Multitudinario entierro de Julio Moyano en Cacabelos |
LA
MUERTE DE JULIO MOYANO
Por Antonio Esteban González
El día treinta de junio, algunos
calendarios señalan la festividad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y, otros, la de Los Primeros Mártires de la
Iglesia. Bien sabido es que el cielo -o el lugar en el que se encuentren- está
lleno de hombres y mujeres que merecieron la honra de los altares y es difícil
acoplarlos a todos en trescientos sesenta y cinco días.
Así es ahora y así era
hace ochenta y cuatro años, aunque en aquellos tiempos, naturalmente había
menos santos.
Mil novecientos treinta y
tres es la fecha en la que Demetrio Castro -industrial de Quilós- dio muerte a Julio Moyano en el Café de
Aurelio, sito en la carretera general Madrid-La Coruña. En estos días se cumplen, precisamente,
ochenta y cuatro años.
Aquel día, por situar la
historia, moría, en atentado el Director del Banco de España en Cádiz, Emilio
Fernández y en Madrid era brutalmente herida por una pedrada en la cabeza María
Ochoa, de quince años. Decimos todo esto para aclarar que eran tiempos de violencia
desatada y, nada de ello, seguramente, llegaron a saber los protagonistas del
hecho que narramos, Demetrio Castro y Julio Moyano.
Habían desaparecido,
según los periódicos, aquel día, las nubes que cubrían, parcialmente, la
Península, excepto en la cuenca del Guadalquivir y la temperatura en León era
de diecisiete grados centígrados.
Demetrio Castro, aquella
mañana, abrió, como siempre, el bar que regentaba en Quilós y en el que su
clientela podía abastecerse de productos para el consumo diario como aceite o
jabón o pasta de los dientes DENTOL que, por cierto, estaba considerada como un
producto de belleza y que se vendía -el tubo-
al precio de 1,95 pesetas -0,07
céntimos de euro. (También es posible en el pequeño comercio que, por 500 pesetas - tres euros- un ama de casa pudiera comprar cuarenta
gallinas ponedoras, a siete céntimos de euro por gallina).
Demetrio, aquel día comió
a las doce del mediodía y con poco apetito.
-Tengo que hablar en Cacabelos con Julio Moyano -explicó a su mujer- Ya
sabes que es una persona influyente. Me citó en el Café de Aurelio sobre las
tres de la tarde.
La mujer se dio cuenta de
que su marido estaba nervioso, pero lo achacó a su reunión con Moyano que era
persona que infundía respeto.
Después, mucho más tarde,
se dio cuenta que su marido había llevado consigo una pistola ASTRA de pequeño
calibre que guardaba en casa porque eran tiempos revueltos.
Demetrio preparó la silla
de montar y ensilló el bayo que tenía en la cuadra y que había comprado, un año
atrás, en Cacabelos en las Ferias de la Cruz de Mayo.
Eran las tres de la tarde
cuando llegó a la villa. Dejó el caballo sin atar al lado de la cantina del
ancarés en donde habitualmente se dejaban las caballerías. Continuó a pie hasta
el café y entró.
Cuatro hijos de Julio Moyano |
En una de las mesas, Julio
Moyano jugaba, como todos los días, su partida de subasta, al tiempo que
saboreaba un café solo y una copa de licor. Sabía Demetrio esta afición del
rico industrial y por eso acudió al bar.
Se aproximó a la mesa y observó a los
jugadores enfrascados en la partida sin que nadie se apercibiese de su llegada
o advirtiese algo anormal en su actitud.
En los bolsillos de su
chaqueta de pana, llevaba la pistola. Sin mirarla, quitó el seguro y la empuñó
con fuerza. Observó de reojo que la puerta de salida estaba abierta y se encaró,
entonces, con Moyano y sus compañeros.
Moyano en la fábrica de luz de su familia |
-Con
vosotros tres -dijo a los compañeros de don Julio- no
tengo nada, así que apartaros. Es con ese señor. –y señaló a Moyano-.
Entonces sacó la pistola
y disparó dos veces a la cabeza del industrial que cayó hacia delante,
violentamente, sangrando por dos agujeros de bala, mientras que las gafas de
montura dorada rodaban por el suelo.
Demetrio reculó y salió a
la calle. Montó, de un salto en el bayo y, a galope tendido, se dirigió a
Arborbuena y de Arborbuena a Villabuena y de allí, por San Clemente, a la
montaña en donde se unió a uno de los grupos que, en aquellos momentos, se
dedicaban, en la zona, al bandolerismo.
En el Café de Aurelio,
los clientes, rápidamente, se pusieron en contacto con la Guardia Civil que se
hizo cargo de la situación.
-Seguramente
tenían algún negocio entre ellos -
dijo alguien- .
-Creo que Demetrio le reclamaba el importe de un seguro contra incendios
que había contratado y que pagó dos veces
-añadió otro.
-Serían
cosas del Banco… -dijo
un tercero-.
En realidad nadie sabía
exactamente qué cuentas había pendientes entre Moyano y Castro y que este
último solventó disparando a quemarropa contra el industrial que, además,
dirigía el BANCO MERCANTIL, manejaba los negocios de Burgueño, su suegro,
estaba al frente de la Fábrica de la Luz junto con su hijo Ignacio o regentaba
un almacén de carbón en Ponferrada, mientras el resto de sus hijos varones:
Julio, Roberto y Juanito estudiaban en Barcelona y sus hijas Charo y Emilita
aprendían a bordar y a coser bajo la severa tutela de su madre doña Rosario.
El entierro fue una verdadera
manifestación de duelo y oficiado por varios sacerdotes de la zona dirigidos
por don Germán Díez, párroco de Villadepalos, acompañado, entre otros por don
Serafín Franco y por don Francisco Iglesias, de Toral, como se advierte en las
fotos.
Casa de la familia Burgueño-Moyano |
A Demetrio, que había
huido, a uña de caballo, la Guardia Civil le perdió el rastro, pero supo que
estaba en la montaña con otros bandoleros huidos -no por motivos
políticos- y que encontraban en los
pueblos cercanos comida y dinero fácil.
Cuentan, quienes lo
conocieron, que Demetrio era hombre pacífico y que, posiblemente, en un arrebato
de locura, por algún negocio, obró violentamente.
También dicen que
acompañó a los bandoleros en los robos que hacían, pero sin tomar parte directa
en ellos, sino que, al contrario, pedía clemencia para ellos: que no fueran
maltratados, después de haber sido robados.
En general el grupo al
que se había unido Demetrio actuaba, sobre todo, en los alrededores de Vega de
Espinareda y atracaba a quienes volvían de la feria de El Espino con dinero,
tras la venta de algún animal. Un día, al pedir clemencia para alguna de las
víctimas. Demetrio fue abatido por sus propios compañeros y esto cerró las
pesquisas que la Guardia Civil y el Juzgado tenían abiertas.
Los más perjudicados por
estas dos muertas, sin lugar a dudad, fueron los cinco hijos de Moyano y las
dos hijas de Castro.
Al día de hoy, viven las
hijas de Demetrio y los nietos de Moyano que, a pesar de nuestros esfuerzos, no
han tenido un encuentro para olvidar el crimen.
Ver también: La pequeña historia de la familia Burgueño (I) , La pequeña historia de la familia Burgueño (II) y La pequeña historia de la familia Burgueño (III).
Ver también: La pequeña historia de la familia Burgueño (I) , La pequeña historia de la familia Burgueño (II) y La pequeña historia de la familia Burgueño (III).
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