Entrada a las bodegas desde la actual Avenida de la Cosntitución |
Se nos fue en silencio la pasada noche en casa de su hija
Inés, tranquilo como lo era él en vida. El dichoso coranovirus apartó a Manolo
de hacer su vida en Cacabelos los últimos meses, donde le gustaba salir cada
mañana y cada a tarde para charlar con los amigos ante una copa de mencía que cataba
a pequeños sorbos mientras transcurría la conversación.
Esta pandemia también trajo la suspensión del fútbol y, en
consecuencia, la posibilidad de ir al bar para ver los partidos del Real
Madrid. Compartíamos mesa y afición con su tocayo Manolo el profe del
Instituto. Cuando aún vivía Daisy, ella nos acompañaba entretenida con un
periódico si el partido se disputaba por la tarde. Las grandes noches de los
martes o miércoles en que se jugaba alguna eliminatoria de la Champions,
acudía a la cita así cayeran chuzos de punta. Con comentarios mesurados y gesto
sereno observaba los partidos a pesar, muchas veces, de las incidencias del
juego y de los clamores que le rodeaban. Y aún más sereno se mostraba si el encuentro
era disputado entre los merengues y el Celta de Vigo, también su equipo del alma: Hoy tengo el corazón dividido, solía
decirnos en esas ocasiones.
En uno de los descansos de un partido, hace dos años, nos contó su
mediación con las autoridades de la ciudad brasileña de San Roque en el Estado
de Sao Paulo para instalar allí una filial de la Bodegas Guerra de Cacabelos.
Manolo vivía en ese país americano donde se casó y tuvo sus dos hijos: María
Inés y José Manuel. A su regreso a España le dio tiempo a ser Alcalde una
temporada en aquellos años de la Transición.
Encabezamiento de una de las cartas remitidas desde Bodegas Guerra de Cacabelos |
Nos enseñó las cartas que recibía de don Antonio Díaz, el
propietario de las bodegas, interesándose mucho por el proyecto y nos explicó las
gestiones directas con el Alcalde de aquella lejana localidad que se sumaba de
buen ánimo al mismo. Incluso apareció una rica madrileña amiga de don Antonio
con intereses en San Roque que aportaba el capital necesario. El empresario
cacabelense, según uno de los documentos, tendría el 50% como socio industrial.
Era el año 1960. Quizá las propias dificultades que asomaban ya
en la bodega matriz y la exigencia de tener que trasladarse a Brasil, se puede
decir que obligaron a don Antonio a rechazar el plan.
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