LA NUEVA VIDA DE PEDRO
Por Antonio Esteban
Como Pedro era viudo y había sido feliz en su matrimonio, al fallecer su esposa y tras un periodo prudencial de tiempo durante el que guardó luto -corbata negra y un brazalete de crespón en el brazo izquierdo- se dijo a sí mismo que tenía que volver a casarse porque decía la Santa Madre Iglesia textualmente: “No conviene que el hombre esté solo” y Pedro respetuoso con los mandatos de la Iglesia decidió pedir matrimonio a Josefa, la “Castilla”, que era una buena mujer que siempre le había gustado y, de nuevo, tras un corto espacio de tiempo en el que llevó con prudencia su noviazgo ya que no quería prisas en cosas serias, se unió con el sagrado vínculo del matrimonio -como se decía entonces- con la “Castilla”. Y todos contentos y felices e inició una nueva vida. Aquí debo poner punto y final al texto con aquel dicho que dice -valga la redundancia- “Y fueron felices y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron”.
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