Esta mañana me llegaba la noticia
del fallecimiento de José Manuel García García en Ceuta. Tenía conocimiento de
su enfermedad desde hace unos años, pero nada me hacía presagiar su muerte.
José Manuel tenía cincuenta y
cuatro años, era hijo de Ermitas. Se había casado con Isabel con la que tenía
una hija, Ana, que le había hecho abuelo de Jimena, una nieta que le embebía el
alma.
Era militar y había participado
en varias de las misiones que el Ejército Español había desarrollado en el
extranjero, teniendo Ceuta como lugar de residencia habitual.
Fue uno de los primeros amigos de
este cuaderno –Castro Ventosa- que solía visitar con frecuencia estuviese donde
estuviese. Decía que le acercaba a Cacabelos.
Recuerdo la anécdota que me contó cuando
estaba participando con los cascos azules de la ONU en UNIFIL
(United Nations Interim Force in Lebanon) en la frontera entre Líbano e Israel.
Había divisado en una colina un cerezo con la fruta madura.
-¡Un cerezo a 1.300 metros de altitud y a más de 4.000 k. de Cacabelos!
se decía asombrado. Automáticamente le entró la nostalgia de las cerezas
nuestro pueblo y se acercó a probar las cerezas:
-No tenían el sabor de las nuestras. Me decía dando aún la impresión
de seguir decepcionado.
D.E.P.
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