca del museo, vio la puerta abierta y, como niño curioso, entró encontrándose a mi padre enseñando la sala a un profesor universitario. El caso es que este profesor debía saberse muy bien el proceso de fosilización y, aprovechando la presencia de un inesperado alumno, comenzó a explicárselo al bueno de Roberto, teniendo entre sus manos una de las piezas de carbón que habitualmente permanecían arrinconadas en una de las esquinas de la sala y en la se veía perfectamente la forma de una hoja de helecho. Acabada la lección del profesor, mi padre le preguntó:
- ¿Entendiste la explicación Robertín?, contestando este muy educadamente:
- ¡Si, si, perfectamente!

Tanto Manolo como yo mismo nos acordamos de un bargueño del siglo XVII o XVIII que, en mi caso particular, disfrutaba enseñando a las visitas y amigos porque, por arte de magia, les hacía aparecer un compartimiento secreto en uno de sus fondos. En este pequeño cajón sus propietarios (Los Canajos) guardaban celosamente sus más preciadas joyas y, en este sentido Manolo me contó que cuando ese mueble bellamente decorado con incrustaciones de nácar se cedió al museo, encontraron en esa ubicación oculta unas cuantas joyas olvidadas que fueron devueltas prestamente a sus propietarios. El bargueño procedía, curiosamente, de una casa cercana a la actual sede del museo, concretamente de la anterior a la de Dª Maruja La Ancaresa (mujer de D. Camilo).

Derribado el Ayuntamiento antiguo, el museo pasó a la parte posterior de la Plaza de Abastos y, una vez construido el bunker consistorial, se habilitó su sótano para exhibir sus piezas más importantes en 1983.

Continuará……..

5 comentarios:

  1. ¡Un gran artículo de Pepe Couceiro!
    Sólo veo un error, donde dice "Doña Inés Díaz, actual directora del Museo", ya que la misma no es directora del MARCA, que lo sigue siendo Doña Silvia Blanco Iglesias, a la que deseamos una pronta incorporación para retomar las magníficas actividades que se han llevado a cabo en el Museo bajo su impecable y ejemplar gestión.
    Y, por cierto, con ganas de seguir leyendo y aprendiendo de las vicisitudes de nuestro querido Museo Arqueológico, de lo que se debe hacer y de lo que no, que últimamente es lo que al parecer prevalece.
    Un abrazo y reitero mis felicitaciones a Pepe (También a Carlos, que sigue adelante con esta maravilla de blog aunque le pongan infinitos palos chungos en sus ruedas)
    Jose Yebra

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    1. Muchas gracias José y perdón por ese error, ya le he indicado a Carlos que lo corrija.

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  2. De nada Gustavo! Siempre será un placer contaros cosas del pueblo con la ayuda de mis amigos colaboradores.

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  3. Enhorabuena Pepe. Como todos tus artículos, éste tiene el valor de revivir y rescatar del olvido personas, hechos y lugares que tienen un valor para nosotros. Un fuerte abrazo con mi agradecimiento.

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