PEPE Y AGUSTÍN (UNA AMISTAD SIN FIN)
Por Antonio Esteban González
Y fue cierto: Pepe, el “Herrero”
-antiguo oficio, éste, hoy desaparecido-
y Agustín, el “Castillo”
fueron amigos hasta que la muerte los separó. Era una amistad que acabaría y
ellos lo sabían- con la muerte de uno de los dos
Cuando tuve en mis manos la foto con la que abrimos hoy la
sección, eso fue lo primero que pensé: que la muerte de uno de los dos terminaría
con una fraterna amistad. Luego, vino a mi mente un relato que Antonio Pereira
incluye en su libro UNA VENTANA A LA
CARRETERA y en el que cuenta que a su hermano Pepín le habían regalado en
Lugo, en cierta ocasión, una vara de fresno que servía para aguijonear el ganado.
Pepe olvidó la vara en La Mosquera -un lugar de la ciudad de Lugo en donde habían
comido el pulpo- y, durante toda la tarde estuvo lamentándose.
Al atardecer, en la confitería de don Alejo Madarro, Pepín
vio a un mozalbete con una vara que era, justamente -entre los miles de varas
que aquel día se vendieron en Lugo- la
suya. La reclamó y se la dieron. Y hasta aquí el relato.
Era una vara, la de Pepín Pereira como las que empuñan “el Castillo” y el “Herrero”, en la
foto, porque, seguramente, como Antonio y Pepín Pereira, ellos, Agustín y Pepe,
habían viajado a Lugo a celebrar los sanfroilanes
y se habían fotografiado con dos varas de avellano -o de fresno, no sé- en la mano y luciendo los mejores trajes de
su armario que eran unos trajes que hoy, seguramente, los sastres abominarían
de ellos porque estaban mal cortados y peor cosidos.
La foto, a buen seguro, pertenece a los últimos años de la
década de los treinta del siglo pasado y nos traslada a un tiempo ido que todos
los que lo vivieron, tal vez quieran olvidar.
Es, pues, la foto de un ayer que hoy nos sirve para recordar
a dos amigos: Agustín, el “Castillo”
y Pepe, el “Herrero”.
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