miércoles, 26 de abril de 2017

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCLXVI)




ENCARNITA
 Por Antonio Esteban González

No hace falta decir más. Solamente Encarnita. Encarnita y, no, Encarna. Sin apellidos que, quizás, no tuviera o que, quizás, se los haya llevado el tiempo para que perviva, únicamente, su nombre.
Dicen los más viejos del lugar que Encarnita doctoró en amores a muchos de los que hoy peinan canas. No lo sé y, si lo supiera, no lo diría. Uno, ante todo, es un caballero, pero es posible que fuera cierto y que en cualquier rincón escondido -en el río, bajo los chopos elegantes que no contarán la historia de ningún amor o en un bosquecillo cualquiera o en un vagón de madera arrinconado en una vía muerta de Toral o de Ponferrada-  Encarnita -eso decían-   doctoraba en amores prohibidos. Pero, eso, tampoco lo sé.
Sí sé que los mozos de mi generación y los que casi vestíamos pantalón largo, allá por los años sesenta del siglo pasado, hablábamos de Encarnita y preguntábamos por ella y contábamos lo que nos contaban que ¡quién sabe…¡tal vez no fuera cierto y solamente fuera cierta nuestra imaginación desbocada, una imaginación de niños que crecíamos sin conocer qué era aquello de lo que nos prohibían hablar. Pero vivíamos de esa imaginación y, a veces, incluso, gentes como yo, escribíamos nuestros primeros versos prohibidos. Así, la vida diaria no era tan aburrida.
Encarnita podría contar muchas cosas, pero ya no está. Fue símbolo de un tiempo distinto, en el que los sueños de la chavalería inocente, eran sueños en los que aparecía ella.
Hoy es sombra en la sombra y su recuerdo -es posible-  no significa nada para muchos aunque, para otros, sí, porque siempre habrá alguien que recuerde a esta moza morena y desgreñada que aquí se abraza  -tal vez un abrazo desesperado-   a un mozo, en una foto de Kiko, el “Curioso”.
¿Doctoró en amores a muchos impúberes…? Tal vez. Hoy la recordamos.

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