Cosas de fray Luis (1)
RETORNO A PIEROS
Amanece. Regreso al valle encantado cuyo
luminoso paisaje sigue coloreando mi visión del mundo, aunque fui alejado de él
siendo niño. Asciendo a Castroventosa, a “Bergidum Flavium”, el castro habitado
hace siglos por celtas, astures y romanos; él es ahora la mejor atalaya de esta
tierra mágica. La primera luz de la mañana hace aparecer en todo su esplendor
los verdes viñedos que prometen una cosecha abundante; los innumerables cerezos
manzanos y castaños exhiben con orgullo sus flores encantadoras, sus primeros sabrosos
frutos. Desde mi privilegiada atalaya
diviso la impresionante silueta de Las Médulas, el ameno paisaje del valle del
Silencio y del monasterio de Carracedo y vienen a mi memoria las palabras del inglés
J. Borrow, que nos visitaba hace algo más de un siglo:” Muy codicioso o desdichado
tendría que ser el hombre que abandone este rincón paradisiaco”.
Iglesia de Pieros con los cerezos en flor |
Atardece. Desciendo de “Bergidum Flavium” y paseo por las
empinadas calles de Pieros, el
pequeño pueblo donde transcurrieron los lejanos días de mi infancia, donde se
esconde parte del secreto de mi vida. Quisiera conversar con mis paisanos en
busca de esa sabiduría secreta que se esconde en el rincón donde nos hemos
criado. Pero las calles, entonces pobladas de niños y de gente joven, están
ahora vacías. Escucho en mi interior una popular canción berciana: “voy caminando
por aquellas calles que antaño yo recorrí…; voy recordando aquellas gentes que
siendo niño yo conocí (…): ya no están aquí”.
Vacías
están también las casas entonces superpobladas que ahora comienzan a
desmoronarse; la escuela se cerró hace muchos años, en la iglesia se celebra
sólo algún raro funeral, ningún bautizo desde hace unos cuarenta años. Me
parece ver cumplirse en mi pueblo la vieja maldición bíblica:”Ya no se
escuchará en ti la música de los que tocan la flauta, ni se oirá el ruido de la
piedra de molino, la luz de las farolas no alumbrarán más en ti; ni el canto de
la novia y el novio se escuchará en tus calles”( Ap. 18,22-23) .Primero, ya
lejana, fue la tragedia de la guerra que dejó mutilados los cuerpos, que dejó
envenenadas las almas; después, desde los años
cincuenta ,sesenta ,la tragedia incruenta de la emigración forzosa, y, siempre
la voracidad del tiempo, la “ruina temporis”.
Anochece. La alegre luz que me saludaba risueña está mañana pronto dejará paso a las sombras de la noche, al abismo sin fondo que es el silencio y la soledad de la noche. Trato de buscar consuelo al desamparo que suscita en mí la memoria reciente de mi pueblo. Y…de pronto es como si viera brillar un tenue rayo de luz, como si me visitara alguien, …la esperanza quizá. Y pienso: mis vecinos de Pieros, envejecidos y dejados de la mano de Dios y de los hombres, han asfaltado durante los últimos años sus viejas calles, han introducido el agua corriente en sus casas, han renovado nuestra iglesia: luchan contra la ruina del tiempo; no quieren desaparecer, no se dan por vencidos. Y comienzo a desear que llegue pronto la luz del nuevo día para recorrer otra vez las calles de mi querido pueblo haciendo míos el orgullo, el esfuerzo y la esperanza de sus gentes, de mis gentes.
Fray Luis de Pieros
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