APOSTAR CONTRA UNO MISMO
Por Antonio Esteban
Yo,
algunas veces, apuesto contra mí mismo. Apostar contra uno mismo, tiene sus
ventajas: si pierdes, no pagas. Claro que, si ganas, tampoco cobras la apuesta.
Es decir, existen inconvenientes, se mire como se mire.
Y
esto me ha ocurrido con la foto que ilustra, esta semana, la página del
cuaderno. He apostado contra mí a que mis / nuestros lectores no reconocerían a
alguno de los niños que aparecen en la fotografía y estoy seguro de que ganaría
la apuesta porque si alguno de ellos es reconocible, hay varios que, ni los más
viejos del lugar, saben quiénes son.
Parece
un equipo de fútbol sin uniforme y, si fuese un equipo de fútbol, los niños de
las escuelas de la Villa hubieran podido recitar sus nombres de carrerilla, al igual que recitaban
aquellos nombres de las alineaciones de la Unión hace treinta años: Rubio;
Cela, Pinilla, Joaquín; Caramés, Batalla; Tirso, Ricardo, Berros, Montes y
Cardeñosa. Aquí, serían: Paquín Noles; Toño, Pepín Uría, Varito Morete;
Herminio, Suso; Zalo, Ceto, Amancio Pestaña, Valerianito Vega y Vicente.
Reconozco
que Paquín Noles no tenía estatura para ponerse debajo de los palos de una
portería, pero no es óbice para que lo imaginemos.
Y,
por si alguno de mis lectores no reconoce a Toño, diré que es el hermano de
Carlitos. Herminio
-el último de la fila de arriba- y Suso,
el primero de la fila de abajo, eran hermanos. Vivían en el Foyo y su padre se
ganaba la vida conduciendo un camión. Vicente,
el último de la fila de abajo era más conocido por Vicente, el “Andaluz”.
La
fotografía es para que los lectores del blog gocen de ella porque es una de las
foto más entrañables y nostálgicas que han aparecido en esta sección. Espero que disfruten de ella como yo he
disfrutado.
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