El Museo Arqueológico elige como cuadro de la semana “Toledo verde” de la
exposición Retrospectiva de José S. Carralero. Es Mariola Estrada, periodista
berciana, la encargada de comentar el cuadro:
El
Toledo que calma la sed
Del
cuadro “Toledo verde”, 1994. José Sánchez Carralero. Retrospectiva 2014. Verdad
y sentimiento. Una vida por y para la pintura en el M.AR.CA.
Una
ilusión. O quizás una obsesión.
Toledo es un engranaje perfecto en
su puzle de calles y callejuelas. Y Carralero, su observador necesario.
Tomo distancia, y en cada paso que
me aleja del lienzo descubro más alicientes para volver a la ciudad. Y más y
más para regresar al maestro berciano.
Inevitable el verde. Y eso que se
adivina el otoño en el ocre de las hojas de los árboles que se mecen al lado
del torbellino del Tajo. Pero el verde, el verde… El del “Romance sonámbulo”
que imaginó Lorca: “Verde que te quiero verde/ Verde viento. Verdes ramas/ El
barco sobre la mar/ y el caballo en la montaña”.
Hay una esperanza que grita, un
verde que me apasiona y un juego de luces que me cautiva.
Toledo verde es el imposible hecho
realidad. No existe pero es. Es el paisaje masticado y digerido que se ha
convertido en la revelación del alma de la ciudad, de su conjunto, de la
belleza en vena que convierte al Carralero paisajista en el escrutador de lo
que nos rodea.
Él lo asume, lo recoge, lo agita, y
ya nos lo devuelve modulado, acariciado por su pincel y definitivamente
entregado. Sólo hace falta disfrutarlo y beber la esencia que quita la sed de
quien contempla una obra de arte y siente que le han hecho un regalo espiritual
directo al corazón.
La ciudad es un remanso de paz desde
este lado del cuadro. Cierro los ojos y sigue ahí. Medieval y tan actual. Un
laberinto de jugada maestra de ajedrez que oculta la locura del siglo XXI en
una arquitectura absolutamente lógica y conceptual.
Desde el verde Toledo de Carralero
encaja El Greco en su año señalado, me creo el Transparente de la catedral y
busco la sacristía que abriga obras de Van Dyck, Velázquez, Goya o Tiziano en
una febril sintonía con “El Expolio”, que el cretense exprime hasta hacerlo
sangrar en su resplandor. Me susurra un eco de patios ancestrales que viven
hacia dentro lo que ocultan hacia fuera. San Juan de los Reyes se alza
imponente y reina sobre el cuadro como vestigio de aquello que fue, como si
aquí no hubiera pasado nada. Me mueve y me conmueve.
Mil japoneses se adentran en la
muralla de la ciudad. Se llevarán el Toledo instantáneo, pero no el de
Carralero, que es permanente y certero, que lo comparte contigo y conmigo
porque en eso consiste ser pintor. Perdón, PINTOR.
Yo, como el maestro nacido y acunado
en cacabelos, quiero llegar a ese mismo punto, el de “Olvidar lo aprendido”. La
primera y más difícil fruta del árbol de la inteligencia, que sólo está al
alcance de unos pocos necesarios.
Hoy, Pepe, me gustaría decirte lo
que siguió imaginando Lorca: “Compadre, quiero cambiar/ mi caballo por su casa/
mi montura por su espejo/ mi cuchillo por su manta”.
Hay quien dice: “José Carralero,
retratista”. Otros aseguran: “José Carralero, paisajista”. Yo creo que la
verdad está en: José Carralero, artista.
Mariola
Estrada
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