Pablo eleborando panes para las Candelas |
Con la muerte de Pablo se nos va uno de los últimos panaderos tradicionales de Cacabelos. Atrás quedan muchos años regados por días intensos de trabajo. Todos sabemos lo que significaba dedicarse a esa profesión: madrugones para elaborar el pan y largas horas de despacho al público sin descanso los domingos y fiestas de guardar. Y para Pablo se sumaban también las horas de reparto por los pueblos de alrededor que terminaban cuando ya casi había que volver a encender el horno otra vez.
Fue Pablo -con la ayuda irreemplazable de Toñita, su mujer- lo que hoy llamamos un emprendedor. Tras sus inicios allá por los primeros años sesenta como joven pinche con don Jesús y Manola en la Espiga de Oro, buscó independizarse y levantar un negocio propio. No era fácil para los emprendedores de entonces. Los créditos de los bancos eran inasumibles por el excesivo interés que pedían y todavía tardarían décadas en llegar otras líneas de ayuda por parte de la Administración. Sólo el trabajo y la fe en sus proyectos consumaron una obra que hoy exitosamente continúan sus hijos.
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