Viñedo en otoño alto de San Bartolo |
Por Arsenio López Faba
El vino posee ciertas propiedades que importaron a nuestros antepasados mucho más de lo que nos importan ahora. Durante dos mil años de historia médica y quirúrgica fue el antiséptico universal y único. Las heridas se bañaban en vino, y, mezclado con él, el agua podía beberse.
Desde el punto de vista de la medicina, el vino fue indispensable hasta los últimos años del siglo XIX. La medicina moderna sabe que el vino favorece la asimilación de nutrientes en especial de las proteínas. Los consumidores moderados de vino están mejor nutridos y se sienten mejora que los no lo beben. No es de extrañar que, en muchas sociedades primitivas, las clases dominantes decidiesen que sólo ellas eran merecedoras de esos beneficios y se guardasen el vino para sí. Los griegos cambiaron vino por metales preciosos; los romanos, por esclavos. En este sentido, es cierto que el vino aceleró el progreso de la civilización: facilitó el contacto entre culturas distantes y proporcionó el motivo y los medios para el comercio. Nunca antes el vino había tenido tantos admiradores o críticas, como en este principio de siglo. De ser la bebida cotidiana de unas cuantas naciones mediterráneas y un lujo exótico para el resto del mundo, ha pasado a cobrar interés mundial, a gozar de competitividad y a convertirse en una industria equiparable a en algunos aspectos a la moda.
El vino es uno de los milagros de la naturaleza y que sus 10.000 años de compañerismo con el hombre no han eliminado su misterio, la vida independiente que ha hecho que el ser humano lo considere un producto divino desde el Diluvio.
¿Cómo es posible que una botella de vino única alcance el precio de una gran obra de arte? ¿Puede oler mejor que una rosa, por muy perfecto que sea?
La respuesta honesta sería no, pero ¿pero si la rosa ocultase entre el terciopelo de sus pétalos la facultad de hacer olvidar las penas?
Dedicado a la muy noble y muy más leal Villa de Cacabelos, de hospitalidad generosa e inagotable amabilidad, y en honor a la feliz memoria de sus distinguidos vecinos por amor al vino, al que le rindieron un culto siempre admirable el Risco bendito, El Rucho, El Zongo, El Poso, El Golondrino, el Chusco…
Lámina I
Noé y el Diluvio.
El capítulo noveno del Génesis explica que después de que Noé desembarcase a los animales, se empezó a comportar como se señor de su casa, y plantó un viñedo.
El monte Ararat fue el punto donde desembarcó y el punto más algo de las cordilleras caucásicas entre Turquía y Armenia. Así, la Biblia apoya la teoría de que la zona del Caucaso fue donde se originó el vino, a menos que uno se haga la delicada pregunta: ¿dónde vivía Noé antes del Diluvio? Pero, fuera donde fuera, ya tenía viñedos en el lugar donde construyo el arca y sabía cómo hacer vino. Las vides formaban parte de su cargamento.
Lámina II
Mayúscula iluminada de un manuscrito creado en Citeaux. Los cirtescienses era perfeccionista en todo lo que hacían.
La orden cirterciense nació en Borgoña y, en lo que al vino respecta, allí alcanzó sus mejores cotas. Esta orden creció rápidamente hasta parecerse a una moderna empresa multinacional que llegó a trascender sus fronteras nacionales.
La infanta doña Sancha, hermana de Alfonso VII el Emperador pasaba grandes temporadas en El Bierzo, en sus propiedades de Villabuena. Su hermano, el rey Alfonso, sobre el que ejerció una gran influencia, manda que la llamen reina, -todas las cosas que el rey hacía las consultaba antes con su esposa y la infanta Sancha, a la que se puede considerar como una corregente- (Domina Sancia, tenente Bergido).
Doña Sancha había realizado una peregrinación a los Santos
Lugares y al pasar por Francia conocerá a San Bernardo, que la anima a
introducier en El Bierzo la orden del Císter. En 1138 llegaron monjes de Claraval,
como el monje Herberto, para ir estableciendo las constituciones cistercienses
en el monasterio de Carracedo, el cenobio más importante de los vinculados al
Císter, extenderá su dominio por las villas de Cacabelos y Villafranca por los
que mostrará un especial interés. En estas tierras de hermosísimo paisaje, por
donde transcurre el Camino de Santiago, se conoce el cultivo de la vid desde
muy antiguo, pero es a partir del siglo XII, con l introducción de las cepas
borgoñonas, cuando los vinos adquieres las características que aún hoy
perduran.
Se ha dicho que tal vez sea la región que produce los vinos más europeos de España.
El monumento al “Vendimiador” nos muestra el prodigioso talento de su autor D. Pedro Francisco García Cotado, cuya genial obra escultórica causa asombre y admiración, su belleza y armonía, como merecido homenaje a la “Villa del vino”, villa del Cúa de Cacabelos.
¿Qué vida es la de os que del todo carecen de vino? Fue creado para alegría de los hombres.
La vida con vino y licor es dulce.
El vino y la música alegran el corazón, pero sobre ambas cosas está el amor de la sabiduría. (Eclesiástico, 31 y 40).
San Pablo recomiendo a su discípulo Timoteo que tome vino en las comidas.
El Dr. Marañón decía que vino tinto reúne tales calidades de debería venderse en farmacias y no en las tabernas…
Un vaso de vino añejo da alegría, fuerza y buen consejo.
Beber con medida alarga la vida.
El buen vino añejo hace al hombre niño y renueva al viejo.
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