domingo, 22 de marzo de 2020

LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES 9. La Carretera General (y 3)



La carretera General, como la llámabos antes, la antigua Nacional VI


LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
9. La Carretera General (y 3)
Por Pepe Couceiro

En nuestro placentero e incesante caminar nos encontraríamos con el local de Productos Peña, donde más tarde se ubicó la tienda del butano y la sastrería de D. Luis y Dª Teresa. De esta familia conocí muy bien al menor de sus dos hijos (Luis y Raúl). La irrepetible personalidad de mi amigo y entrañable Raúl no debería faltar en ningún pueblo, transmitiendo auténticas ganas de vivir con sus originales ocurrencias que siempre nos hacían sonreír y, de vez en cuando, erigiéndose en el mejor valedor de las personas indefensas.

Más allá se localizaba el local del frente de juventudes en donde, hasta hace poco, se hallaba el taller de Pepe Costero. Después de la casa de D. Jesús El Carretón y de Dª. Antonia, padres de nuestro amigo Suso, llegábamos a un lugar que podría considerarse el santo y seña del entretenimiento en la vida de muchos vecinos del pueblo, el legendario y siempre eterno Cine Litán.

El Cine Litán (ver fotografías) era uno de los locales más alejados del centro del pueblo y, probablemente, el que más vecinos recuerdan por la trascendencia que tuvo en sus existencias. No en vano fue, hasta que se inauguró el Cine Faba, el centro neurálgico en el que se hacían realidad nuestros más bellos sueños y donde el baile se convirtió en la forma más agradable de establecer relaciones de pareja por la vía rápida.

Interior del Cine Litán, con su inconfundible gallinero en la parte superior, repleto de infantes con los ojos abiertos de par en par disfrutando de alguna fascinante aventura, probablemente a finales de la década de los 60 o principios de los 70. Foto de Pilar Sernández.

Desde tiempos remotos este prodigioso espacio simbolizó para muchos, sobre todo en la niñez, el mayor generador de fantasías de su vida. Aplicando una tecnología desconocida a esa edad y con tan solo observar atentamente aquella grandiosa lona blanca, viajábamos por mil y un países sin movernos de los asientos, sentíamos el calor del desierto, el frío polar o luchábamos como héroes inmortales contra toda clase de villanos en todo tipo de aventuras. A esa temprana edad nuestra naciente, pero incansable mente se hacía preguntas sin parar sobre lo que presenciaba delante de aquel bastidor. El caso es que gracias al cine supimos que había otros mundos aparte del nuestro, tan pequeño y limitado en aquella fase de nuestra vida.
 
La fachada del Cine Litán en el año 1946, con uno de los dos expositores permanentes donde se anunciaba con lechada de cal los espectáculos. Foto de Manolo Rodríguez.

D. Luis Litán era propietario, además del cine, de las pistas de baile adyacentes (ver fotografía). En ellas, tocaban en directo grupos musicales de los alrededores canciones del momento, si no recuerdo mal, los domingos y festivos. 
 
Anuncio del Programa de la Pascua de 1945 en el que se inauguraba la pista de baile. Foto de Manolo Rodríguez.

En ese agradable lugar muchos de nuestros vecinos encontraron el suficiente estímulo amoroso para dar vida a no pocos infantes de no pocas generaciones.

Mi madre nos solía contar una romántica historia relacionada con aquellas canciones que, en forma de pasodobles, surgían de aquella pista y que, como placenteras ondas eran transportadas suavemente por el viento hasta la casa de mi querida abuela Dª. Dolores (la pulpera). Y allí, en un alargado corredor al aire libre, en las cálidas y estrelladas noches del verano, bajo la única luz de una hermosa luna llena, sus cuatro hijos en la plenitud de su adolescencia (Maruja, Elisa, Pepe y Lolo), eran felices cuando llegaban los domingos y, con sus mejores galas, se ponían a danzar al son de aquellas melodías que retornaban desde la lejanía y con las que iban perfeccionando sus iniciales y todavía imperfectos pasos de baile.
 
Un joven D. Luis Litán en la pista de baile de verano acompañado por su cuñado D. Manuel El Chusco en 1946. Fotografía de Pilar Sernández.
 
Ambiente de la pista de baile al aire libre en un veraniego día de los años 50. Creemos distinguir, a la derecha, a Dª. Pura, la madre de José Luis (Ubaldo), entre otras jóvenes y guapas cacabelenses amantes del baile. En la mesa del fondo aparecen los padres de Manolo (Manolo el alcalde e Isabel su mujer), Ester Gonzalez y Juan Luna. Foto de Manolo Rodríguez.


La fachada actual del Cine Litán donde todavía pueden contemplarse los expositores permanentes en los que se anunciaban los grupos musicales que actuarían cada domingo. La puerta metálica daba acceso a un largo pasaje que llegaba a la pista de invierno y, un poco más allá, a la del verano. Foto de Manolo Rodríguez.

El Sr. Mediavilla, el legendario cámara del cine litán, era una persona que dominaba las pequeñas reparaciones como nadie. No era infrecuente que, en los días de tormenta, incluso en los despejados, se acabara yendo la luz en todo el pueblo, y cuando esto ocurría, percibíamos algunos fotogramas envueltos en llamas o cuando aparecía el séptimo de caballería al rescate, la gente del gallinero se ponía a aporrear el suelo rítmicamente. En el caso de avería toda la sala se acababa uniendo para repetir: ¡Mediavilla!, ¡Mediavilla! A los pocos minutos todo volvía a la normalidad como si nada hubiera ocurrido. Nuestro admirado MacGyver particular había vuelto a obrar un nuevo milagro reparando prestamente el desperfecto. 

Un joven D. Luis Litán en la sala de proyección, probablemente alrededor de 1960

 





   











 De esta forma tan original anunciaba D. Luis Litán sus más destacadas películas en 1948. Una pequeña y atractiva tarjeta en la que, por un lado, mostraba el cartel de la película y, en su reverso, el nombre del cine donde la echaban, la fecha y el horario de sesiones. Me acuerdo cuán valiosos eran entonces esos cartones en los juegos que frecuentemente practicábamos entre nosotros.


A esa temprana edad pocas cosas podíamos odiar con nuestros infantiles e inocentes pensamientos, pero a las palabras The End o FIN no les teníamos mucha simpatía que digamos; no en vano, esas funestas locuciones nos arrancaban despiadadamente de nuestros más placenteros sueños. 

Sobre todo en invierno íbamos bien pertrechados de chicles bazooka, regaliz y de castañas calentitas adquiridas en el puesto de la plaza de Dª. Isidora (La Pardala). Finalizada la sesión de tarde-noche y encendidas las luces de la sala, nos arropábamos a base de bien con nuestro abrigo, guantes y bufanda, quedándonos literalmente enfundados ante lo que nos esperaba afuera. Así todo, nada más traspasar las puertas, un gélido viento irrumpía sin piedad en nuestra desnuda y calentita cara azotándola de tal manera que parecía que se nos iba a caer a pedazos. El trayecto hasta casa se nos hacía eterno por unas distancias que, entonces, parecían más largas y por el tremendo frío que hacía. En este sentido, Manolo me recuerda que a veces, en ese recorrido, se paraban en los puntos donde se hacían braseros para entrar en calor. Una vez en el dulce hogar, despojados de ropa y con el pijama puesto, llegaba el momento de afrontar un verdadero acto de valentía: introducirnos en la cama entre aquellas glaciales y húmedas sábanas. El siguiente reto no era baladí, entrar lo antes posible en calor bajo el peso de las 4 o 5 mantas con las que nos arropábamos y, para conseguirlo apresuradamente nuestros ateridos pies tomaban el protagonismo buscando desesperadamente la anhelada botella de agua caliente que sabíamos se encontraba en algún lugar del fondo de la cama porque así nos lo había asegurado nuestra amorosa madre.

Una vez retornados del ensimismamiento que produce hablar de nuestro cine, pasamos de nuevo a la otra acera, retomándola tras haber cruzado la calle de acceso a la Plaza Mayor y nos encontraríamos con las populares escaleras conocidas como El Senado, un lugar de reunión tanto de jóvenes como de jubilados en el que se daban solución a cualquier problema del país y del mundo entero. De ellas me cuenta Roberto Carretón una simpática anécdota que tuvo lugar el 14 de abril de 1931. En ese día se proclamó la II República y los jóvenes del pueblo implicados decidieron liberar a los santos de la iglesia colocándolos precisamente en esas escaleras.

El Senado, esta vez ocupado por jóvenes soñadores. Fotografía del archivo de Tino Martínez.

A continuación, en los años 70, hubo una churrería regentada por Dª. Emilia Combarros, luego vendría la sastrería de D. Manuel (El Melero), la mueblería Santos, la peluquería de Gatuño (más tarde productos para el campo), el comercio de chucherías, la carnicería actual, la antigua tintorería en el edificio de Noles fundada por D. Ulises y Dª. Blanca, hermana de Toño Balboa; en el mismo edificio seguía el almacén de materiales de construcción de D. Ricardo Noles, más tarde El Kioto con el amigo Tom dirigiéndolo y, en ese mismo espacio, el Café de Miguel, administrado por nuestro confidente D. Miguel Prieto. Un establecimiento muy importante cerraba la zona comercial, la sastrería y prendas de vestir de Victorino Mauriz, en cuyas dependencias algunas vecinas y vecinos del pueblo aprendieron el oficio de modista o sastre, lo que supondría, por lo menos para algunos de ellos, poder sacar adelante a sus familias. 

Una jovial y guapísima Eme (Librería García), probablemente en los alrededores de 1950, dando un paseo por la carretera general circulando, en el momento de la toma, enfrente de la importante tienda de tejidos de Victorino Mauriz
Hasta donde abarca mi memoria creo recordar a Dª. Adela Sernández, la mujer de D. Victorino, dando continuos consejos a su entrañable y querido hijo Vitín en presencia de uno de sus amigos del alma, el que esto escribe, minutos antes de salir juntos de su casa a divertirse con el resto de amigos. Aunque no tuve la fortuna de conocer suficientemente a sus hermanas (Kety, Naya, Luisy y Nandy), siempre consideré a la familia de mi amigo como una de las más elegantes, cultas y bondadosas del pueblo. 

El siempre distinguido D. Victorino (derecha) junto a su familia de Los Litanes, por parte de Dª. Adela, su mujer, en una toma, probablemente, de 1966 al lado del Cine Litán, del que puede percibirse su marquesina. De izquierda a derecha: D. Anibal González Banfi, Fernando, Manolita, Luis, Camila, Tito, Dª. Luisa, Nenuco, Mª. Jesús y D. Victorino. Foto de Pilar Sernández.
 
Anuncio del año 1936 de la sastrería de Victorino Mauriz en el Programa de la Pascua de ese mismo año. Foto de Manolo Rodríguez.

Saliendo de la casa de mi amigo Víctor (que recordaremos próximamente) nos toparíamos, inmediatamente después, con la casa de D. José Landeira (mencionado al inicio del texto), con su bello y siempre bien cuidado jardín; posteriormente llegaríamos al espacio donde estuvo el edificio de Bodegas Guerra (ver fotografía), y en el que en la década de los 70, mis amigos Isidro y Marga pusieron su tienda de fotografía (ISMAR), al lado de la tintorería que abrió D. Eutiquio. 

En la Pascua de 1958, en el 50 Aniversario de la Coronación de la Virgen de la Encina, justo en el momento de su despedida de Cacabelos, tras subirla al coche que la está esperando. En la escena podemos ver la tienda de tejidos de D. Victorino, el jardín de D. José Landeira y el edificio de Bodegas Guerra. Foto de Manolo Rodríguez.

En nuestro caminar llegaríamos a El Casino, lugar donde los vecinos disfrutaban de varios eventos al año y que se trasladó desde el antiguo Café Dorado a los bajos y primer piso del edificio que construyó El Galicia (abuelo de Dori), al lado de la casa del médico D. Manuel Carbón. Pocos años después también abrió, en ese mismo tramo de acera, la sastrería Sarmiento.

 
A la derecha la casa empedrada de D. Manuel Carbón, el médico de aquella época junto a D. Santos y, en el edificio siguiente, donde se localizaba el casino, en su planta baja y primer piso. Foto de D. Francisco López El Curioso.
 
En aquellas décadas había mucha actividad en el casino de Cacabelos como lo muestra esta escena de los carnavales de 1972 con el lujo de tener a Prada de animador. Pueden reconocerse a muchos amigos como a Mari Paz, Inmaculada, Mari Ángeles, Dino, Jesús, Pili, Gonzalo, Mary Mar, Camino, Veguita y un largo etcétera. Foto de autor desconocido.

Y aquí podemos dar por finalizado este extenso recorrido por un lugar tan simbólico y tan lleno de vida como lo fue y sigue siéndolo La Carretera General (ver fotografía). Sabemos que una experiencia vivida por un colectivo se convierte en algo subjetivo y, por tanto, diferente cuando es relatada por cada uno de sus miembros. Por esa razón me gustaría que se comprendiera mi personal punto de vista en todas las vivencias que he ido enumerando a lo largo del texto. Por otro lado, podéis intuir la imposibilidad manifiesta de hablar de todos los amigos, personajes y establecimientos que han ido apareciendo a lo largo de tantas generaciones. En este sentido, nuestro principal objetivo siempre fue abrir, en otro lugar emblemático del pueblo, unas puertas que llevaban tiempo cerradas para dejar entrar esa ligera brisa de aire fresco que nos estimula la evocación de unos momentos que compartimos con tantos vecinos y que nos hicieron sentir emociones únicas. Con eso, tanto a nivel personal como por parte de mis amigos apuntadores, nos habremos dado por satisfechos. 

Fotografía actual en un nublado día de unas ferias de mayo. Foto de Manolo Rodríguez.

NOTA: En realidad el mérito del texto ha sido mayoritariamente de mis cuatro confidentes amigos: Manolo Rodríguez, Carlos de Francisco, Roberto Carretón y Miguel Prieto. Si os ha gustado es porque me he servido de su prodigiosa memoria, de las anécdotas que me han contado y de las fotos cedidas con todas las facilidades y, si os los cruzáis, deberíais felicitarles y agradecerles efusivamente su gran esfuerzo porque ha sido su pasión por el pueblo la que ha hecho posible este escrito y tan profusamente documentado. 

En la identificación de algunas fotografías también han colaborado mis primos Víctor y Gutis Couceiro, Mari Carmen La Gata, Margot García, Toño Martínez y Pilar Sernández. Muchas gracias sinceramente a todos por vuestra desinteresada ayuda.

7 comentarios:

  1. Gracias, Pepe, por estos recuerdos. Me agrada recordar a mis primos, Luis Litan y Víctor Mauriz. Eran primos lejanos, pero cercanos en el corazón. Si existen los ángeles, Víctor era uno.

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  2. Y no me olvido de Adela, que me cuidó tanto cuando me fui a estudiar a Salamanca. Me hacía comer hasta reventar!!

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    1. Maria Jose, y la tía Adela ¿ no te ponía agua con azúcar después de las comidas? De niña ese era el final de todas las comidas en su casa,al menos cuando yo iba a comer.

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  3. Yo también quiero agradecer a Pepe este reportaje que trae al presente nuestro pasado y el de nuestros seres queridos que, aunque ya no están entre nosotros siguen presentes en nuestras vidas.Muchísimas gracias.

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  4. Hola María José. Aunque escribo por el placer de alegraros el día, es muy reconfortante recibir comentarios como los tuyos o de otros vecinos y amigos porque me animan a seguir haciéndolo. Por lo tanto, gracias también para ti e igualmente para los que disfrutáis con cada entrega. Mi agradecimiento seguro que también es compartido por mis amigos: Manolo Rodríguez, Carlos de Francisco, Roberto Carballo y Miguel Prieto.

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  5. Muchas gracias,amigo Pepe,por hacernos llegar esos recuerdos tan maravillosos,y por tu generosa entrega a tu pueblo y tu gente. Gracias

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  6. Gracias por este reportaje, suscribo las palabras de mi hermana Pili, ¡¡ Cuantos recuerdos de nuestra infancia!!, gracias por mantener vivo el pasado de nuestro pueblo y de nuestros seres queridos.

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